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Reclamos del mundo joven en foro global

Delegados de países árabes plantearon sus demandas en Ginebra.

Jóvenes de Egipto, Yemen, Túnez y Argelia detallaron ayer en la Organización Internacional de Trabajo (OIT) la lucha que aplican contra los regímenes de esos países en el panel especial de la Conferencia Anual, que culminó con un dramático pedido a la comunidad internacional de la exponente yemenita y un encolerizado derecho a réplica de la delegación gubernamental egipcia, que consideró que los hechos expuestos “son falsos”.

Samera Abdullah, periodista de Yemen, se manifestó optimista sobre las revueltas sociales para terminar con “un régimen que oprime desde hace 33 años, que destruyó el país, pero “ahora se acerca el cambio porque los jóvenes están dispuestos a fomentarlos” y a “sacrificar sus vidas para las futuras generaciones”.

Marouen Cherif, coordinador de la Comisión de Jóvenes Trabajadores de la Unión General del Trabajo de Túnez, sostuvo que el movimiento juvenil y la sociedad tunecina reclaman cambios para terminar con el 50 por ciento de desempleados, de los cuales el 91 por ciento son personas con enseñanza superior, en un país donde sólo el 17 por ciento son activistas y un 70 por ciento no vota, escenario que “generó una toma de conciencia y permitió la revolución”.

Nazly Hussein, una joven psicóloga egipcia, describió que en enero pasado en Egipto la gente “optó por pedir reformas políticas”, tres días después “comenzó a exigir justicia social” y ahora quiere “un programa para la democracia”.

Wissam Khedim, militante del Sindicato de Personal de la Aviación Civil de Argelia, explicó que allí la situación no se asemeja a la de Túnez y Egipto sino que “a través de los gremios se procura el diálogo” en el convencimiento de alcanzar una “transición progresiva”, ya que “una revolución no se puede controlar y puede alejarse de los objetivos”.

Al ser consultados sobre el disparador de estos movimientos de protesta, Samera contestó que en Yemen se desea “un estado moderno para alcanzar todas las reivindicaciones”, en “una sociedad tribal con el 75 por ciento de la población analfabeta y viviendo sin derechos en tugurios intolerables”. Marouen, por su parte, explicó que en  Túnez, el movimiento se inició “por razones puramente económicas. El poder adquisitivo había bajado y primaban por otra parte fortunas escandalosas. Había un desarrollo a dos velocidades, crecía la costa y el interior no tenía adelantos”.

En cambio, en Egipto “hay un problema económico”, pero también otras “reivindicaciones no satisfechas”, dijo Nazly, quien sin embargo resaltó que si no se ofrece solución a los problemas de la economía “la situación puede empeorar”.

Una última pregunta sobre qué necesitan esos países de la comunidad internacional y de organismos como la OIT tuvo respuestas casi unánimes de los jóvenes respecto de la falta de conocimiento de sus sociedades y sus necesidades.

Marouen reconoció que Túnez recibió ayuda del G-8 pero advirtió que el país “no necesita liquidez” sino que los organismos como la OIT “monten programas de capacitación para promover empleo”, en tanto Wissam pidió a los países desarrollados que dejen de “alentar la corrupción y la huida de capitales” y se hagan cargo de su cuota de responsabilidad por la pobreza.

“Quisiéramos que los organismos multilaterales ejerzan presión para que su ayuda no sea desviada, que los países donantes controlen esa ayuda, porque el régimen en Yemen utilizó esos fondos para beneficio propio”, reclamó Samera, quien protagonizó el momento más dramático al romper en llanto y clamar por apoyo de la comunidad internacional.

Antes de comenzar el panel, el director general de la OIT, Juan Somavía, había manifestado que “la situación de los jóvenes es  inconcebible. Hay 81 millones de ellos desocupados, el nivel más alto registrado. Una gran parte de la población mundial tiene ingresos diarios de 1,25 dólares, en un modelo ineficiente en el que los jóvenes quedaron rezagados”, precisó.

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