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“Rafita no era un indio que se la merecía”

La muerte del joven Rafael Nahuel, el joven mapuche que perdió la vida asesinado durante un operativo de las fuerzas federales en la zona de Villa Mascardi, a 35 kilómetros de la ciudad rionegrina de Bariloche, fue recordada en las últimas horas en las redes sociales por Fernando Fernández, un trabajador social y ex maestro de oficios de Rafael.

Fernando Fernández H. (*)

La muerte del joven Rafael Nahuel, el joven mapuche que perdió la vida asesinado durante un operativo de las fuerzas federales en la zona de Villa Mascardi, a 35 kilómetros de la ciudad rionegrina de Bariloche, fue recordada en las últimas horas en las redes sociales por Fernando Fernández, un trabajador social y ex maestro de oficios de Rafael.

Algunas aclaraciones tristemente necesarias:

Rafita NO tenía 27 años, tenía 22 recién cumplidos, nació el 15/8/96. Es más fácil construir la imagen de “enfrentamiento” con un adulto de casi 30 armado, que con un pibe de 22 que tira piedras. Tampoco era un “delincuente”, o un “mapuche violento”, o “un indio que se la merecía” como dicen en comentarios en las redes sociales los que hace rato perdieron su última gota de dignidad.

A Rafita lo conocí hace más de cinco años cuando se largó la experiencia Alto Construcciones (la foto es de esa época) en la que pibes desescolarizados de los barrios (en su caso del Nahuel Hue) se integraron a una escuela de Don Bosco en Frutillar, a contraturno, para aprender un oficio y hacer una práctica laboral. Mi compañero Javi Silva venía acompañando a un grupo de pibitos en la capilla del Nahuel Hue entre los que estaba Rafita… flaquito, chiquito, siempre vestido de Boca, tratando de sobreponerse a una realidad familiar muy difícil, y a un barrio que se come a los pibes.

Rápidamente se integró, aprendió a soldar, hacía cualquier trabajo pero de entrada vio que lo que le gustaba era la herrería, siempre estaba cerca de su amigo Facundo Arias (que también perdimos), gran bromista siempre imitando a un payador, también de Coqui y Kevin Painefil, sus otros hermanos de la vida.

Venía todos los días, no faltaba, contento se puso el mameluco cuando los pudimos comprar, dentro de nuestro trabajo de ir integrando a los pibes en grupos con el eje puesto en la cultura del trabajo, Rafita era uno de nuestros referentes, era uno de esos que poníamos con otro al que le costaba más, que tenía menos ganas, Rafita tenía granas dobles y traccionaba.

Por diferencias con la escuela el Alto Construcciones se mudo transformándose en el San José Obrero del Barrio Malvinas, hubo que empezar de nuevo, con muy pocos recursos y herramientas, Rafita la entendió rápido, todos los día caía al taller con algún hierro que rescataba de la basura y lo transformaba en un chulengo, una parrila, o cualquier cosa que pudiera vender.

Por esa época nos trajo un día a su hermano mayor Ale, que tanto queremos, lo trajo tímido al principio, pero decía sin decir que quería que le diéramos una mano.

Ale tan bueno como complicado cuando se intoxicaba, y ahí jugaba Rafa, se iba antes de pelearse, renunciaba a su espacio por su hermano, así era Rafita.

Dice Javi Silva: “Tuve la suerte de acompañarlo. A mi me enseñó mucho. Fuimos de viaje, campamentos y muchas andanzas más. A veces no enojábamos el uno con el otro (pero siempre nos arreglábamos) por decisiones. Recuerdo cuando fuimos a ver a su hermano a Buenos Aires nos convocaron para dar una charla del San José en la Universidad de Madres, él se puso la 10, habló de lo que significaba el poder ver la vida de otro lado, el poder pensar en el otro y en si mismo. Sí, un pibe con toda una vida llena de dolores pero con más valores de vida que muchos de nosotros.”

Cuando el San José se transformó en el Programa País de Sedronar le dijimos, con Omar Omar, Yanina Llancaqueo, y Javi Silva, a un grupo de pibes que ya eran mayores, que debían empezar a transitar su propio camino, uno de los que lo entendió rápidamente fue Rafa Nahuel, igual venía seguido, empezó a noviar con una operadora, siempre nos saludaba con cariño, a veces agradecía por su hermano, alegre, con ganas dobles, se la rebuscaba con la herrería.

Después de eso se vinculó con otras organizaciones, últimamente su participación en la causa Mapuche era otro importante proceso de crecimiento, porque a nuestros pibes de los barrios empiezan por quitarles las oportunidades, y después les quitan la capacidad de ser actores de la realidad, dejar todo lo que les hace mal, rebuscarse el trabajo y comprometerse con alguna causa que encima defienda sus raíces, es todo lo que podemos soñar los que trabajamos en los barrios, con los pibes,… Rafita era todo lo que podíamos soñar. Ayer lo asesinaron por la espalda.

(*) Trabajador social. Ex maestro de oficios de Rafael Nahuel

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