Por: Pablo Moscatello
La muerte de una adolescente de 16 años el pasado viernes 19, cuando fue embestida en la zona de Fisherton por un motociclista que circulaba a alta velocidad y que, según la versión de los familiares de la víctima, habría estado corriendo una picada, volvió a poner sobre el tapete un peligroso fenómeno que se mantiene latente. Según se desprende de los últimos operativos realizados por la Dirección de Tránsito Municipal, unos 247 vehículos –de ese total, 190 son motos– fueron incautados en los últimos 14 meses en momentos que sus ocupantes se aprestaban a correr o corrían carreras clandestinas. Si bien en la gran mayoría de las infracciones fueron detectadas en la zona norte de la ciudad –y siempre en dos lugares bien específicos: bajada Puccio y Colombres y el circuito de manejo ubicado frente al Hospital de Niños Zona Norte, más conocido como “La Zapatilla”– distintas fuentes consultadas por El Ciudadano admitieron que existen al menos tres sectores más de Rosario donde se llevan a cabo competencias de velocidad ilegales.
El trágico deceso y los números en torno a las picadas son cuestiones que en algún punto se enmarcan en un acontecimiento cultural que excede y a la vez atraviesa esos dos hechos puntuales, que es el de la permanente trasgresión de las reglas en el mundo de la locomoción puesta de manifiesto en parte en la forma en que se circula en la ciudad. Según datos de la Dirección de Ingeniería de Tránsito Municipal, las 4 cámaras que están instaladas en distintas esquinas de la ciudad para detectar excesos de velocidad registran una media mensual de 4.500 infracciones, es decir, más de una falta cada 10 minutos en sólo cuatro esquinas (ver recuadro).
El hecho
Sin lugar a duda, el pasado fue un fin de semana negro en materia de siniestros viales: seis choques con motocicletas dejaron como saldo cuatro personas muertas y tres heridas. A pesar de que todos tuvieron características propias y se dieron en el marco de distintas circunstancias, un caso impactó y movilizó a gran cantidad de vecinos de Fisherton que salieron a la calle a manifestar su bronca y pedir justicia a las pocas horas de ocurrido el “accidente”. El suceso se había producido a última hora del viernes 19 de noviembre, en Eva Perón al 7800, en la intersección con Kay. En ese momento, dos adolescentes, Yoana Frassi de 16 años y Belen Liste, de 17, fueron atropelladas por un motociclista cuando cruzaban la calle. Yoana falleció y Belén fue internada en el Heca donde estuvo hasta el lunes, cuando fue derivada a un centro de salud privado con politraumatismos, aunque por estas horas evoluciona favorablemente.
Según los familiares de la víctima, el vehículo circulaba a alta velocidad y sin luces encendidas. En diálogo con este medio, el hermano de Yoana, Martín Frassi, sostuvo directamente que quien conducía la moto que atropelló a la joven estaba corriendo una picada. Martín aludió a “rumores” que circulan en el barrio desde hace tiempo. “Siempre se corren picadas acá, y son siempre los mismos”, dijo.
En tanto, desde la comisaría 17ª, con jurisdicción en la zona, dieron otra versión. El titular de la seccional, Norberto Peyronel, indicó a este diario que “no hay testimonios contundentes” que digan que en el barrio se corran picadas, “o al menos eso no consta judicialmente”. El comisario uniformado admitió que el conductor de la moto “venía fuerte”, ya que al momento de la colisión el semáforo ubicado sobre Eva Perón se encontraba “aparentemente, en verde”.
“Cuando uno viene, por utilizar un ejemplo, a 80, y el semáforo te habilita para cruzar, generalmente no detiene la marcha. Tal vez por eso podría haber venido a alta velocidad”, explicó Peyronel.
A pesar de algunas divergencias en los testimonios, el titular de la comisaría 17ª y Frassi coincidieron en que el conductor que embistió a Yoana, un joven de 19 años, venía de correr una picada, pero no en Fisherton sino en el “circuito” de Ovidio Lagos al 6800. Se trata de un espacio de 250 metros, una normalmente desolada calle de tierra que se torna muy concurrida los fines de semana. Allí van los “amantes” de las picadas que hay en la ciudad, pese a que, según “profesionales” de ese “deporte”, tiene pésimas condiciones de seguridad.
De números y circuitos
De acuerdo a datos de archivo, en los últimos 14 meses, durante la gestión del ahora ex director de Tránsito del municipio, Mauricio Malano, se incautaron en seis megaoperativos –se hicieron cada dos meses– 247 vehículos en momentos en que sus ocupantes se aprestaban o ya se encontraban corriendo carreras ilegales. De ese total, 190 infracciones fueron cometidas por motociclistas. La gran mayoría de las contravenciones fueron detectadas en la zona norte de la ciudad. El lugar más concurrido hoy por los jóvenes para correr es la costanera, en Avenida Colombres entre Puccio y Gurruchaga. Basta darse una vuelta cualquier miércoles por la noche o algún fin de semana en la tarde por la zona para conocer una movida que entre participantes y curiosos reúne a cientos de pibes, quienes hacen alarde de la velocidad en medio de ocasionales automovilistas y transeúntes. El otro espacio de cierta masividad y reconocido por todos es el circuito de manejo ubicado frente al Hospital de Niños Zona Norte, más conocido como La Zapatilla. “Son siempre los mismos los que corren, van cambiando de un lugar a otro”, explicó Malano, quien hace algunos días debió renunciar al cargo.
Pero esos no son los únicos lugares. De acuerdo a varias fuentes consultadas por este medio actualmente existen al menos otros tres sectores de la ciudad donde con asiduidad se realizan corridas ilegales.
A finales de 2008, Tránsito había incautado varios rodados en Avellaneda y Circunvalación. Quienes están en el ambiente sostienen que hasta el día de hoy en el lugar las corridas continúan. En tanto, en el marco de las infracciones descriptas anteriormente, el 29 de abril pasado, la Guardia Urbana Municipal (GUM) secuestró seis motos «preparadas para picar” que estaban en el interior y en la puerta de un local ubicado en bulevar Avellaneda al 1900. Los vecinos denunciaron por aquel entonces que también en la zona «se corre» y que las motocicletas eran «arregladas» en el mismo comercio que fue cerrado.
Finalmente, distintas fuentes consultadas (incluso desde la propia Dirección de Tránsito) remarcaron como otro lugar de carreras ilegales la zona de Camilo Aldao entre Amenábar y Rueda, en la zona sudoeste.