Hay consenso entre los economistas respecto de que el desarrollo financiero y el crecimiento económico están relacionados positivamente, excepto cuando se llega a niveles de hipertrofia como los alcanzados en Estados Unidos en los años previos a la crisis de 2008. La relación de causalidad es mutua y además hay factores que impulsan a ambos, tales como el respeto al derecho de propiedad, el clima de negocios y la calidad institucional.
Hay varias maneras de definir el desarrollo financiero. El Banco Mundial utiliza una variedad de criterios para medir la profundidad, el acceso, la eficiencia y la estabilidad de un sistema financiero. Para medir la primera generalmente se utiliza la capitalización bursátil o el crédito bancario al sector privado o el total de activos monetarios en relación al PBI. La primera de estas variables refleja valores de mercado que incorporan expectativas de rentabilidad futuras mientras que la segunda es un dato contable. Su peso relativo a su vez nos indica la estructura del sistema financiero. Algunos países como Estados Unidos dependen fundamentalmente del mercado de capitales y otros, especialmente en Europa, dependen más de los bancos. No hay una receta única, lo que está claro es que ningún país puede aspirar a un desarrollo económico sostenido sin un sistema financiero sólido y eficiente. Eso significa no sólo que esté bien supervisado e inteligentemente regulado sino también que tenga la capacidad de asignar los recursos de capital de la economía a los proyectos de inversión más rentables de manera ágil y a bajo costo.
En los últimos 25 años hemos sido testigos de un experimento a gran escala que confirma la relación entre finanzas y crecimiento. A fines de los 80 y principios de los 90 tres factores confluyeron para transformar la economía global: el Plan Brady, que permitió reestructurar la deuda bancaria de varios países en desarrollo; la caída del muro de Berlin, que introdujo el capitalismo en Europa Oriental y la ex Unión Soviética; y las reformas de DengXiao Ping que pusieron fin al maoísmo en China. Desde entonces 40 o 50 países en desarrollo abrieron sus economías y se integraron a la economía global. Aquellos que exhibieron mayor crecimiento económico son aquellos que fortalecieron y desarrollaron sus sistemas financieros. Y en estos países, la importancia relativa de los mercados de capitales aumentó considerablemente durante la última década.
En Argentina se pueden distinguir varias etapas. En los 90 hubo un auge en el mercado de capitales, alimentado en gran medida por las privatizaciones y el sistema de AFJP, y crecimiento sostenido del sistema bancario. La crisis de 2001 frenó abruptamente ambas tendencias. A partir de entonces mejoró el acceso de la población al sistema bancario (número de cuentas, depósitos y préstamos en relación con la población) pero no su profundidad (medida por el volumen de crédito en relación al PBI). Sin embargo, en comparación con el de Brasil, Chile, Colombia y México el sistema bancario argentino compara desfavorablemente en los cuatro criterios utilizados por el Banco Mundial. En cuanto al mercado de capitales experimentó una drástica involución en la última década en todas las dimensiones. Por ejemplo, a fines de 2012 (último año para el que el Banco Mundial tiene cifras comparables) la capitalización bursátil era sólo el 18 por ciento del pico alcanzado antes de la crisis de 2001. En comparación con otros países de América latina, la pérdida de posiciones del mercado de capitales local es aún más marcada, como se puede apreciar en la siguiente tabla: Argentina sólo mejoró su posición en relación con Venezuela, cuyas autoridades años atrás decidieron destruir sus mercados de capitales. La comparación con Perú es notable: mientras que en 2000 el mercado argentino era casi 16 veces más grande que el de ese país, hoy es sólo un tercio. Algo parecido ocurre con Colombia. En la última década ambos países dieron un gran impulso a los fondos de pensión privados mientras que en Argentina fueron estatizados.
La profundidad y el dinamismo del mercado de capitales de un país refleja la solidez y la diversidad de su sector empresario. Mientras el país crecía “comiéndose” el stock de capital acumulado durante los 90, la inexistencia de un mercado de capitales no actuaba como una restricción a ese crecimiento. Muy distinta será la situación de cara al futuro. Cualquier estrategia de desarrollo deberá contemplar la reconstrucción de los mercados de capitales y un mayor impulso al sistema financiero en general. Esto requerirá un fuerte compromiso de las autoridades a mantener reglas de juego estables, un clima favorable a los negocios, mayor respeto por los derechos de propiedad y mejorar la calidad institucional.