“A la vuelta, frente al Hotel Mayoral, había anoche 60 policías durmiendo. Y acá no pasa uno ni por casualidad. La situación no da para más. Estoy desesperada porque es como si Joaquín fuera un hijo mío. Era un amor de chico. Esto no puede ser”, dijo este miércoles desconsolada una vecina de Arroyito horas después de que asesinaran a Joaquín Pérez, un muchacho de 34 años que hacía poco se había casado y tenía una hija de dos años.
Al joven, arquitecto, le dispararon en Muñiz al 1200, a la vuelta de su casa, unos 100 metros al oeste de donde arranca bulevar Rondeau. Iba a guardar su auto en una cochera cuando lo abordaron, según las presunciones de los investigadores, para robarle el vehículo.
Los habitantes del lugar coincidieron en cuestionar el accionar de la policía y los servicios de emergencia. “Ya no se puede vivir así, Juan B. Justo al 1700 balearon a un vecino para robarle el auto. 15 minutos tardó la ambulancia mientras agonizaba en el piso. Tres patrulleros llegaron para pararse a mirar. Vecinos médicos actuaron, vecina haciendo RCP. Nunca viví un momento tan horrible”, posteó un residente de la zona en Twitter.
Asesinaron a un hombre de 34 años en Arroyito cuando estaba por guardar su auto en una cochera
«Le tapamos las heridas. Lo ayudamos lo mejor posible, pero acá no funciona nada. Lo único que funcionan acá son los delincuentes y los asesinos. Era un chico muy trabajador, con una señora que estudia y trabaja, con una beba», agregó otra mujer. Y señaló que ella misma había llegado hasta su casa minutos antes. «Si no le tocaba a él, me tocaba a mí. Estamos abandonados», resumió el sentimiento que compartieron todos los que hablaron.
Los reclamos, las expresiones de dolor y la sensación de impotencia se multiplicaron ante la presencia de medios de comunicación en el lugar. “Escuchamos los gritos y salimos a la calle. Joaquín había llegado corriendo porque tiene la cochera a media cuadra de su casa. Intentamos reanimarlo. El vivió toda su vida acá”, relató otra vecina.
«Era una belleza de persona. Tenía una criatura de dos años que querían que no escuchara lo que estaba pasando. A los funcionarios no les importa. ¿Ustedes creen que van a venir a ayudar? Joaquín es un número más», reprochó otra habitante de esa zona de Arroyito.
Joaquín, un joven arquitecto padre de una nena de dos años, asesinado a balazos
«Atiné a llamar a la Policía. Estaba agonizando. Vi el cuerpo de mi vecino al que crié, podría ser mi hijo. Estaba tirado en la vereda como un cacho de carne. Es algo que se podría haber evitado», añadió otra vecina.
El cuadro de desprotección frente al delito fue una de las constantes en los testimonios de los habitantes: «Nos cuidamos entre nosotros, tenemos grupos de WhatsApp, alarma comunitaria. Y hasta colocamos cámaras», dijo una vecina. Y agregó, como otras y otros: «No hay presencia policial en Arroyito».
«Era mi hijo del corazon. Caminó dos cuadras agonizando. Mi hija lo tuvo agonizando en sus brazos hasta que llegó el sies. Nadie lo socorrió. Te amamos, Joaquin», publicó en Facebook una familiar del muchacho. Son varios los testimonios del mismo tenor en las redes sociales. «Era, es, mi cuñado, el papá de mi sobrina y esposo de mi hermana. Uno siempre piensa que no nos va a tocar. ¿Por qué sería así? Y la respuesta es sencilla: porque no somos dueños de nada, ni de nuestro futuro. Estamos a merced de asesinos que juegan a la ruleta rusa con nuestras vidas y la de nuestros hijos. Mi familia, y la de todos lo que pasan por estas atrocidades a diario, destruidas. Las almas partidas para siempre. Que no seamos un número más. Si hubo alguien que honró esta vida, fue Joaquín».
«Soy arquitecto recibido de la UNR. Bienvenidos a mi página! Aquí podrán ver algunos de mis proyectos realizados con tanta dedicación y compromiso. Pongo todo el esfuerzo y energía para llevar adelante esta profesión que encierra tan maravillosas alternativas y que elegí como forma de vida», encabezaba el muchacho asesinado en la noche de este martes su portal profesional.
A Joaquín lo abordaron en Muñiz al 1200. Es la cuadra donde está la cochera en la que guardaba su Renault Clío, a la vuelta de donde vivía, en Juan B. Justo al 1700. Le dieron tres tiros, dos en el torax y otro en la ingle. Con esas heridas, alcanzó a llegar hasta su domicilio para pedir ayuda. Allí se desvaneció. Las manchas de sangre de sus manos quedaron en la puerta de su casa.
El auto, presunto objeto del robo derivado en fatal agresión, quedó a unos 700 metros del lugar, en Olivé y cortada Flynn. El vidrio de la puerta del conductor estaba estallado. Dentro, había una pistola calibre 40 milímetros. Los agresores abandonaron el Clio con esa arma, que presumen usada para terminar con la vida de Joaquín. El vehículo esta «lleno de huellas», le dijo uno de los investigadores a un cronista.