El panorama político nacional ha cambiado: la eliminación del proyecto reeleccionista acomodó los jugadores políticos o al menos a quienes pretenden serlo. Ya nadie se ruboriza al expresar públicamente sus ambiciones presidenciales. Se alzó la barrera. El 2015 los espera. Nada ni nadie es igual, porque la sociedad no es la misma.
El primer mensaje que ésta le expresa a los políticos tiene que ver con estética o contenido. Finalmente, la corrupción ha perforado a la indiferencia y hoy cotiza mucho más que una cara marketinera. Es cierto que la inestabilidad económica producida por la inflación ayuda a evaluar prioridades. No es fácil zambullirse en los problemas sociales, pero todo candidato que desee ser “visto” tendrá que intentarlo. Deberá además analizar los errores estratégicos propios o ajenos.
Todo candidato presidencial no podrá repetir el error de Eduardo Duhalde cuando no tuvo candidatos a gobernador en las provincias argentinas. Creyó que con Buenos Aires alcanzaba. También es cierto que sin Buenos Aires no se puede. Macri debe anoticiarse de ello.
También debería replantearse (si es que verdaderamente lo cree) que una alternativa política no se construye como un tema generacional o de antigüedad. Resulta paupérrimo para el destino de un país pensar que logrará dar felicidad a su pueblo porque son jóvenes o porque nunca participaron en política. Esto resulta tan pernicioso en el tiempo como la reelección eterna o la corrupción permanente. La política y la sociedad necesitan propuestas serias.
El imbatible Daniel Scioli fue uno de los grandes perdedores del pasado 11 A, al otrora pujante club de los gobernadores le fue muy mal electoralmente. Con su traje de amianto político fue derrotado y sin participar por un grupo de intendentes; no alcanzó su sociedad con la presidenta, quien dos años atrás arrasó con el 54 por ciento y él mismo con un 55 por ciento. La primera conclusión es que la enorme cantidad de dinero volcado desde Acción Social o desde el ministerio de Julio De Vido o el Inaes (organismo nacional para el cooperativismo), lejos estuvo de garantizar la victoria.
Scioli dejó con el teléfono en la mano al ex jefe de Gabinete Alberto Fernández esperando la ratificación del acuerdo no escrito con Sergio Massa. Hoy puede ser el más notorio interpares a la hora de pretender el 2015. Pero deberá remontar la derrota que seguramente en octubre será más amplia. Nada garantiza que el hijo no querido del kirchnerismo sea el heredero del 25 por ciento.
Ahora bien, hay una característica que puede dejarlo en carrera: Scioli jamás fue agresivo, su estilo de hacer política lo emparenta con Francisco. Recordemos que ha puesto más de dos veces la mejilla. La diputada Graciela Camaño sostiene que los dirigentes gremiales son malos electores, pero es sabido que su estructura es imprescindible para cualquier proyecto grande.
Si, como se menciona, noviembre los encontrará unidos ya que los hechos demostraron que divididos terminan dominados, un dato no menor resultará conocer qué piensan sobre el 2015.
Las 11A produjeron algunas modificaciones en el accionar gubernamental para tener en cuenta, por ejemplo el reconocer que el monólogo no es buen consejero en política permitiéndole concurrir a su candidato Martín Insaurralde a espacios mediáticos no afines al oficialismo.
A propósito del baño de realidad que deben darse los candidatos, el mismo Insaurralde no pudo soslayar el tema de la inflación y de la inseguridad. El cambio en el impuesto a las ganancias también fue producto del 11A, el cual para ser sustentable debería ser tratado por el Congreso. Estos cambios, al igual que el traslado de gendarmes a Buenos Aires, parecen ser mucho más producto de la búsqueda de un efecto electoralista –como dijo el gobernador santafesino, Antonio Bonfatti– que del convencimiento de la necesidad de los mismos.
Massa cuenta con la ventaja de ser el menos desgastado políticamente, pero a su vez es el menos conocido a lo largo y ancho del país. También deberá después de octubre analizar si los apoyos conseguidos hasta esa fecha le son propios y por lo tanto así poder aventurar el 2015; o le fueron prestados para frenar el avance kirchnerista. Entre paréntesis, como dijo en una oportunidad la presidenta: “No se hagan los rulos”. Quien no debería hacérselos en esta ocasión es Cachi Martínez con su acercamiento a Massa, dado que en Santa Fe el massismo, de desembarcar, lo hará de la mano de Martín Gainza.