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Ragendorfer: “Me gusta el género policial porque es lo que más se acerca a la literatura”

El periodista y escritor participó del ciclo de charlas de la Agencia Télam en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en la que recordó su llegada al género del periodismo policial y la época de oro del hampa en la Argentina

El periodista y escritor Ricardo Ragendorfer participó del ciclo de charlas de la Agencia Télam en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, e hizo un repaso sobre su carrera, sobre el género policial en el periodismo y el salto desde la gráfica a los nuevos formatos digitales.

Con el periodista y editor de la página web de Télam Gabriel González, el “Patán” -como es conocido en el mundo de los medios- caracterizó al periodismo policial como lo más cercano a la “literatura” y recordó lo que, según él, fue la “época de oro del hampa” en Argentina.

Nacido en Bolivia, de hijos de inmigrantes, Ragendorfer llegó al país de muy pequeño y recordó que ya a los diez años era un lector “intenso”.

Ya en la década del ’70 le tocó vivir el clima político en Buenos Aires y tuvo que emprender un exilio desde muy joven ante el avance de la dictadura cívico-militar en Argentina.

“Me fui a México a los 19 años. Acababa de entrar en la facultad en el año 1976 y dos meses después me dijeron que había una serie de hechos y que no era seguro seguir en el país”, contó Ragendorfer para subrayar después: “En México la pasé muy bien. Era una situación rara porque la mayoría de los exiliados arrastraban la pesadumbre del desarraigo y yo vivía en un estado de libertad total porque acababa de irme de la casa de mi padre”.

Foto Ral Ferrari

Foto: Raúl Ferrari.

“El desarraigo no es lo mío, me siento un turista en todos lados, aún en sitios donde permanezco muchos años”, aclaró.

El autor de “Los doblados” contó que fue en México donde dio sus primeros pasos en el mundo del periodismo, casi sin buscarlo, porque lo que tenía era una necesidad de trabajar.

“Fue una casualidad empezar en la revista española Interviú. Yo de chico no sabía qué hacer de mi vida”, aclaró y agregó: “Terminé siendo periodista porque simplemente me enteré que en la edición mexicana de Interviú había un periodista argentino. Lo fui a ver y le dije que necesitaba laburo. Me preguntó si escribía y le dije que lo último fue ‘Composición. Tema: la vaca’ en la escuela. A la semana ya estaba publicando mi primera nota y dije ‘¡Uy! Soy periodista’. Ese periodista era Carlos Ulanovsky a quien lo sigo viendo y somos amigos”.

-Gabriel González: Con la crónica policial, ¿cuál fue tu primer contacto?

-Ricardo Ragendofer: Cuando regresé a la Argentina comencé a trabajar en la revista El Porteño y, paralelamente, en la revista Cerdos y Peces. Y fue ahí donde empecé a hacer policiales. Yo me había mudado al barrio de San Telmo, no es lo que es ahora, y mis vecinos tenían ocupaciones reñidas con el Código Penal. Les empecé a hacer entrevistas y me parecían muy literarias las cosas que me contaban.
Me gusta el género policial porque es tal vez lo que más se acerca a la literatura. En consecuencia, la primera nota policial que hice fue para El Porteño que se llamaba “De profesión delincuente”, que era un reportaje a un señor que hacía salideras de bancos, a una mechera de negocios (persona que hurta de forma disimulada en negocios), a un traficante y a un barrabrava. Le puse a la nota las estrofas de un poema cuyo título no me acuerdo, pero era de Carlos Tuñón. Y paralelamente en Cerdos y Peces empecé a hacer una sección que se llamaba “Vidas Ejemplares” y eran biografías de pistoleros, de lo que yo llamo la época de oro de la delincuencia argentina.

-GG: ¿Y la última crónica?

-RR: Una de las últimas es sobre la “Masacre del Pabellón Séptimo” para Télam. Fue una matanza que hubo en el Penal de Devoto en 1978 y está relacionada con una nota que yo hice en los años 1991 o 1992 sobre una fuga de siete pistoleros, entre los que estaba “Cacho La Garza” (Héctor Luis Sosa Aguirre), por un túnel que fue muy espectacular. Pero hubo un hecho que no se conocía y yo me entero porque uno de los evadidos me cuenta que en el túnel se encuentran con un osario secreto, un cementerio clandestino. A uno de estos muchachos les agarra un brote místico y les pide permiso a los muertos para pasar y le promete que si llegan a lograr la libertad van a contar que los huesos están ahí. Entonces, cuando César Bartogaray me contactó, era porque estaban cumpliendo esa promesa. La cuestión es que nosotros pensábamos que eran huesos de presos políticos, de desaparecidos. Pero haciendo una investigación no hubo casos de desaparecidos en la cárcel de Devoto. Entonces llegamos a la conclusión que esos huesos pertenecían a parte de las víctimas de la Masacre del Pabellón Séptimo. Las cifras oficiales eran de 67 muertos cuando, en realidad, se hablaba de casi el doble, entre 100 y 120 muertos.

Foto Ral Ferrari

Foto: Raúl Ferrari.

-GG: Corregime si no es correcto. En el momento de mayor impunidad de la dictadura, ¿la masacre se originó porque los presos protestaron para pedir un televisor?

-RR: Querían ver un programa de televisión. Querían terminar de ver una película del ciclo “El Mundo del Espectáculo”. Pidieron eso y la respuesta fue una masacre.

-GG: Tenés predilección por los personajes del hampa de los años 50. ¿Por qué? ¿Qué tienen en particular estos personajes para que te hayan enamorado? ¿Había más códigos?

-RR: Más que los personajes, que a mí entender son adorables y a algunos los llegué a conocer, esa época me hace acordar a las películas francesas de esos años. Son policiales franceses en el Río de la Plata.

Por otro lado, yo pienso que el único código que existe en el hampa, como en los otros ámbitos, es el de la supervivencia. Los códigos en esa época eran tan elásticos en el hampa como en la otra parte de la sociedad.

Foto Ral Ferrari

 

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