Por: Romina Calderaro/ Télam
Al ser humano le cuestan los cambios y al principío era fácil resistirse. Cuando aparecieron los primeros teléfonos celulares (en Argentina, a fines de 1989, con la empresa Movicom) negarse a tener uno era perfectamente normal, un natural acto de neofobia.
Pero, créase o no, por la convicción de que generan una dependencia malsana o de que disminuyen el contacto humano; hay gente que aún hoy (que la mayor parte de las personas se vuelve a buscar el móvil a su casa si se dio cuenta de que se lo olvidó porque lo considera una extensión de su cuerpo) siguen eligiendo no tener uno y comunicarse por otros medios. Son una minoría intensa que tiene muy claro por qué no quiere el aparatito en su vida cotidiana, pese a que hoy en Argentina hay más líneas de celulares (unos 55 millones) que habitantes.
Hombres de letras pero sin celulares
El periodista Víctor Hugo Morales es una de las personas que elige, pese a la intensa actividad que hace a diario, no usar telefonía móvil. “Nunca tuve la necesidad de tener un celular, me acostumbré, lo viviria perdiendo y me asusta el crearme una dependencia como la que veo en los demás”, dijo a Télam.
A esta dependencia se refirieron todas las personas consultadas. Y razón no les falta porque la adicción al celular ya fue definida con el neologismo «nomofobia».
“No sé si es resistencia o negligencia, no creo que sea una virtud o un defecto, tal vez lo rechazo por instinto de conservación, me volvería un adicto irreparable…o tal vez sea una excusa», dijo el escritor y periodista Rodolfo Braceli, que a sus 82 años sigue prefiriendo comunicarse por mail o teléfono de línea.
Reconoce que se queda «muy afuera» del mundo porque son rara avis quienes como él, pero, poeta al fin, dice que no tener celular «te convierte en una especie de Dios de los demás».
Lo explica así: «Te convertís en una especie de Dios de lo demás, ves cómo cruzan la calle y se juegan la vida por la huevadita ésta. Y la verdad es que aunque sea un lugar común, estamos más incomunicados que nunca. Sí, el que mira a otro sin ser mirado es una especie de Dios», poetiza el escritor.
No es que el mendocino Braceli nunca haya tenido contacto con teléfono celular. Cuenta que en la época que se habían puesto de moda los partos en las casas, él estaba escribiendo una nota sobre el tema y tenía que estar comunicado con las mujeres que estabas a punto de dar a luz.
Lo intentó en otras ocasiones. «He tenido tres celulares y no hay caso, tengo que pedir indicaciones a mis nietos y me las dan a una velocidad en la que cada vez entiendo menos», se rió.
El historiador Norberto Galasso pertenece al mismo club. “No uso comunmente celular. Me pasa que voy a un café y veo a una pareja de enamorados, cada uno mira su celular en vez de mirarse entre ellos», explicó.
Claro que no deja de reconocer las ventajas de la tecnología. «Por un lado es un gran progreso desde el punto de vista de las comunicaciones, pero significa una disminución del contacto humano bastante importante”, opinó Galasso.
Y agregó que “como todo progreso, cuando se hace una necesidad te convierte en una esclavo. Además, va unido a las redes sociales, al uso de la compu, yo trabajo con la compu, pero tampoco quiere quiero somerterme a ella. El avance de la tecnología nos desubica un poco. La gente de la vieja guardia está perdida”.
Las personas mencionadas hasta ahora son conocidas, pero también hay ciudadanos de a pie que eligen no tener celular.
Como Alejandro Martínez. Contador, 70 años, dijo a Télam por qué prefiere no tener móvil, y las ventajas y desventajas de su decisión.
«Pienso que puede ser alienante y generar dependencia. Claro que tiene ventajas: facilita la cantidad de personas con las cuéles contactarse y la rapidez del intercambio, lo cual no significa la creación de lazos profundos. También permite la posibilidad de contactarse en situaciones de premura», dijo.
Pero si no tiene es porque le pesan más las que visualiza como contras. «Se imposibilita tener cierto aislamiento si se lo quiere. Mi impresión tiende a pasar de una visión de exceso de uso del celular a un facilitador de la comunicación y de la información. Tal vez la gente que puede ser atropellada hablando por celular sea la misma que se aboca a cualquier actividad en exceso sin prestar atención a lo que la rodea», reflexionó sobre los riesgos de estar muy pendientes del teléfono.
Qué es la Nomofobia
Las personas que eligen no tener celular, tal vez sin saberlo, quieren hacerle «oleeee» a una fobia que requirió la creación de un neologismo para poder ser nombrada.
La nomofobia es un trastorno de ansiedad asociado al miedo de quedarse sin teléfono móvil, ya sea, cuando se le agota la batería, se queda sin cobertura, no se encuentra el dispositivo móvil o se es separado de él.
Deriva del inglés nomophobia (acrónimo de no-mobile-phone-phobia) significa “fobia de quedarse sin teléfono móvil” y es un nuevo tipo de fobia causada por la actual dependencia excesiva al teléfono móvil o dispositivos afines convirtiéndose en “esclavos del celular”.
Y la fobia es un trastorno social emocional o psicológico por el miedo hacia algo o alguien. En este caso, la nomofobia es el miedo a la separación o la falta del celular que conlleva los siguientes síntomas: ansiedad, taquicardia, dolor de cabeza, dolor de estómago, pensamientos obsesivos, insomnio.
Los que capitularon
Muchas personas conocidas hasta relativamente poco no tenían celular, lo cual habla de una resistencia muy larga. Finalmente capitularon en los últimos años porque ya sentían que las contras de no tenerlo eran más que las ventajas.
Un avezado periodista conocedor del universo del hampa contó a Télam la anécdota de cómo terminó atrapado en el mundo del aparatito un experimentado delincuente que no lo tenía por motivos bien distintos al temor a crear dependencia.
«Un viejo ladrón decía que para delinquir no había que tener amante ni celular. Que eran dos trampas para el ladrón de raza. Había robado bancos, blindados y empresas. Estuvo en asalto el Banco Río y no cayó. Porque el celular es seguido por los investigadores. Para comunicarse con él había que mandarle un mail. Ahora claudicó», contó.
Pero salvo la minoría intensa de rebeldes al móvil casi nadie se quejaría de que le regalen para su cumpleaños un celular último modelo. La sociedad no puede parar el tiempo que obliga a subirse al tren de la tecnología.
Pero tal vez pase con recibir un celular de regalo lo mismo que opinaba el gran Julio Cortázar sobre que a uno le obsequien un reloj. En «Instrucciones para dar cuerda a un reloj» el autor de «Rayuela» escribió al respecto: «No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj».