El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) concluyó este martes las tareas de excavación y exhumación en el cementerio de Villa Paranacito, provincia de Entre Ríos, en el marco de la causa que investiga los denominados «vuelos de la muerte», con el objeto de identificar posibles víctimas de este procedimiento utilizado durante la última dictadura para la desaparición forzada de personas.
Fuentes judiciales le comentaron a Télam que por medio de este procedimiento que se inició ayer por orden del juez federal de Concepción del Uruguay Pablo Seró, se extrajeron restos de siete cuerpos que estaban depositados en esa necrópolis.
En un principio se iban a buscar nueve tumbas, pero tras analizar la información con Román Venencio, quien trabajaba como sepulturero del cementerio de esa localidad del sur entrerriano durante la última dictadura cívico militar, se decidió trabajar en siete.
Voceros judiciales indicaron que los peritos del EAAF encontraron restos humanos en las tumbas excavadas y algunas prendas, de las cuales tratarán de extraer restos genéticos para cotejarlos con el banco de datos que administra esa identidad y determinar si pertenecen a detenidos desaparecidos.
Venencio declaró el pasado 2 de marzo ante el juzgado federal de Concepción del Uruguay, y tras su testimonio, Seró ordenó señalizar el lugar para llevar a cabo esta exhumaciones como parte de la causa por los «vuelos de muerte» en el delta del Paraná.
La fiscal federal Josefina Minatta, a cargo de la instrucción, consideró que el testimonio «es fundamental para el avance de la investigación» a partir de los elementos que se encuentren en estas excavaciones.
El trabajador del cementerio relató que, durante los años de la dictadura, personal de la Policía y de Prefectura Naval Argentina en varias oportunidades le llevó cuerpos de personas fallecidas.
Explicó que se los dejaban tirados en el muelle del cementerio, sin cajón, sin identificación y sin ningún tipo de cuidados, para que él los enterrara.
El EAAF, que ya estuvo hace quince días inspeccionando el lugar, buscará en principio en las sepulturas señaladas y sobre las cuales la fiscal Minatta solicitó medidas cautelares de no innovar.
En función de las labores que realicen, los antropólogos evaluarán si es necesario excavar y exhumar cuerpos en alguna otra área.
Además de estas exhumaciones que comenzarán mañana, la Justicia federal ordenó señalizar tumbas en el cementerio de Ibicuy, donde podría haber más víctimas de los vuelos de la muerte enterrados como NN.
Los testimonios de los pobladores de Villa Paranacito, en Entre Ríos, que fueron relevados por un trabajo periodístico tras años de silencio, resultaron determinantes para impulsar el avance de la investigación judicial sobre «los vuelos de la muerte» en esa zona del sur de Entre Ríos.
Con la derogación de las leyes de punto final, obediencia debida y los indultos, un testigo de identidad reservada se presentó en 2003 ante un juzgado de instrucción de Gualeguaychú y contó un hecho relacionado con lo que sucedía en esa zona, ubicada en las islas del Ibicuy.
Fuentes allegadas a la causa contaron que se trataba de un policía (hoy retirado) que por esos días estaba de novio con una chica, cuyos padres le contaron que habían enterrado un cuerpo que había aparecido dentro de un barril metálico de 200 litros, relleno de cemento, y que presumiblemente había sido arrojado desde un avión.
La justicia no pudo avanzar con el testimonio de este efectivo -y prefiere no dar a conocer su identidad- porque su novia de entonces negó los hechos cuando se la convocó a declarar, y se supo que la mujer está casada con un integrante de la Prefectura Naval que revista en la localidad de bonaerense de Zárate.
El declarante decidió contar su historia y le reveló los hechos al periodista Fabián Magnotta, quien en base a ese relato comenzó una investigación sobre casos similares que durante décadas habían sido silenciados en esa parte del Delta del Paraná.
Con los testimonios de lancheros, hacheros, obreros rurales y docentes, Magnotta compuso el libro «El lugar perfecto», que se publicó en 2012 y que devela historias que durante años estuvieron «silenciadas por el miedo de los pobladores».