Esa mañana Laura se preparaba para ir a trabajar mientras sus dos hijos dormían. Tenía 27 años y esperaba la llegada de una vecina para dejar los niños. En un momento se topó con Jonatan Ezequiel Olivera. El hombre se abalanzó sobre Laura, ella intentó defenderse pero la atacó ferozmente. Su cuerpo quedó inerte, tendido en el piso. Quizás el ruido que generó la situación despertó a la niña de 4 años que corrió en busca de su mamá pero se topó con la crueldad personificada en un hombre que no dudó en matarla a martillazos. Desde la habitación, su hermanito fue testigo del asesinato de su familia con apenas 7 años. Atinó a meterse debajo de la cama, lo que le salvó la vida. En un juicio oral y público Olivera fue condenado a prisión perpetua por homicidio criminis causa y ayer la Cámara Penal confirmó la condena. Según trascendió hubo momentos de tensión en la sala cuando algunos gritos de la familia del homicida se dirigieron a los de la víctima. Cristina Ojeda, madre de Laura y abuela de Mía, luchó incansablemente para lograr un falló en el caso. Incluso acampó frente a Tribunales cuando Olivera se escapó de la comisaría.
En villa La Lagunita estaba el hogar de Laura. Era sostén de hogar y con dos niños pequeños – por ese entonces de 4 y 7 años – le daba pelea a la vida para sacar sus hijos adelante. Con una vida austera no tenía cosas de gran valor pero eso a Olivera no le importó. Con la ayuda de Claudio Maximiliano López, alias Muqueño –que aceptó un acuerdo abreviado y fue condenado a 10 años de prisión por su participación en el hecho–, entró en la casa de Laura por la ventana. Sorprendió a la mujer y la metió al baño. Comenzó a golpearla y darla contra lo que había en el baño hasta que la mató.
Sus gritos despertaron a sus hijos. Según la acusación Mía se levantó, se puso un pantaloncito y salió de la habitación. Su hermanito contó en Cámara Gesell que gritó el nombre del agresor: “Salí Jony, ya te vi que sos vos”. La niña lo conocía, vivía a metros de su casa. Olivera agarró un martillo y la mató a golpes. Tomó un mantel de la casa y se llevó lo que encontró a su paso. Saltó por los techos y algunos vecinos lo vieron salir. Incluso la mujer que llegaba a la casa para cuidar los niños.
Olivera fue detenido ese mismo día. Pero algunos meses después se escapó de la comisaría. Cristina movió cielo y tierra para que lo recapturaran; incluso plantó una carpa frente a Tribunales. Finalmente llegó el juicio que se hizo en forma oral. Allí los jueces Marisol Usandizaga, María Isabel Mas Varela y Edgardo Fertitta lo condenaron a prisión perpetua por doble homicidio criminis causa. La defensa apeló el fallo y solicitó la nulidad de la sentencia, pero los argumentos no alcanzaron para convencer a los vocales Gustavo Salvador, Bibiana Alonso y Gabriela Sansó.
La Cámara Penal confirmó la sentencia, descartó la hipótesis de la defensa sobre la autoría en cabeza de otras dos personas y rechazó todas las nulidades planteadas. Para los vocales, la prueba angular fue el testimonio del niño en Cámara Gesell. A ello, sumaron los dichos del padre del chico sobre esa fatídica mañana y de los vecinos que vieron escapar al hombre de la casa.