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Reagan, Galtieri y el minifundio

Los verdaderos titiriteros del golpe de estado son los integrantes del poder económico y ellos siguen haciendo negocios, expresando una impunidad que está por cumplir medio siglo

Por Carlos del Frade

“El 80 por ciento de la contaminación del aire no viene de las chimeneas o los automóviles sino de los árboles y plantas”, dijo Ronald Reagan, en un discurso electoral de 1979, antes de asumir la presidencia de Estados Unidos.
En esa frase además de una fenomenal ignorancia al invertir los términos de la realidad, acusar a la naturaleza de la contaminación del aire, también surge una visión política que luego se hizo pública cuando asumió el gobierno del país más poderoso de la Tierra.

Leopoldo Fortunato Galtieri, aquel general que llevó a la Argentina a la guerra de Malvinas, tres años después de esas palabras de Reagan, se consideraba el niño mimado de los Estados Unidos.

Aquella sensación de tenía Galtieri nació de la colaboración que ofreció desde la comandancia del segundo cuerpo de ejército, con jurisdicción sobre las provincias de Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes y Entre Ríos y sede en Rosario. Había asumido el 12 de octubre de 1976 y fue jefe de la vida y la muerte hasta febrero de 1979. Luego pasó al Primer Cuerpo de Ejército y con el apoyo de las grandes empresas de Santa Fe, logró reemplazar al general Roberto Eduardo Viola como presidente de la junta militar.

En esos tres años en los que fue responsable de la desaparición de 169 santafesinas y santafesinos, Galtieri envió expertos en torturas y guerra no convencional a Nicaragua y otros lugares de América Central, a pedido, justamente, de los Estados Unidos.

Desde entonces, Galtieri y Reagan estuvieron juntos hasta Malvinas. El proyecto que tenía el general “mimado” para ser el presidente electo por el voto popular al término del terrorismo de estado.

Pero esa unidad con Reagan en la colaboración por las formas ilegales de represión, también se manifestaba en la forma de pensar lo ambiental.

Tal como había sucedido con la dictadura encabezada por el general Juan Carlos Onganía, las tierras del norte profundo santafesino sufrieron las decisiones de los comandos del segundo cuerpo de Ejército.

Galtieri decidió privatizar las tierras públicas del departamento Vera y General Obligado y entregárselas a latifundistas y grandes empresas de la región, tal como lo hizo en el Chaco, aunque no fuera ninguno de los interventores que simulaban ser los gobernadores de las provincias.

También volvió a cancelar las obras sobre los bajos submeridionales en el departamento Vera, hecho que todavía hoy genera la extraña contradicción de padecer, en algunos años, la contradictoria secuencia de inundaciones y sequías.

Adiós a los trenes interurbanos

Otro de los hechos que marcó la incidencia de la dictadura en el ambiente santafesino fue la decisión de la eliminación de los trenes de pasajeros interurbanos. Eso generó el crecimiento del parque automotor que produjo, hasta el presente, dos fenomenales daños ambientales: los accidentes viales y la contaminación del aire.

La desarticulación de la Junta Nacional de Granos

Cuando en 1979, el ex gerente de Acindar devenido en ministro de Economía de la junta militar, José Alfredo Martínez de Hoz, decidió sacarle a la Junta Nacional de Granos su monopolio para controlar los embarques por los puertos de agua profunda, no solamente comenzó el proceso que terminaría con la liquidación de los muelles en propiedad estatal si no también la resignación del cuidado de las aguas del Paraná que comenzaron a presentar grandes manchas contaminantes de los efluentes industriales de las empresas que están asentadas desde Puerto General San Martín hasta Pueblo Esther, con el corazón en Rosario.

La deforestación

La deforestación de los montes y bosques naturales de la provincia de Santa Fe alcanzó un volumen que llevó la destrucción del ecosistema original en casi un cuarenta por ciento en solamente seis años.

Latifundios y minifundios

El crecimiento de la concentración de tierras en pocas manos y las migraciones de las familias campesinas empobrecidas por esa decisión política económica, no solamente generó el fenomenal problema ambiental del despoblamiento rural, si no también el crecimiento del mal de Chagas que se convirtió en una enfermedad endémica.
Fue elocuente, en este sentido, el cambio de política institucional en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el estratégico INTA, donde la asistencia al minifundio desapareció y su rol terminó siendo de pasamanos del conocimiento y la tecnología a los diez ganaderos más importantes de cada región, como bien señalan las investigaciones sobre este momento tan dramático de la historia argentina en general y santafesina en particular.

La mortalidad infantil y los negocios que continúan

La mortalidad infantil llegó a un treinta por ciento en ciertos sectores de la provincia de Santa Fe al término de la dictadura y como consecuencia de la todavía vigente ley de inversiones extranjeras, las firmas multinacionales pudieron generar actividades contaminantes químicas que tiene efectos todavía en el presente, especialmente por fábricas vinculadas a las actividades de las curtiembres y las relacionadas con la producción de baterías en base a plomo.

La desaparición de la llamada Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano que había creado el peronismo en 1973, generó la subordinación del cuidado del ecosistema a los dueños de los negocios basados en el agronegocio.

Estas continuidades de la dictadura en el presente no parecen ser casuales. Los verdaderos titiriteros del golpe de estado son los integrantes del poder económico y ellos siguen haciendo negocios, expresando una impunidad que está por cumplir medio siglo.

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