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Reflexiones respecto a los aportes del trabajo social en el acceso a una vivienda social

 

Pamela Palacios (*)

Una pregunta que me interpela continuamente como trabajadora social es la concerniente a la especificidad de la profesión en los distintos campos en los cuales se interviene, el alcance y los límites de la intervención. En esa línea algo que me resuena todo el tiempo es cuál es el aporte profesional en materia de hábitat y vivienda – particularmente en mi ámbito laboral- la Dirección Provincial de vivienda y Urbanismo, organismo encargado de ejecutar y adjudicar planes de viviendas, no siendo esta la única respuesta que brinda a la problemática o demanda habitacional.

Para llevar adelante este objetivo, la institución cuenta con un reglamento de adjudicación siendo el área social encargada de su aplicación a la hora de evaluar a las familias. Las mismas deben cumplir determinados requisitos para acceder a un sorteo de preselección  para luego, en caso de salir preseleccionado acreditar lo declarado en su solicitud de inscripción mediante la presentación de documentación.

A simple vista la función y lo específico del trabajo social en esa institución es bastante clara, escuchar, entrevistar familias y adjudicar viviendas a grupos familiares a la luz de un reglamento.

El desarrollo de esa función como trabajadora social siempre fue motivo de algún malestar, en primer lugar porque siempre la respuesta habitacional fue escasa para  la demanda existente. En Rosario hay aproximadamente 50.000 familias inscriptas y a la espera de una solución a su pedido de viviendas. Me cuestiono si es necesaria la profesión o una profesional para la aplicación de la letra muerta.

A partir de este interrogante y con algunas condiciones objetivas favorables con el equipo de trabajo comenzamos a interrogar nuestra práctica y cuestionar intervenciones históricas con el objetivo de plantear nuevas estrategias que permitan consolidar líneas de fuga para intervenciones más inclusivas.

Esto llevó a crear dispositivos de intervención y conformar mesas de trabajo para intervenir articuladamente con otras reparticiones.

Pero cuál es el aporte profesional y/o en que se diferencia de las forma de intervención que se propone a nivel institucional o reglamentariamente.

Una diferencia que pude encontrar es el posicionamiento asumido por el equipo profesional de entender que un rasgo fundamental de nuestra intervención es el acompañamiento en la tramitación de situaciones que cada familia presenta al momento de pensar una respuesta habitacional; por lo tanto entiendo que uno de los aportes del trabajo social es el acompañar.

Acompañar en lo cotidiano para el trabajo social es mediar entre las diferentes instituciones  y las personas para el reconocimiento de sus derechos. Pero a su vez acompañar también es mirar de un  modo particular/ especifico a la persona y a su historia para que ella pueda verse de otra forma.

Por lo tanto nuestra intervención profesional aporta a la existencia del otro, es decir,  a su reconocimiento. Para ello la escucha se torna una herramienta valiosa, ya que la conversación/ charla que se entabla a partir en nuestro espacio de atención en la mayoría de las ocasiones se constituye en un tipo de relación de asistencia.

En esta relación, acompañar es recuperar la narrativa  de un otro que demanda, es reconocerlo; y hacerlo supone también reconocer lo emocional dando lugar a que lo heterogéneo, lo subjetivo, lo singular y lo simbólico irrumpa, de manera tal que también  interpele el discurso institucional tendiente a  homogeneizar las necesidades.

Por lo tanto el trabajo social debe ser capaz de dar vuelta la lógica institucional para garantizar no sólo el derecho de acceder a  un recurso material sino también que el mismo sea acorde a lo que para cada una de las familias significa en términos de derechos, dignidad y subjetividad.

Para ello debemos construir estrategias con otras instituciones a fin de brindar una respuesta integral a una problemática compleja ya que la vivienda en muchas situaciones escuchadas es uno de los problemas que atraviesan a las  familias  que demandan una respuesta habitacional, pero no el único.

Al problema de la vivienda se suman otras complejidades, por ejemplo, de salud, salud mental, violencia de género, urbana, situación de calle, entre otras. También muchas de las personas que acuden a la institución por una respuesta habitacional presentan en su organización familiar algún integrante con discapacidad.

Otra característica de las familias con las cuales se trabaja es que no cuentan con una inserción laboral formal, ya que en muchas de ellas el ingreso económico proviene del trabajo precarizado y en negro o porque su economía se sustenta en  otras estrategias de supervivencia.

Ante esta realidad, el aporte del trabajo social radica en poder pensar y construir intervenciones que tiendan a garantizar que el acceso a una vivienda social no se encuentre supeditado sólo al cumplimiento de un reglamento y mediado por el azar.

En esa línea entiendo que el trabajo social hace un aporte fundamental en términos de poder alojar las necesidades de la población a partir de conocer su trayectoria de vida, su vida cotidiana, sus deseos y necesidades.

Este conocimiento es la herramienta con la que contamos, para  reorganizar la burocracia institucional adecuándola a las diversas y complejas realidades existentes.

Las estrategias que desarrollamos en el campo de hábitat  tienen como intencionalidad garantizar derechos en relación al acceso a una vivienda social, generando mecanismos que reorganicen la burocracia institucional y permitan flexibilizar criterios para la adjudicación de las mismas, entendiéndola como un proceso. La problemática habitacional excede el recurso material. En este proceso se intenta problematizar el modo en que cada familia se apropia del recurso con el acompañamiento, reconociendo las particularidades de éstas, el modo de pensarse en la vivienda, de habitarla, poniéndose en juego también lo simbólico y subjetivo. Como profesionales ponemos a disposición nuestro saber para construir una estrategia de intervención que acompañe y aloje las necesidades, el deseo de las familias que consiguen acceder a su respuesta habitacional.

Más allá de los resultados concretos, el proceso de discusión y reorganización profesional que se está desarrollando al interior de mi equipo de trabajo nos habilitó y nos  permite, problematizar la intervención desde una mirada integral, situándola en cada escenario y realidad particular, trabajando con otras instituciones en objetivos comunes.

Profesionalmente realizamos esfuerzos para resignificar y reconfigurar la política pública desde el lugar del trabajo social, espacio que generalmente es estrecho y está circunscripto a lo que otros han delineado, pero que es necesario interpelar con intervenciones y propuestas que permitan poner en agenda las diferentes necesidades de las personas con las cuales trabajamos.

 

(*) Colegio de Profesionales de Trabajo Social de la 2Circunscripción de la provincia de Santa Fe

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