Una guitarra se escucha en el barrio Abasto. La toca un chico que toma clases de música semanales en Ituzaingó 1719, donde funciona el centro cultural El Espiral, que mantiene 20 talleres artísticos al año. En plena práctica, un inspector municipal irrumpe en el salón. El agente no entiende por qué hay dos personas tocando música, cuando el sitio está habilitado sólo como bar. Acto seguido, labra un acta de clausura. El establecimiento no tiene permitido dar clases porque en el registro de habilitación es un bar. La situación anterior se puede repetir en los cerca de 60 espacios que integran Espacios Culturales Unidos de Rosario (Ecur), una agrupación que desde hace tres años busca aprobar una regulación acorde a la actividad, que desarrollan. En ese tiempo varios espacios cerraron las puertas. Las multas y clausuras constantes, sumadas a los impuestos que deben abonar, sin tener el volumen de ganancia ni los horarios de un boliche, son las dificultades para mantenerse a flote. Por eso, presentaron en 2013 un proyecto de ordenanza que desde fines del año pasado está varado en la comisión de Gobierno. La iniciativa plantea crear una nueva figura dentro de las habilitaciones municipales: de club social y cultural. Éstos estarán eximidos de algunos tributos municipales como el Derecho de Registro e Inspección (Drei), Tasa General de Inmuebles (TGI) y algunos menos conocidos como el Derecho de Acceso a Diversiones y Espectáculos Públicos y los Derechos Publicitarios. También pretenden no pagar el costo de los planos e inspección de obras. Argumentan que, al igual que alguien que usa energía solar, los clubes contribuyen con el sistema cultural de la ciudad. “Lamentablemente, esa ordenanza está hecha para emprendimientos empresariales. La dinámica planteada por los espacios culturales son contendoras, educativas y de coproducción”, explicó Ignacio Gorriz, quien dirige El Espiral desde 2009.
Por la convivencia
El proyecto no es la única iniciativa ligada a la gestión cultural en el Concejo Municipal. Los concejales también pasaron horas debatiendo en comisiones la reforma a la ordenanza 7218, más conocida como de nocturnidad. La discusión giró en torno a si los proyectos se tratan juntos o por separado. Aún no logró dirimirse. “Deben tratarse por separado porque apoyamos a los artistas locales. Ofrecemos actividades que los benefician a los artistas de acá. La diferencia no pasa por una cuestión comercial, sino por el aporte a la ciudad. El Estado debe reconocernos y apoyarnos con políticas que nos ayuden a seguir funcionando”, señaló Sebastián Mattheus, al frente de Kika, un club social que está habilitado como bar y café cultural ubicado desde hace 5 años en Urquiza 1580. En el rubro de Kika hay sólo otro establecimiento habilitado en la ciudad: Jekyll & Hyde. Si bien pueden estar abiertos más tarde que los bares, sólo les son permitidos ofrecer dos espectáculos por mes.
El proyecto del Ecur establece requisitos para entrar en la categoría de clubes sociales y culturales: deben ofrecer un mínimo de actividades artísticas (entre 12 y 16 por mes), de las cuales al menos dos deben ser gratuitas, y además brindar talleres diurnos. La ganancia de cada entrada a un show no puede ser mayor al 30 por ciento del costo. La agenda de espectáculos deberá privilegiar los artistas locales. La capacidad de los espacios no debe superar las 300 personas. Respecto a horarios de cierre, pone topes según el día. Los viernes y sábados a las 4.30; los jueves hasta las 3, y de domingos a miércoles hasta la 1. Ese es uno de los puntos más polémicos del debate con los concejales.
Según los referentes del Ecur, más de la mitad de los espacios no están habilitados, corriendo riesgos de seguridad. “Estamos visualizados como hippies, pero los hippies estamos pidiendo trabajar como corresponde. Se lo pedimos al Estado cuando redactamos nosotros mismos la ordenanza que apoyaron tres bloques políticos y que ahora quedó cajoneada. Somos apartidarios. Militamos a favor del arte y la cultura de Rosario”, agregó Gorriz.
Cuestión de tributos
El principal problema que presentan los clubes sociales es la carga impositiva. Según explicaron, están obligados a abonar la misma cantidad de impuestos que un bar, pese a que los réditos no son los mismos. “Tenemos que pagar impositivamente como una empresa. Nos cobran del Ente Turístico de Rosario, el Drei, TGI, entre otros. Para una empresa puede ser factible, pero no para nosotros”, el representante de Kika. Entre los impuestos están el Derecho de Acceso a Diversiones y Espectáculos Públicos, Derecho de Registro e Inspección, Tasa General de Inmuebles, Derechos Publicitarios sobre los auspicios, colaboraciones y adhesiones a favor del club social y cultural, y el pago de planos e inspección de obra en caso de construcción o refacción del inmueble.
“Proponemos que se abra una oficina en la Secretaría de Cultura para asesorar a los espacios que se quieran habilitar. Pedimos que se afecte un porcentaje del presupuesto anual (5 por ciento) para ayudar a la difusión de las actividades y el sostenimiento de los espacios”, sumó Gorriz.
Aparte, piden un apoyo estatal para infraestructura y equipamiento, y que la Municipalidad ayude con mejoras acústicas del espacio que recibe una denuncia por ruidos molestos. “Planteamos la convivencia con los vecinos. Si hay un ruido molesto, hay que constatarlo. En caso de que sea real, se puede aislar la pared a través de un aporte para infraestructura. Es más fácil y rápido que movilizar a la Policía y la Guardia Urbana (GUM)”, ejemplificó el responsable de El Espiral.
Espacios contenedores
Otra diferencia sustancial entre los espacios culturales y los bares o boliches, siempre según explicaron desde el Ecur, es que ellos cumplen una función contenedora de los más jóvenes. “La vecina prefiere que su hijo esté aprendiendo guitarra y no en la esquina del barrio”, dijo Gorriz, quien marcó una similitud con los clubes sociales y deportivos. “El municipio no cubre todas las necesidades de los artistas ni de los que consumen arte. Rosario tradicionalmente se destacó por sus artistas. No podemos quitarle esa tradición ni la posibilidad de que haya múltiples espacios que den lugar a los artistas emergentes y consagrados. Por eso hay que trabajar en conjunto con el Estado para brindar una diversidad de posibilidades”, concluyó Mattheus.
Refugio cultural
Kika apareció en la ciudad hace cinco años. Sobre el escenario circulan principalmente espectáculos de teatro, pero también hay música en vivo y actividades plásticas, alcanzando cerca de cinco espectáculos por fin de semana. “Trabajamos para que los artistas muestren su trabajo, por lo general de noche, pero también dimos talleres durante el día. La cuestión económica está complicada así que recurrimos a actividades para sostener el apoyo a los artistas locales y de la región. Hace tres años estamos con el Ecur, donde cada vez se suman más espacios y, a la vez, van cerrando otros porque no se pueden sostener”, aseguró Mattheus, uno de los responsables del espacio.
Espacio y Eduación
El Espiral abrió las puertas en noviembre de 2010. La idea original fue que el espacio tenga como actividad principal el aspecto educativo. Actualmente funcionan cerca de 20 talleres de música, literatura, fotografía, dibujo y pintura en formato anual, junto con seminarios y otras actividades artísticas. La agenda incluye recitales, muestras y obras de teatro de artistas locales durante el fin de semana. “Alcanzamos cerca de 40 actividades por mes. Este año abrimos milagrosamente después de un 2016 que fue durísimo y con políticas municipales que no nos ayudaron en nada”, señaló Gorriz, el responsable del espacio.
Persianas bajas
La asociación civil Tocolobombo, que se dedica al estudio de la música latinoamericana desde hace 6 años, se quedó sin sede en diciembre del año pasado. Desde hacía tres años la agrupación de músicos funcionaba en una casa ubicada en Francia y Salta. Allí ofrecían talleres, principalmente de percusión, de lunes a viernes. Luego de dos denuncias de una vecina de la cuadra, el municipio exigió a la asociación que habilite el espacio. Eso implicaba una serie de reformas edilicias, como la construcción de baños y cañerías de gas, con costos que los músicos no pudieron afrontar. “Se nos hizo imposible habilitar ese espacio con los requisitos que la Municipalidad nos pedía. Llamamos a un profesional y nos dijo que la estructura de la casa es antigua y había que invertir mucha plata. Los dueños no se hacían cargo y nosotros no contamos con ese presupuesto”, contó Carlo Seminara, uno de los integrantes de Tocolobombo.
“Tampoco hay una figura para lo que hacemos. Tendríamos que habilitarnos como bar, pero no somos bar, otra opción es como sala de ensayo, pero no tenemos instrumentos eléctricos. Se pone de manifiesto la necesidad urgente de una normativa que regule espacios no lucrativos”, agregó Seminara y señaló que el espacio funciona temporalmente en el Instituto de Música de Pichincha (Vera Mujica y Salta).
Entre los espacios que cerraron en los últimos tres años figuran Bienvenida Cassandra, Habitando Sensaciones, La Chamuyera. Algunos no saben si podrán abrir este año, como Let`s Dance, Olimpo y La Muestra.