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Reconocen en dos continentes a rosarino que pinta al Paraná con hiperrealismo

Sus pinturas parecen fotografías y enamoran tanto en la Argentina como en el exterior. Comenzó "copiando" de chico. Vendió su primer cuadro a los 12 años. Trabaja ahora para su próxima exposición, en Londres, el año que viene. Hace dos, ganó un importante premio en Nueva York

El rosarino Gabriel Schiavina entró al universo de la pintura de chico, de manera autodidacta. Su obsesión es el río Paraná, y representarlo de la manera más realista posible. Vendió su primer cuadro de las aguas marrones a los 12 años, y ahora le llega el reconocimiento mundial: su próxima exposición será en Londres, con pinturas «a tamaño real», y con el antecedente del premio conseguido hace dos años en el Chelsea International Fine Art Competition Exhibition, de Nueva York.

El Paraná es su modelo permanente, pero lo enfoca en su naturaleza y en lo que para él significa como patrimonio histórico, documental y ecológico de Rosario.

Gabriel es pintor desde la infancia. “Siempre dibujé, y vendí mi primera obra a los 12 años. Allí me di cuenta que podía dedicarme al arte y ser artista”, recuerda Schiavina. Un médico de la familia había quedado impactado por una de sus pinturas y le ofreció comprársela. Era una copia de un cuadro de naturaleza muerta conocido como “Vanidades de la vida”, de un artista holandés. “Un cáliz vacío tumbado, una espada de mano, una vela apagada, un libro cerrado y un cráneo son algunos de los elementos que tenía este arte clásico del romanticismo”, precisó Gabriel. Le dieron unos pocos pesos, pero fue el inicio de una profesión, cuando copiaba obras de la época para aprender las técnicas que veía en los libros o museos. Eran sus únicas fuentes hace ya 30 años, sin internet.

Después de esa primera etapa de aprendizaje, comenzó a pintar también paisajes marinos.

Schiavina tuvo varios talleres, que mudaba al igual que lo hacía con su vida y sus actividades laborales porque el arte todavía era un hobby más que una forma de vida. “Comencé a estudiar Filosofía y Teología, me quedaron como deuda sólo algunas materias pedagógicas cuando, a los 18 años, decidí dedicarme a la pintura. Tenía cuatro o cinco clientes fijos y a la vez trabajaba en lo que salía», recrea esa etapa. Fue cadete, lavador de autos y trabajó en una gráfica. Después lo hizo en la imprenta de su hermano, hasta que le comunicó la disyuntiva y su decisión: «Le dije que me dedicaba a limpiar los rodillos de la máquinas o a limpiar mis propios pinceles. Mi hermano, que siempre me apoyó, no dudó y me alentó a seguir mi propio camino”.

Una bisagra en la carrera de Schiavina fue conocer a Helmut Distch, a quien comenzó a seguir a través de su cuenta de Facebook. Es un artista plástico argentino que vive en Viena desde hace años. Sus obras se inspiran en puntos extremos de la naturaleza y son plasmadas sobre lienzos de dimensiones monumentales.

Gabriel invitó a Helmut a Rosario a participar de una exhibición de sus cuadros en el bar El Cairo. Distch le retribuyó el convite en 2009: lo llevó a trabajar en su atelier de Viena, donde permaneció tres meses. “Trabajé codo a codo con un profesional, fui aprendiendo la técnica y sobre todo el oficio. Cómo tratar al cliente, cómo meterse en el mercado. Toda la parte de protocolo, marketing y lo social”, señala.

“Desde ahí me dediqué de lleno al hiperrealismo. Siempre había hecho realismo y aprendí la técnica y el estilo que quería para retratar al Paraná y nuestra vida como rosarinos. Fusioné varios estilos, el barroco, el romántico y así surgió lo que se ve en mis trabajos, centrando al río como el eje principal de mi obra”, explica Schiavina.

El artista está convencido y se aferra a la frase “Pinta tu entorno y pintarás el mundo”. Aspira a dejar un legado con su obra basada en el Paraná. “A orillas del río nació la bandera, eso habla de lo nuestro, de la importancia de nuestro río y eso es lo que pongo en valor en mi trabajo”, explica.

Gabriel tuvo un referente muy importante: Raúl Domínguez, el «pintor de las islas» reconocido en la Argentina y en Europa.  “Me crié en su casa y creo que seguí su legado con toda la vida del isleño y del río”, dice Schiavina. Insiste en su objetivo: “Quiero que mi obra sea documental y patrimonial, por toda la carga histórica que trae el río”.

Expuso sus obras en varias geografías. Algunos de sus cuadros, admite, no sabe dónde están, porque pertenecen a colecciones de empresas o particulares y les perdió el rastro.

La pasión, y el trabajo, de Schiavina tuvo otro punto de inflexión en 2017. Se presentó con una sola obra y ganó el primer premio del prestigioso Chelsea International Fine Art Competition Exhibition, de Nueva York. “Esa muestra marcó la diferencia, es una de las mecas de arte y que el Paraná y Rosario, que no tienen nada que ver con ellos, sean reconocidos, también me significó mucho”, dice.

Nuevos proyectos

Junto a su compañera, Penny Agra, trabaja ahora en una nueva serie: 15 cuadros, dos de ellos a gran formato y escala real de todo lo representado, desde un camalote hasta las olas. “Serán cuadros de 4, 5 ó 9 metros, necesitamos mucho espacio y estamos pensando en varios nombres. Nos gusta «Pariente del mar», que es la traducción de la palabra guaraní Paraná. También, «Serie azul», porque jugamos con esas tonalidades del río”, anticipa Schiavina. La exhibición inaugural será en Londres, a mediados de 2020.

El pintor rosarino que sólo piensa en retratar el Paraná

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