La Asociación de Teatros Independientes de Rosario (Atir), que nuclea a la gran mayoría de la comunidad teatral local, presentó en la semana un proyecto en el Concejo Municipal que se inscribe en un largo y postergado reclamo, que apunta, por un lado, a fomentar la realización de obras locales y particularmente, por otro, a reglamentar adecuadamente los requisitos para la habilitación de salas, hoy sumidas en las lógicas de la nocturnidad, cuando el funcionamiento y el sentido de una sala teatral nada tienen que ver, por ejemplo, con lo que acontece en un boliche bailable.
La iniciativa, impulsada por el bloque Frente de Todos-PJ, que integran Alejandra Gómez Sáenz, Norma López y Eduardo Toniolli, apunta a poner en valor una veintena de espacios que son la matriz de producción y formación de la escena rosarina de la que mucho se habla pero de la que poco se conoce, hoy visiblemente afectada por la ausencia de público y talleres durante la pandemia pero antes desfinanciadas y dejadas a su suerte durante los años del macrismo, donde se recortó ferozmente el presupuesto nacional afectado a los sectores de la cultura.
“Las salas de teatro independiente de Rosario, nucleadas en Atir somos aproximadamente 19, la gran mayoría está en funcionamiento y hay dos que están en trámites y en trabajos edilicios para poder habilitarse, para que la ciudad tenga dos espacios nuevos de teatros”, señaló Ignacio Farías, uno de los responsables de La Sonrisa de Beckett, el histórico espacio que inicialmente se conoció como Tótem de Entre Ríos al 1000.
Y agregó: “Venimos buscando que se nos saque de la ordenanza de nocturnidad, porque ahí figura el rubro de cine y teatro; nosotros logramos en 2013 aparecer como una figura de teatro independiente pero nunca se reglamentó y por eso quedamos ahí entrampados en esa lógica de la nocturnidad”.
“Las salas de teatro independiente están lejos de ese tipo de funcionamiento: no somos un boliche, ni un bar cultural, ni un café cultural, somos salas de teatro independiente y nos rige la ley nacional que puso en funcionamiento el Instituto Nacional del Teatro”, aclaró Farías.
“Esa ley –completó– es la que regula nuestro trabajo y nuestros espacios, pero está hecha para salas que tienen capacidad hasta 300 localidades. En Rosario, ninguna de las que están nucleadas en Atir tiene esa capacidad. La mayor estará en 120 localidades aproximadamente, y al no estar bien reglamentada esta situación, hace que se nos pidan cuestiones que implican inversiones económicas muy altas, como poner mangueras para bomberos, sistemas de detección de humo, de gas, entre otras. Por eso estamos hablando con el Ejecutivo municipal para poder bajar un poco esa exigencia, entendiendo que ellos conocen nuestro tipo de funcionamiento”.
De ahí la necesidad de una ordenanza que apunte a regularizar y reglamentar adecuadamente los requisitos que hoy se piden para acceder a una habilitación de sala, a simple vista, algunos absurdos tratándose de espacios donde es baja la circulación de público, algo que se desprende, básicamente, del desconocimiento. “Somos espacios que posibilitan que una función se realice un fin de semana, y a la vez esa función posibilita que trabajadores de diferentes rubros dentro de lo escénico puedan llevar a cabo una economía alternativa, como vestuaristas, escenógrafos, boleteros, actores, actrices, directores, iluminadores, un gran abanico de personas que ronda para el funcionamiento de una sala de teatro independiente”, concluyó Farías.