El juez federal Daniel Rafecas visitó Rosario para presentar su libro Historia de la Solución Final, donde indaga sobre la Shoá, el mayor genocidio de la historia moderna contra el pueblo judío por parte del régimen nazi.
En diálogo con El Ciudadano, Rafecas consideró: “La enseñanza, conocimiento y transmisión sobre genocidios siempre es positivo para la cultura democrática porque conocer y comprender los mecanismos” que los motivan es el mejor conocimiento que podemos transmitir a las nuevas generaciones para evitar que se repitan esos sucesos”. En un paralelo con la realidad argentina, el juez dijo que “el antisemitismo, como otros elementos de la cultura autoritaria heredada de tantos años de dictadura sigue vigente y hay que seguir trabajando para neutralizarlo”.
—Se lo ha escuchado a usted decir que el tema de la Solución Final no está muy bien investigado en la Argentina.
—En realidad es un déficit de habla hispana, no es un tema sobre el que haya textos que expliquen en términos históricos cómo es que se llega a ese fenómeno tan conocido como es Auschwitz. A mí me parece muy interesante y muy importante que desde el ámbito latinoamericano tengamos acceso a ese episodio de la historia.
—¿En qué nos beneficia a nosotros como sociedad el conocimiento sobre este episodio?
—Todo lo que sea enseñanza, conocimiento y transmisión sobre genocidios siempre es positivo para la cultura democrática porque conocer y comprender los mecanismos que llevan a un genocidio, sea en este caso la Shoá, o el terrorismo de Estado en la Argentina es el mejor conocimiento que podemos transmitir a las nuevas generaciones para evitar que se repitan esos sucesos y detectar tempranamente los procesos causales que llevan a ese tipo de crímenes masivos. A mi me parece que es un elemento fundamental para consolidar definitivamente la cultura democrática de nuestros países.
—¿Hasta qué punto estaba inscripta en la ideología nazi la Solución Final?
—La construcción del estereotipo del judío como un enemigo del totalitarismo nazi sirvió siempre como un factor de cohesión interna del régimen y en definitiva siempre estuvo latente la lógica de la destrucción del enemigo. Ahora, yo creo que recién a partir del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial comienzan a vislumbrarse el ambiente y las condiciones para llevar adelante de hecho esa destrucción del pueblo judío. Hay una primera etapa, hasta el año 1939, en la cual la política del régimen nazi era expulsar a los judíos de Alemania y es recién a partir del inicio de la guerra que comienzan a desarrollarse distintos planes en los que el genocidio está cada vez más evidente.
—¿Se puede trazar un paralelo con el plan sistemático de desaparición de personas de la última dictadura argentina?
—Si, es muy útil y necesario identificar similitudes o prácticas de la dictadura que están inspiradas en similares del régimen nazi y también por supuesto marcar ciertas diferencias. Por ejemplo, la lógica de la desaparición forzada de personas tiene su origen en un decreto firmado en 1942 en el marco del régimen nazi que se llamaba “decreto de noche y niebla” por el cual se establecía deportar a prisioneros peligrosos en los territorios ocupados, llevarlos al Tercer Reich, para que allí desaparezcan en los campos de concentración y prisión.
Es un antecedente muy valioso y muy interesante para estudiar el fenómeno de la desaparición forzada. Y al mismo tiempo también el paralelismo entre los campos de concentración del régimen nazi y los centros clandestinos de detención del régimen argentino. En los dos el denominador común claramente es el proceso de deshumanización sistemática de todos los cautivos que pasaban por allí. Esto es un punto muy fuerte de conexión. Agregaría también la cuestión del antisemitismo que había en la persecución del régimen argentino, la sobrerrepresentación de los judíos argentinos en las listas de desaparecidos, el particular ensañamiento en la tortura cuando los identificaban como judíos en los centros clandestinos.
—¿En la Argentina existen aún vestigios de antisemitismo?
—En los estamentos del Estado no. A partir de la recuperación de la democracia en 1983 hay un marcado retroceso del componente antisemita, hay una política de Estado muy clara de no discriminación en ese sentido. Sin perjuicio de lo cual por supuesto que el antisemitismo como otros elementos de la cultura autoritaria heredada de tantos años de dictadura sigue vigente y hay que seguir trabajando para neutralizarlo.
«La Justicia se resiste a los cambios»
—Aquí en la provincia de Santa Fe desde algunos sectores piden mayor cantidad de recursos y apertura de juzgados para la Justicia, ¿se necesita de más presupuesto para brindar un mejor servicio de justicia?
—Indudablemente. La Justicia Federal funcionaría mucho mejor si tuviera los recursos que año tras año la Corte Suprema de Justicia le pide al Poder Ejecutivo para optimizar el trabajo. Pero así y todo la enorme mayoría de los jueces, fiscales, funcionarios y empleados dan lo mejor de sí todos los días para sacar adelante y dar dar un buen servicio. En buena medida ese déficit presupuestario se compensa con redoblar los esfuerzos de todos los agentes que formamos parte de la Justicia.
—¿Qué se le puede decir al ciudadano común que es el que más críticas deposita sobre la Justicia? Tal vez porque la eficacia y los tiempos judiciales no van por el mismo carril que sus reclamos.
—Nosotros como funcionarios públicos estamos siempre sometidos al escrutinio y a la crítica ciudadana y toda crítica es bienvenida y necesaria para revisar nuestros posibles errores y optimizar el servicio. Más concretamente diría que la ciudadanía tendría que reparar especialmente y requerir a las autoridades del Estado la pronta puesta en marcha de los nuevos sistemas procesales que están en ciernes. Pasar a un modelo acusatorio asegura mayor velocidad, mayor agilidad, mayor respuesta del sistema judicial y esto es una condición absolutamente necesaria para poder satisfacer esos reclamos.
—Pero también esa modernización encuentra resistencia muchas veces por parte del mismo Poder Judicial.
—Si, eso es cierto y hasta cierto punto es esperable porque como toda burocracia siempre se resiste a los cambios y a las modificaciones. Hay que sobreponerlos y para eso tiene que haber una decisión política muy fuerte de los tres poderes del Estado, las cabezas de los tres poderes del Estado para ir en esa dirección. Espremos que esto se concrete.
Los juicios de la dictadura
El juez federal Daniel Rafecas calificó de «muy importante para la sociedad» el proceso que lleva a cabo nuestro país de juzgar los crímenes de lesa humanidad perpetuados durante la última dictadura cívico-militar, que pudo ser posible primero por la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida en 2005 por parte de la Corte Suprema de Justicia.
«Desde el primer momento he estado convencido que en esto nos jugamos, al menos en parte, la consolidación democrática del Estado», indicó Rafecas.
«Mientras no revisemos nuestro pasado, mientras no haya juicio y castigo a todos los culpables, no vamos a salir adelante como país y estamos en eso», agregó». «En mi juzgado se han elevado a juicio a cientos de acusados y seguimos trabajando en el tema», concluyó.