La pandemia hizo, para muchas personas, que los espacios conocidos dejen de serlo. De un día para el otro el ruido de las sillas correrse y la gente transitando, se detuvo.
Violeta Ortiz, presidenta de la Vecinal 23 de Febrero es testigo y protagonista de esta trasmutación. Fue la primera en movilizar voluntades y contagiar las ganas de hacer algo colectivo.
El primer paso lo dieron a través del curso de Estética que se dictaba en la vecinal. Violeta habló con la profesora y le propuso darle un giro de 180 grados y empezar a confeccionar cubrebocas unisex para todo el barrio.
La movida empezó con un sí, que luego se fue ampliando al resto de las chicas que asistían a ese y otros cursos. “Adecuamos el taller, armamos los protocolos necesarios para que nadie quede sin la posibilidad de continuar aprendiendo”, explica Violeta, que lo primero que hizo fue buscar tutoriales de confección de barbijos en distintas plataformas virtuales.
Compraron las telas, les donaron máquinas de coser, algo de fiselina y manos a la obra. Desde ese momento no pararon de confeccionar barbijos que ya donaron a escuelas, centros de salud, comedores, vecinos y vecinas de la zona, y empleados y empleadas del Distrito Oeste.
“Les explicamos a las chicas como hilvanar. Había algunas que nunca había cosido y ahora ya tienen esta nueva herramienta. En total son 10 personas, 2 acompañantes y la profe que se tuvo que adaptar a esta nueva iniciativa”, cuenta Violeta que conoce en carne propia lo que es reinventarse en épocas de crisis.
“Dejé hace tantos años de coser que mis hijos se asombraban. Empecé a practicar. Si yo lo contaba no me creían pero al verme me creyeron. Pensamos todos los detalles en la confección, sin escatimar en calidad”, explica la presidenta de la institución.
Violeta le da vida a cada cosa que hace y está detrás de toda acción que lleva adelante la vecinal. Está en permanente contacto con el Distrito Oeste y monitorea las actividades que ayudan a mejorar la calidad de vida de la zona.
Entrerriana de cuna pero rosarina por adopción, siempre pregona la cultura del trabajo, no solo a sus 8 hijos y ahora 12 nietos, sino también a cada persona con la que dialoga. Pudo terminar el colegio de grande y seguir estudiando. Si bien no ejerció, aplica muchos de sus conocimientos y dice que todos los días aprende algo nuevo. Su vida es el barrio y todo el mundo que la conoce lo sabe.
La última tanda de barbijos que entregaron fue de 120 grandes y 80 chicos para el centro de salud pero ahora siguen presentando nuevas estampas.
Violeta sostiene que hay que involucrarse, no solo desde metas personales sino porque es la única manera de lograr transformaciones colectivas.