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Relación entre déficit fiscal y emisión monetaria con la inflación

La explicación es sencilla si se la compara con los extravagantes análisis que hacen los economistas de hoy en los medios masivos de comunicación. Una economía en crecimiento siempre es deficitaria en términos fiscales en un comienzo, y luego tiende a equilibrarse en el mejor de los casos

Rodolfo Pablo Treber

 

Fundación Pueblos del Sur (*)

 

Especial para El Ciudadano

 

“Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Sólo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende, es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defender la Patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros”.

Raúl Scalabrini Ortiz

 

La explicación sobre la relación entre la emisión monetaria y el déficit fiscal con la inflación es sencilla si se la compara con los extravagantes análisis que hacen los economistas de hoy en los medios masivos de comunicación, que se dedican a confundir al pueblo, ocultar la verdad y quedar como las únicas palabras autorizadas para hablar sobre el tema.

En cualquier circuito económico siempre, pero siempre, la emisión de dinero es el primer paso. No existe producción sin el pago de un salario, ni venta posible sin comprador con dinero en mano.

En el mismo sentido, tampoco existe crecimiento económico posible sin expansión monetaria. Dado que para aumentar la producción hay que pagar más salarios y, así, aumentar la demanda en el mercado. Por lo tanto, una economía en crecimiento siempre es deficitaria en términos fiscales en un comienzo, y luego tiende a equilibrarse en el mejor de los casos.

Entonces, el déficit fiscal y la emisión monetaria nunca pueden ser los factores principales, ni primarios, dentro de un proceso inflacionario.

Sin embargo, es cierto que existen motivos principales para los aumentos generalizados de precios, aunque muchos economistas y políticos conservadores los quieran ocultar en el humo de la frase “la inflación es multicausal”, repetida hasta el cansancio por todos aquellos que no tienen el valor y la voluntad política de tomar una posición seria al respecto, ni mucho menos proponer un camino de solución.

El primero de ellos es que contamos con una economía dolarizada de facto. En los países económicamente dependientes y con el comercio exterior liberado a manos transnacionales (como es el caso de Argentina), la moneda predominante del comercio exterior es la que marca los precios internos. El motivo es que toda la producción de bienes, desde el trigo hasta un automóvil, es pasible de exportación, por lo que su precio se rige por el dólar.

En consecuencia, cuando el BCRA eleva la cotización del dólar oficial, todos los productos que la Argentina compra y vende en su comercio exterior aumentan su precio de forma directa en moneda local; mientras que el resto lo hace de manera indirecta por el aumento de algún insumo, combustible, energía o logística. Esto se traduce como inflación en el mercado interno.

El origen de esta situación es el dominio transnacional de nuestros sectores estratégicos. Algo de lo que nadie habla porque deberían actuar en consecuencia para solucionarlo y no existe voluntad política alguna de hacerlo.

El segundo motivo de la inflación es que la economía argentina, subordinada al modelo productivo exportador/extractivista, genera una merma y debilitamiento permanente de su mercado interno, a fin de aumentar sus saldos exportables. Entonces, la emisión de dinero e inversión del Estado no aumentan la producción ni el trabajo local. Se emite para exportar, lo que genera un crecimiento de la demanda en los sectores concentrados de la economía, y no se aumenta la oferta interna de bienes. En conclusión: sube la demanda, disminuye o se paraliza la oferta, entonces aumentan los precios.

Esto, además, acrecienta la cantidad de importaciones anuales y genera una espiral enormemente negativa para la economía nacional: vendemos al mundo productos a granel con poco trabajo humano y compramos manufacturas con alto valor agregado. El resultado es: problemas de divisas y aumento permanente del desempleo.

Por lo tanto, el problema de la inflación, no es la emisión monetaria ni el déficit fiscal, es el modelo económico.

Claramente desviar el tema sobre las causas profundas de la inflación es funcional a los intereses del sector exportador transnacional, que son los verdaderos beneficiados de mantener y profundizar este modelo económico de saqueo y concentración. Porque si el diagnóstico público es errado, difícilmente abordemos una correcta solución.

Esta sería iniciar un proceso de industrialización endógeno con protección y fortalecimiento del mercado interno. Industrialización por sustitución de importaciones que sólo es posible con el control de nuestro comercio exterior y recursos financieros, hoy en manos de esas mismas empresas transnacionales.

El déficit fiscal permanente y abultado, y la inflación, se combaten produciendo, generando empleo genuino y regulando los sectores estratégicos de la economía nacional para cesar con la fuga de capitales permanente y la evasión impositiva que provocan las transnacionales que manejan el 90% de nuestro comercio exterior.

Volver a recuperar la administración nacional del comercio exterior hoy librada a manos de transnacionales, ya que es una herramienta necesaria para disociar el mercado interno del externo, es la forma de poder tener un verdadero poder de control sobre los precios locales. Además, porque desde allí se puede llevar a cabo la ineludible protección del mercado interno, junto con un plan de industrialización por sustitución de importaciones, para la generación de trabajo genuino que solucione el grave problema del desempleo y la marginalidad laboral, al mismo tiempo que disminuya la principal demanda, y causa de la dependencia, de dólares que tiene el país: la compra de productos en divisas al extranjero.

Otro vector fundamental para avanzar hacia la independencia económica es recuperar el rol del Banco Central de la República Argentina como administrador de los recursos financieros nacionales, y promotor del desarrollo productivo local.

Desde la ley de Entidades Financieras de Videla y Martinez de Hoz (ley vigente que ningún gobierno desde la vuelta de la democracia se atrevió a modificar), el BCRA fue perdiendo su razón de ser a manos del poder financiero transnacional. La mencionada ley de facto permite a la banca privada administrar los fondos, y ahorros de los argentinos según su conveniencia y hasta los habilita a emitir deuda. De esta manera, actores ajenos al interés nacional tienen injerencia directa en la fijación de tasas de interés y stocks de emisión de nuestra moneda. Así, hemos llegado al absurdo de no disponer de inversión productiva mientras existen 5 billones de pesos congelados en Leliqs, Notaliqs y pases pasivos diarios; se trata de fondos depositados con fines netamente especulativos, sin contacto alguno con la economía real.

Contamos con capacidad técnica, historia industrial, dinero para la inversión, materias primas… Todo en abundancia para crecer. El problema es el modelo económico y la subordinación política.

Las mentiras recurrentes y la confusión mediática sólo buscan adormecernos para que nada cambie. Nuestra Patria es enormemente rica y nuestro pueblo, actor principal de grandes gestas a lo largo de su historia. En este suelo, ningún problema es tan grave como para no tener más solución que claudicar ante poderes extranjeros.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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