La intendenta Mónica Fein está convencida de que se agotó un ciclo en las áreas de control y seguridad ciudadana. Meterá mano para hacer modificaciones. Quiere, además del cambio de funcionarios, darle un profundo giro al enfoque sobre estas áreas a las que proyecta más en sintonía con los profundos cambios sociales y culturales que impactan muy fuerte en la convivencia y el desenvolvimiento cotidiano de centros urbanos de tamaño intermedio como Rosario.
Esas reparticiones de la administración municipal mostraron grietas y estuvieron sometidas a fuego cruzado todo el año. Desde los prostíbulos encubiertos hasta la muerte en el parque de diversiones, fueron escalando hasta estallar demasiado cerca de la intendenta, en la Secretaría de Gobierno. El propio Fernando Asegurado tuvo que pasar una prueba de fuego frente a los concejales a semanas de las elecciones. Ocurre que Gobierno es la secretaría política del Ejecutivo, pero también tiene bajo su órbita áreas de control que son un polvorín.
En diciembre, una vez que el Ejecutivo tenga claro por dónde pasarán los acuerdos de gobernabilidad que necesariamente deberá construir con sectores de la oposición y la evolución de las con-versaciones con los aliados del Frente Progresista, la intendenta definirá el resto de los cambios de gobierno, en este caso de carácter más político.
La intendenta gobernará los próximos dos años con 8 de 24 concejales. Ahora tiene 9 de 22. El escenario es más complicado, pero el socialismo, salvo excepciones muy cortas de tiempo, gobierna desde 1989 siendo primera minoría.
Al margen de las interpretaciones sobre si le fue mejor o peor al socialismo en las urnas, los espacios opositores no lograron instalar una figura candidateable que de antemano esté en condiciones de discutir el poder al socialismo. No quiere decir que no vaya a haberla, pero no surgió en esta instancia.
El caso más explícito es el de Jorge Boasso. Confiado, el radical pidió el voto para entronizarse como candidato a intendente en 2015. Le fue mal, los números marcaron un retroceso importante: quedó cuarto y a distancia en la grilla general y con tendencia a descender de forma proporcional al crecimiento del PRO. Si bien le alcanzó para colocar dos bancas, desde ese punto de vista el negocio fue de los radicales de la universidad, que ingresaron a Sebastián Chale al Concejo. Boasso volvió a comprobar que la oposición por oposición misma sólo le sirve para perpetuarse en el Concejo, vaya por dentro o por afuera del Frente. A quienes cultivaron otros perfiles de oposición, como el PRO y Cavallero, les fue bastante mejor.
El peronismo, por su parte, ratificó que no visualiza un dirigente en la ciudad capaz de superar el techo del aliado Héctor Cavallero.
Y el PRO, que tendrá seis bancas (aunque falta ver qué posición adoptan los justicialistas Diego Giuliano y Carlos Cardozo), está en proceso de desarrollo. Roy López Molina o Anita Martínez, figuras que cosecharon un número de votos que puede animarlos a una candidatura a intendente, no parecen, hoy por hoy, en condiciones de hacer peligrar la preferencia del electorado por las alternativas que genera el socialismo.
Bonfatti en clave de futuro
Sin dejar resquicios para dudas y cabildeos, el gobernador Bonfatti oficializó la designación de Mario Drisun en reemplazo del ministro de Salud Miguel Cappiello, que será concejal de Rosario. El viernes también se produjo el cambio en la Secretaría de Justicia, donde se nombró a Mariano Candiotti (salió un radical, entró otro radical). No pueden descartarse otros cambios, pero está a la vista que el gobernador apuró el ajuste de los equipos de gobierno para luego concentrarse en temas de la gestión en este orden: el inminente debate por el presupuesto provincial 2014, el proyecto para tomar deuda para financiar obras de infraestructura y la convocatoria a una reforma constitucional. Además, esta semana el gobernador vetará la ley con modificaciones que el justicialismo y el PRO le hicieron al Fondo de Obras Menores, una caja de 500 millones al año sometida a la permanente presión de jefes comunales, legisladores y el gobierno.
La Casa Gris leyó el sólido triunfo electoral como un respaldo indirecto a la gestión. La llegada de un socialista cercano al gobernador como Drisun a Salud consolida la idea de un gobierno com-pacto, heredero de la línea partidaria liderada por Hermes Binner. ¿Buscará también este gobierno encontrar en sus propias filas un sucesor como Binner hizo con Bonfatti? ¿O solamente está in-tentando moldear un candidato para competir en alguna de las ocho categorías electorales que se disputan en 2015? ¿Está en discusión la candidatura “natu-ral” a gobernador de Miguel Lifschitz? ¿El socialismo marcha hacia un escenario como el de 2011? No son preguntas que tengan la intención de sembrar cizaña ni instalar hipotéticas candidaturas; son interrogantes concretos sobre los que hoy se conjetura en todas las jerarquías del oficialismo e impregnan a los aliados del FPCyS, al resto de la política provincial y al periodismo. El mismo gobernador abonó este escenario cuando, consultado sobre el tema, se limitó a decir que aspiraba a que en 2015 hubiera un precandidato socialista. No dijo quién.
Senadores, primero lo urgente
Tres días después de las elecciones los senadores provinciales del justicialismo hablaron de reunificar los dos bloques que los dividen. Se dijeron que esa sepa-ración, ocurrida a la luz de los primeros alineamientos en función de la sucesión presidencial de 2015, ya no tiene sentido. Ahora lo urgente es discutir el futuro del justicialismo santafesino, que otra vez salió tercero y lejos. Y para eso se preparan.
Desde que el peronismo perdió la Gobernación y las intendencias de Santa Fe y Rosario, los senadores son el principal núcleo de poder del PJ, como lo confirma el trato de interlocutores premiun que les dispensa el Poder Ejecutivo.
Aun cuando a algunos les puede gustar más Daniel Scioli, otros prefieran un kirchnerista de paladar negro y otros a Sergio Massa, el instinto de supervivencia es lo que moviliza y une a los senadores.
Entonces, si en las próximas semanas se concreta la reunificación no habrá que leerla en clave de trabajo legislativo, ni de alineamiento con las corrientes nacionales que disputarán la sucesión de Cristina, sino como el abroquelamiento de un núcleo de poder que se prepara para la áspera discusión que se viene en el PJ provincial.
Las elecciones no alteraron el estado de cosas. El peronismo santafesino es un compendio de liderazgos políticos y territoriales parciales, ninguno capaz de volcar la balanza a su favor, al menos por ahora. Dos potenciales candidatos a la Gobernación en 2015, Omar Perotti y María Eugenia Bielsa, necesariamente deberán crecer, cerrar filas con todas o al menos la gran mayoría de las partes del archipiélago peronista.
No es tarea sencilla. Una luz amarilla de alerta se encendió el domingo en la retaguardia de Perotti cuando el peronismo rafaelino perdió la elección de concejales en manos del Frente Progresista. Y María Eugenia Bielsa tiene va-rios, quizás demasiados, frentes abiertos en el justicialismo.
No se puede descartar a Agustín Rossi, cuya figura crece en el contexto del oficialismo nacional. Su cuota de poder en Santa Fe se consolidó, no por mérito propio porque no fue candidato, sino porque el resto patinó, repitiendo resultados que se suponía eran culpa de que él era un mal candidato.
Por todo esto los senadores provinciales peronistas hablaron de lo que hablaron pocas horas después de las elecciones. El objetivo de máxima de estos caciques es convertirse en la isla más grande del archipiélago, ser punta de lanza de lo que llaman “un proyecto serio para el PJ provincial” y, quizás, si les da el cuero, hasta proponer un precandidato a gobernador en 2015. El objetivo de mínima, evitar que les impongan reglas de juego. O, peor aún, que les planten competencia en sus respectivos departamentos.