Con diversos actos se recordó hoy a Roberto José Mouras al cumplirse el 18º aniversario de su muerte, durante la competencia «Vuelta de Lobos» de Turismo Carretera, oportunidad en la que ganó «post morten» su carrera número 50 dentro del historial de la categoría.
Las ciudades de Carlos Casares, Lobos (donde se encuentra un monolito en el lugar del accidente), distintas peñas de todo el país y la conducción de la ACTC recordaron hoy a Mouras, valorado no sólo por sus cualidades profesionales sino también humanas.
El ídolo de Carlos Casares (nacido el 12 de febrero de 1948), al comando de un Chevrolet acompañado por Amadeo «Huevo» González, en aquella ocasión, venía ganando la carrera cuando imprevistamente se despistó y golpeó contra un talud de tierra, que resultó fatal para ambos.
A partir de aquel 22 de noviembre de 1992, el «Toro» o el «Príncipe», tal como se lo reconocía en el ambiente automovilístico, pasó a ser leyenda, ubicándose entre los grandes del Turismo Carretera con 50 triunfos y tres títulos consecutivos en 1983, 1984 y 1985 con un auto Dodge preparado por la exitosa dupla Omar Wilke-Jorge Pedersoli.
Sólo otro gran ídolo del TC, el recordado Juan Gálvez, logró superarlo con 6 triunfos más y un total de 9 títulos.
Mouras, quien había logrado en 1976 seis éxitos consecutivos con el Chevrolet denominado «7 de Oro», por la pintura publicitaria que llevaba, murió corriendo nuevamente con el «Chivo», tras el especial pedido que le hicieron los dirigentes de la ACTC (Asociación Corredores Turismo Carretera).
Con esfuerzo económico personal y dejando de lado la supremacía que ostentaba con el rendidor Dodge, Mouras volvió a defender la marca con la que siempre estuvo identificado, buscando el cuarto título, frustrado por ese trágico accidente.
Luego trascendieron algunas de las obras benéficas anónimas que Mouras realizaba para distintas instituciones de Carlos Casares, lugar de residencia y otras ciudades cercanas que frecuentaba por su actividad empresarial.
En lo deportivo y ante otro accidente similar que le costó, en 1994, la vida a Osvaldo Morresi (Chevrolet), en este caso sobre caminos de La Plata, la ACTC resolvió no competir más en ruta por razones de seguridad, por lo que comenzó una nueva etapa que resultó exitosa utilizando autódromos para la que se fueron adecuando los autos y los numerosos seguidores que cuenta el TC en todo el país. Años después también se eliminaron los acompañantes.