Juan Pablo Sarkissian
En el transcurso de la semana pasada el diputado del Frente de Todos y secretario general de la Central de Trabajadores de la argentina (CTA-T) Hugo Yasky presentó un proyecto de ley para que se adopte “por vía legislativa el principio de la semana de cuarenta horas previsto en el Convenio Nº 47 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de conformidad con lo dispuesto en la Recomendación Nº 116 de la OIT, sin disminución del salario que los trabajadores y las trabajadoras estén percibiendo en el momento en que se reduzca la duración del trabajo”, señala el texto de Yasky en sus fundamentos.
Y agrega: “Vale la pena señalar que Argentina se encuentra dentro del grupo de países latinoamericanos con jornada de trabajo más extensa (entre las cuarenta y seis y las cuarenta y ocho horas de trabajo semanal), acompañados por Bolivia, Colombia, Costa Rica, Guatemala, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay.
Mientras que Ecuador es el país latino con la menor jornada, que llega a las 40 horas. Chile junto a Brasil, El Salvador, Honduras y República Dominicana se encuentran entre los países que tienen una jornada laboral semanal de cuarenta y una a cuarenta y cinco horas.
El caso chileno es muy interesante: legisló la reducción de la jornada laboral de cuarenta y ocho a cuarenta y cinco horas a la semana, que comenzó a ser implementada a comienzos del año 2005.
Esta reducción no tuvo un impacto negativo ni sobre el empleo ni sobre los salarios (Sánchez, R., Do reductions of standard hours affect employment transitions? Evidence from Chile, en Labour Economics, vol. 20, año 2013). En el año 2019 se debatió, además, reducir nuevamente la jornada a cuarenta horas a la semana.
Yasky recuerda que el Convenio Nº 47 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) “se adoptó durante la Gran Depresión de los años treinta, estimándose que la semana laboral de cuarenta horas sería una forma de repartir el trabajo existente y moderar de esa forma la crisis económica y social.
Más adelante, la prosperidad de la posguerra hizo posible retomar esa idea y en el año 1962 la OIT adoptó la Recomendación nº 116, en la cual se proponía evaluar la posibilidad de reducir las horas de trabajo a una semana de cuarenta horas laborables, procurándose así alcanzar también un mejor equilibrio entre la vida familiar y personal y el trabajo”.
En el contexto actual, el diputado y dirigente sindical remarca en el escrito: “Argentina y el mundo entero está viviendo los efectos devastadores de la pandemia del covid-19; los últimos datos de la OIT sobre el impacto en el mercado laboral revelan que millones de personas perderán sus empleos.
Se trata de la peor crisis mundial desde la Segunda Guerra Mundial, que obliga a los gobiernos a redoblar sus esfuerzos para hacerle frente. La reducción del tiempo de trabajo no es solo beneficiosa para los trabajadores y las trabajadoras, sino también para los propios Estados, desde el momento en que jornadas más reducidas dejan tiempo libre para la contratación de más personal”.
A la racionalidad de los fundamentos planteados es necesario agregar que las negociaciones de las paritarias no tienen su desarrollo normal, con lo cual la iniciativa aparece como por demás pertinente.
“Desde todo punto de vista –dice Yasky–, la reducción de la jornada de trabajo impactará favorablemente en el sector trabajador, sobre todo si tenemos en cuenta que existe una estrecha conexión entre la jornada de trabajo y los descansos con la salud de los trabajadores.
De acuerdo a la OIT, los horarios largos o que no permiten tener vida social son, entre otros, un factor de riesgo psicosocial”.
Sensibilizar a la población
A lo que hace mención Yasky es al estudio de la OIT <Estrés en el trabajo: un reto colectivo< (Disponible en http://www.ilo.org), de 2016, que forma parte su fundamentación.
El informe OIT señala en su introducción que “tiene como objetivo exponer las tendencias en lo que se refiere al estrés relacionado con el trabajo tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados, con objeto de sensibilizar a la población sobre la magnitud del problema”.
Y remarca: “Para la OIT, el estrés es la respuesta física y emocional a un daño causado por un desequilibrio entre las exigencias percibidas y los recursos y capacidades percibidos de un individuo para hacer frente a esas exigencias.
El estrés relacionado con el trabajo está determinado por la organización del trabajo, el diseño del trabajo y las relaciones laborales, y tiene lugar cuando las exigencias del trabajo no se corresponden o exceden las capacidades, recursos o necesidades del trabajador o cuando el conocimiento y las habilidades de un trabajador o de un grupo para enfrentar dichas exigencias no coinciden con las expectativas de la cultura organizativa de una empresa”.
Influencia en la salud, rendimiento del trabajo y satisfacción laboral
Los factores del lugar de trabajo que pueden causar estrés se denominan factores de riesgo psicosocial (peligros psicosociales), a los cuales, la OIT ya definió en 1984 como “las interacciones entre el medio ambiente de trabajo, el contenido del trabajo, las condiciones de organización y las capacidades, necesidades, cultura del trabajador, y consideraciones personales externas al trabajo que pueden, en función de las percepciones y la experiencia, tener influencia en la salud, rendimiento del trabajo y satisfacción laboral”.
Como se puede observar la definición destaca la interacción dinámica entre el medio ambiente de trabajo y los factores humanos. Así, remarca: “Una interacción negativa entre las condiciones de trabajo y los factores humanos puede dar lugar a trastornos emocionales, problemas comportamentales, cambios bioquímicos y neurohormonales, que supongan riesgos adicionales de enfermedades mentales o físicas.
Por el contrario, cuando existe un equilibrio entre las condiciones de trabajo y los factores humanos, el trabajo produce una sensación de dominio y autoestima, aumenta la motivación, la capacidad de trabajo y satisfacción, y mejora la salud”.
El estudio de la OIT identifica un conjunto de características estresantes del trabajo que se dividen en dos grupos: Contenido del trabajo y Contexto del trabajo
Contenido del trabajo
Para la OIT, este grupo se refiere a los factores de riesgo psicosocial relacionados con las condiciones de trabajo y la organización del trabajo. Y dice: “El impacto de la carga de trabajo en la salud de los trabajadores es uno de los primeros aspectos del trabajo a ser estudiados.
Tanto la sobrecarga cuantitativa (cantidad de trabajo) como cualitativa (dificultad del trabajo) se han asociado con el estrés. La carga de trabajo se debe considerar en relación con el ritmo de trabajo, es decir a la velocidad a la cual se debe terminar el trabajo y la naturaleza y el control de los requisitos de dicho ritmo (auto-sistemas o ritmo de la máquina).
El contenido del trabajo (o diseño de las tareas) incluye varios aspectos que son factores de riesgo, como el escaso valor del trabajo, la infrautilización de las capacidades, falta de diversidad de tareas y la repetitividad del trabajo, incertidumbre, falta de oportunidades de aprendizaje, elevadas exigencias de atención, exigencias conflictivas e insuficientes recursos.
La incertidumbre puede ser expresada de diferentes maneras, incluidas la falta de información sobre los resultados y la duda sobre los comportamientos deseados (ambigüedad de roles) y sobre el futuro (inseguridad del trabajo).
Contexto del trabajo
En este segmento la OIT hace referencia a “los factores de riesgo psicosocial en la organización del trabajo y las relaciones laborales, tales como la cultura y función organizativa, el rol en la empresa, el desarrollo de la carrera profesional, el margen de decisión y control, la relación entre vida familiar y laboral, y la relaciones interpersonales en el lugar de trabajo.
Algunos aspectos de la función y la cultura organizativa resultan de particular importancia: la organización como medio ambiente de desarrollo de las tareas, entorno de solución de los problemas y medio ambiente de desarrollo.
La evidencia disponible indica que si la cultura de la organización se percibe como deficiente respecto de estos ambientes, entonces es probable que se asocie con elevados índices de estrés”.
El estudio, que fue elaborado en 2016, tiene una vigencia plena a pesar de los cambios producidos en el mundo del trabajo. Afortunadamente hoy son expuestos para poder encontrar caminos posibles de una organización racional del trabajo donde no sean, otra vez, las trabajadoras y trabajadores la variable de ajuste y acumulación de ganancia del capital.
Que estudios de estas características tengan estado público cuatro años después del gobierno de Mauricio Macri no es mera consecuencia.