Alentados por la próxima beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, los salvadoreños conmemoran mañana el 35 aniversario del asesinato del arzobispo, elogiado incluso por sectores duros de la derecha que antes lo satanizaban.
Ya conocido por la voz popular como “San Romero de América”, el arzobispo de San Salvador será beatificado el 23 de mayo en una ceremonia en la plaza Salvador del Mundo de San Salvador, que promete ser multitudinaria.
Esta conmemoración de su muerte, por tanto, es muy diferente. Tras estar el proceso estancado por años, el papa Francisco lo reconoció como mártir de la Iglesia católica el pasado 3 de febrero. “Asistimos a un aniversario más de su muerte, pero ahora sumamente felices porque pronto monseñor Romero será beato; los salvadoreños nos regocijamos porque queremos que su gran figura sea un lazo que nos una como nación”, dijo a la AFP el obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez.
El cardenal panameño José Luis Lacunza oficiará mañana una misa con los obispos del país, en la catedral de San Salvador, donde ayer concluyó una jornada de vigilia tras una procesión, el sábado, de más de 5.000 personas.
Como en cada aniversario, los feligreses colmarán de flores multicolores la cripta de la catedral, donde reposan los restos de Romero.
“No voy a faltar, le voy a llevar sus florcitas a mi pastor, le voy a rezar. Ahora él está a la par de nuestro creador porque es un santo”, dijo a la agencia de noticias AFP Altagracia Reyes de Martínez, de 72 años, una anciana risueña que muy seguido lleva claveles blancos a la tumba.
En escuelas y colegios católicos de la capital, se preparan actos en su honor y colectas de fondos para ayudar a la Iglesia salvadoreña con la organización del acto de beatificación, en el que se esperan miles de peregrinos.
Clamor de justicia
Conocido como “la voz de los sin voz” por denunciar la injusticia social y represión militar, monseñor Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 en plena misa por un francotirador enviado por la extrema derecha.
El crimen, del cual se responsabiliza al fallecido fundador de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), Roberto D’Aubuisson, detonó la guerra civil que desangró a este pequeño país centroamericano entre 1980 y 1992.
Pese a que han transcurrido 35 años del magnicidio, no cesa el pedido de justicia. “El asesinato de monseñor Romero es uno de tantos crímenes ocurridos antes y durante la guerra civil que están impunes, no ha habido justicia debida”, afirmó el procurador de Derechos Humanos, David Morales.
El ex rector de la Universidad Centroamericana (UCA, jesuita) José María Tojeira asegura que no se busca “venganza”, sino un reconocimiento de lo malo que se hizo, pues en todo caso la Iglesia ha perdonado”.
El asesinato conmocionó al mundo. Para honrar la memoria y labor de Romero, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemoró el 24 de marzo de 2011 por primera vez el Día Internacional por el Derecho a la Verdad en relación con las violaciones graves de los derechos humanos y por la dignidad de las víctimas.
La derecha lo desconoció
Desde su asesinato y en los gobiernos de derecha encabezados por el partido Arena, de 1989 a 2009, nunca se reconoció responsabilidad alguna del Estado por la muerte de Romero.
Pero en marzo de 2010, Mauricio Funes, quien se convirtió en el primer presidente de izquierda de El Salvador (2009-2014) bajo la bandera del ex guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), pidió en nombre del Estado perdón a la familia del arzobispo, a la Iglesia y a los salvadoreños por el magnicidio.
El segundo gobierno del FMLN, ahora presidido por Salvador Sánchez Cerén, ya invitó incluso a mandatarios de la región a la beatificación.
Cuando el papa Francisco autorizó el decreto de martirio de Romero, muchos en El Salvador elogiaron esa decisión, incluidos dirigentes de Arena.
“Monseñor Romero es un líder histórico en el país, para nosotros los católicos; es nuestro guía y el líder de la iglesia”, aseguró recientemente el presidente de Arena, Jorge Velado.
El ex presidente Armando Calderón, también de Arena, calificó la decisión del papa Francisco como un motivo de “regocijo en el pueblo católico salvadoreño”.
El ex candidato a alcalde capitalino por Arena, Edwin Zamora, había prometido que si ganaba –finalmente perdió– los comicios municipales y legislativos del pasado 1º de marzo una plaza llevaría el nombre de Romero.
Durante la guerra, y años después, no se podía ni hablar de monseñor Romero. Hoy, hay monumentos y murales, el aeropuerto lleva su nombre y su foto está en la Casa Presidencial.