Con Libia convertida en escenario de guerra entre las fuerzas leales a Muamar Gaddafi, los insurgentes y la polémica intervención de la coalición internacional, el éxodo de la población es inevitable. Aun con un operativo aliado destinado a protegerlos, los civiles abarrotan los medios para huir del país, ya sea a través de las fronteras de Egipto y Túnez o a bordo de una embarcación precaria con destino a Europa. Es la isla italiana de Lampedusa el mayor reflejo de esta olvidada emergencia humanitaria: en un territorio que alberga a 5.000 locales, esta semana ya estaban apostados 6.500 clandestinos.
El dominó de revueltas en el norte de África sumó a miles de sin papeles a los que cotidianamente llegan a distintos puertos a bordo de botes precarios, y con escasos o nulos recursos de supervivencia. Curioso que la prioridad de la misión extranjera “Odisea del Amanecer” haya sido pergeñada para crear un techo guardián para los pobladores pero no haya sido prioritaria la atención de los refugiados. Para muchos de ellos, la región es una granada sin seguro, y, además de libios, huye una gran masa de tunecinos.
De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas (Acnur) unas 325.000 personas ya escaparon de Libia desde mediados de febrero, mientras que otros miles aguardaban en campamentos de urgencia. “Se reforzó la asistencia en las fronteras; se evacuó al mayor número posible de personas hacia Túnez y Egipto y se montaron unos campos de tránsito para registrar a las personas, ver sus necesidades y cuáles son los grupos más vulnerables, así como si son ciudadanos que pueden o no volver a su país” de origen, afirmó la vocera de la Acnur España, María Jesús Vega.
Otras agencias, como la Organización Internacional para la Migración (OIM), exigieron a las potencias más fondos para sus operaciones, y describieron el éxodo de cómo una de las mayores evacuaciones humanitarias de la historia. Aunque a priori parecía que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Libia era clara en su objetivo de proteger a los civiles, desde que comenzaron los ataques aliados el texto ha tomado otros ribetes. Y los debates sobre planes de evacuación o contención a la población han sido prácticamente nulos.
Hasta el momento, la única acción de las potencias involucradas en el conflicto fue la de Silvio Berlusconi. Pero su comportamiento respondió a una medida de fuerza de los residentes de Lampedusa, que habían tomado la Municipalidad y amenazado con cortar los suministros y los servicios a menos que los miles de inmigrantes fueran expulsados al día siguiente. Finalmente y ante las quejas, el primer ministro italiano visitó la zona e intentó ocultar la pésima gestión del gobierno ante la crisis con decisiones apresuradas: el plan será trasladar a todos los refugiados, aunque aún se desconocía su destino.
Francia, cuyo gobierno fue uno de los principales promotores de la intervención en Libia, también hace oídos sordos frente a un panorama desesperante: puso un alto a los inmigrantes que cruzan la frontera en la localidad de Ventimiglia (norte), donde la policía devolvió a Italia a todos los “ilegales” que encontró.
Peor aún, Marine Le Pen, presidenta del partido de extrema derecha francesa Frente Nacional y líder en las encuestas para reemplazar a Nicolas Sarkozy, fue un paso más allá y propuso alimentar a los inmigrantes directamente en las embarcaciones para evitar que pisen terreno europeo. En una criticada visita a Lampedusa, la política afirmó que “Europa no es que esté retrasada, si no que no tiene la intención de intervenir” en la emergencia humanitaria “ligada a la inmigración del norte de África”.
Si hasta el momento hubo una movida de la cúpula en el poder, es a raíz del extenso pedido de colaboración de Italia al resto de sus socios de la Unión Europea (UE). Más allá de los envíos con mercadería y medicamentos a cargo de Estados Unidos y otros países como España, no fueron establecidos un plan de coordenadas específico que atienda a los terceros en discordia del conflicto. Urge un plan para las víctimas que no pertenecen a ninguno de los bandos en pugna y que carece de medios para asegurarse una salida prudente de la zona caliente, sobre todo si la bandera del operativo es la protección humanitaria.