“Hace cien años, el 15 de junio de 1918, un grupo de estudiantes y graduados interrumpía la elección del rector de la Universidad Nacional de Córdoba y con ello iniciaba simbólicamente la Reforma Universitaria, un movimiento político-cultural que se extendería por América Latina convirtiendo al estudiante en un nuevo actor social”. Con este párrafo inicia Natalia Bustelo su libro Todo lo que necesitás saber sobre la Reforma Universitaria, en el que explica la coyuntura y el desarrollo de las luchas estudiantiles en nuestro país.
Entrevistada por El Ciudadano, la autora analizó el contexto y los motivos que llevaron a los estudiantes cordobeses a rebelarse a las autoridades universitarias para reclamarles una educación laica y de calidad, la elección meritocrática de docentes y el acceso libre a la universidad. Además, Bustelo se animó a brindar un panorama de la educación superior en la actualidad.
—¿Por qué fue importante la Reforma Universitaria?
—Porque fue un movimiento que resultó peculiar, un acontecimiento de la sociedad cordobesa del año 1918 cuando se habían enfrentado sectores de la Iglesia católica contra los liberales por la construcción del Estado, y comenzaron a discutirse los programas culturales de la universidad. Esto que parece una lucha tan centrada en estas características, rápidamente se expande en el país y en toda América Latina. Recordemos que al poco tiempo ya hay estudiantes en Lima que se reconocen “reformistas”. Lo que se expande ahí no es la lucha entre liberales y católicos, sino la construcción del estudiante como un sujeto político, un sujeto social ligado a ese proceso que están viviendo las repúblicas latinoamericanas de democratización. Entonces encontramos a esos estudiantes reformistas que van a pensar esa democratización ligada al yrigoyenismo, otros la piensan ligada a la Revolución Rusa con un corazoncito más anarquista, socialista o comunista; hay quienes la piensan por fuera de la Revolución de Octubre pero en un sentido socialista. Lo que está sucediendo en Córdoba en 1918 es la rápida configuración de un sujeto social que es el estudiante, que antes existía pero que no estaba ligado a la disputa por la democracia en las universidades y en las repúblicas latinoamericanas.
Impulso democratizador
—¿Qué cambió exactamente la Reforma en el ámbito de la universidad y de la universidad misma?
—La Reforma estudiantil tiene dos dimensiones. La de reformar las universidades para que haya cátedras más científicas, con distintas corrientes ideológicas, que haya asistencia libre que les permita a los estudiantes vaciar y boicotear a las clases de los profesores poco formados que entraron y ocuparon el puesto por vínculos con las camarillas. También lograron la participación de los estudiantes en el gobierno de las universidades. Todo este impulso democratizador se une a otro gran empuje de los estudiantes que quieren participar en la democratización de las sociedades desde distintas concepciones políticas. ¿Qué cambió?, creo que muchísimas cosas. Yrigoyen, en el 18, hace un decreto nacional que obliga a las universidades a tener un nuevo estatuto. Rápidamente esa puja, que era únicamente estudiantil, se traslada a la institución universitaria y las casas de altos estudios tienen, a partir de entonces, una organización más democrática. La misma va a estar tensionada, va a ser imperfecta pero es un gran avance en la democratización. También va a haber marchas y contramarchas en ese avance. Entonces cambió la universidad porque hay una democratización institucional pero también cambió ese sujeto que se identifica con un nuevo orden democrático en oposición al antiguo orden conservador u oligárquico, que gobernó la Argentina hasta 1916.
El ejemplo cordobés
—¿Lo conservador tiene o no que ver con lo católico?
—Acá no, en Chile sí. El liberalismo argentino es laico y la construcción del Estado argentino se hace sobre un pacto con los católicos donde no hay incidencia del catolicismo en casamientos, educación y sepelios. En cambio en Chile se puede constatar este proceso porque el Estado trasandino se arma rápidamente y con una estructura fuerte tras la Independencia. Pensemos que el debate entre “laica o libre”, que en la década de 1950 abre la polémica sobre si estaba bien que en Argentina se abran universidades católicas, en Chile sucede mientras se construye el sistema educativo en 1880, cuando se elaboran las leyes para la educación primaria, secundaria y universitaria. Se acepta que haya universidades “libres”, es decir, privadas, con cierto financiamiento de los católicos.
—¿La Reforma marcó a la educación superior en Argentina y la diferenció de otros países?
—La marcó en dos sentidos. Si vas a universidades de otros países podrás ver que todas conocen el proceso cordobés y cada vez que hay una protesta o campaña donde se exige democratización y renovación de las universidades, la referencia es la reforma de Córdoba. Eso se ve en las revueltas colombianas de los años 60, o las venezolanas de los 30. Ahí, el horizonte ideal de esos movimientos es Córdoba. Por otro lado, marcó a las universidades en esto de que se hayan logrado cosas como la elección por concurso de los profesores, que es algo que se empieza a discutir en el 18 o antes, pero que está vinculado a la Reforma universitaria. En otros países donde eso se está reclamando actualmente, se espejan los reclamos en la Universidad argentina. Siempre se piensan de modo programático, como partes de un mismo proyecto reformador.
Marca social y cultural
—¿Qué pensás de la educación pública y de los comentarios que hizo la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal?
—Pienso que la Universidad debe ser pública y debe estar financiada por el Estado. El Estado no puede ahorrar en educación porque esto no es un costo ni un gasto. Tampoco debe ser una educación arancelada, ni siquiera entre los sectores pudientes porque esto no beneficia a los pobres sino que los perjudica más. Hay que pensar que el sistema fiscal argentino es muy regresivo porque todos pagan IVA y recae en los sectores más empobrecidos. Entonces la Universidad debe defender su condición pública, democrática y masiva. Y que no es un gasto sino un beneficio, una ganancia. Incluso cuando hay índices altos de deserción, se debe tener en cuenta que cuando alguien pasó por la Universidad, a esa persona le quedó una marca, se llevó algo que lo formó cultural y socialmente. Esa no es una marca que la persona porte individualmente sino que es algo que se comparte de forma social. La Universidad derrama también una cultura en la sociedad. Es cierto que muchos no llegan al éxito de la graduación, y eso es algo que no se tendría que cargar únicamente sobre los hombros de los estudiantes que no llegan porque es algo que el Estado debería subsanar. El paso por la Universidad masiva permite a las personas apropiarse de valores culturales tanto a los estudiantes como a los docentes. Se forma una sociabilidad que mejora nuestra forma de vida.
—¿Cómo ves eso de que los pobres no llegan a la Universidad?
—Eso es fácilmente refutable. En Argentina tenemos la primera generación de judíos que llegan a la Universidad, por ejemplo mi mamá. Los inmigrantes judíos y muy empobrecidos que llegan a la Argentina saben que la educación es importante y mandan a sus hijos a la Universidad. Tenemos entonces a principios del siglo XX una camada de médicos judíos, inmigrantes pobres. Es cierto que a comienzos de siglo un trabajador no podía destinar parte de su salario para que su hijo varón vaya a la universidad, porque había que pagar los aranceles, pero también porque era necesario que ese hijo aporte dinero a la familia mediante su trabajo. Hoy en día las familias no necesitan que los hijos trabajen tempranamente, lo que permite que puedan hacer la secundaria y la universidad sin demasiados inconvenientes. La aparición de universidades en el conurbano bonaerense permitió que mucha gente vaya a estudiar. También permite una igualación geográfica. Se debe tener presente que mucha gente para poder estudiar debía viajar más de dos o tres horas para llegar a la facultad. Entonces, que esta gente viaje cuanto mucho una hora, permitió que muchas más personas puedan acceder a la universidad.