Durante más de 10 años Gastón Onetto permaneció callado. No hablaba de su estadía en un campamento de “reconversión sexual” al que acudió cuando tenía 19 años por sugerencia de un psicólogo que patologizaba su sexualidad. De viaje por La Falda pasó frente al hotel donde había acampado hace 18 años junto a otros 200 jóvenes y una sensación de angustia lo invadió. Recordó la violencia a la que fue sometido y el daño emocional que la experiencia le había causado. Lo charló con sus amistades y se enteró que los campamentos seguían existiendo. Decidió contar su historia y denunciar la práctica ante el Colegio de Psicólogos y el Inadi. Mediante una resolución, este 28 de junio, el Tribunal de Ética dictaminó que las denominadas “terapias de conversión” son discriminatorias y atentan contra la salud y el bienestar de las personas. La ministra de Igualdad, Género y Diversidad de la provincia, Florencia Marinaro, lo recibió y se comprometió a disponer acciones para garantizar derechos. Onetto no busca castigo: quiere erradicar una práctica violenta que atenta contra el respeto y los derechos conquistados por las disidencias para que ninguna otra persona vuelva a ser vulnerada.
“Fue un proceso largo tomar la decisión de denunciar. No dimensioné en lo que estuve inmerso, no tenía en el cuerpo el registro de lo que había significado. Me sentiría reparado si supiera que no le va a pasar a nadie más. Me considero un sobreviviente”, dijo Onetto a El Ciudadano.
La “terapia de cura”
A fines de 2004 Onetto había empezado terapia con un profesional de Rosario que viajaba a la ciudad de Santa Fe, de donde es oriundo. Por entonces tenía 19 años, estudiaba psicología y era practicante del catolicismo. “No fui planteando un problema con mi sexualidad. Fui por otros temas y, a la tercera sesión, le conté que estaba saliendo con un chico. A partir de ahí construyó un problema con mi sexualidad. Yo sabía que él era evangélico, y como yo también era religioso me hablaba de Dios, me alcanzaba bibliografía y apuntes que aún conservo. Me confundió que él sea profesional de salud mental”, contó.
A lo largo de las sesiones, el psicólogo le recomendaba alejarse de sus amistades gay, deshacerse de ropa colorida, cambiar el vocabulario, la forma de sentarse y los manerismos. “Según este profesional era necesario desarrollar nuevas amistades saludables con varones íntegros que me afirmen en las conductas masculinas y vincularme sexoafectivamente con mujeres”, recordó.
Luego de algunos encuentros, el profesional lo invitó a participar de un campamento de “conversión de género” para lograr “la cura gay”. “Se instaló un odio hacia mí mismo, sentía que lo que era estaba errado, era malo, estaba equivocado y, si no conseguía curarme, era mejor no existir”, contó.
Los campamentos
Según Onetto, los campamentos se hacían en la provincia de Córdoba a través de organizaciones religiosas extranjeras. En su mayoría, provenientes de Estados Unidos y de culto evangélico. “Exodus International, que se disolvió pidiendo perdón tras numerosos juicios por estafa, Aguas Vivas y Desert Stream, cuya sede se mudó de Estados Unidos a Inglaterra hace unos años y pasaron del evangelismo al catolicismo”, señaló.
A los encuentros asistían cerca de 200 personas, entre varones y mujeres, de diferentes ciudades del país y de toda Latinoamérica. Había traductores y hasta bandas de música. Las temáticas estaban ligadas a lo religioso, con oraciones, cantos y conferencias. “Respondiendo al amor del padre y la herida materna; La sanidad de la herida paterna; Cómo Dios quiere que vivamos la sexualidad; Raíces del quebranto de género; La sanidad de lo femenino y lo masculino; Ministrando a las víctimas de abuso”, eran algunos temas de las charlas dirigidas a quienes participaban del campamento, para el cual había que pagar una importante suma de dinero.
Durante las jornadas había conferencias, testimonios y oraciones grupales, además de charlas con grupos más reducidos sobre el quebranto sexual. “Es una categoría pseudo clínica que indica que algo dentro de las personas homosexuales está mal, enfermo y debe ser curado. Las causas eran un padre débil o ausente, una madre entrometida o un abuso. Hablaban de disfunciones sexuales o quebrantamiento de género que son expresiones muy comunes para patologizar las disidencias”, explicó. Por último, buscaban que quienes participaban de los encuentros replicaran los discursos al interior de sus comunidades.
Un folleto de la organización Exodus hablaba de la “pecaminosidad de la conducta homosexual”, de que es un “asunto psicológico” y proviene de una “historia de abuso en el 80 por ciento de los casos”. También habla de “preparar individuos para comunicar el mensaje de liberación de la homosexualidad” y se adjudicaban ser la red más grande de “ex gays”. Tras patologizar la homosexualidad como una “disfunción” prometían la salvación a través de un proceso para “romper el pecado” y conseguir “la libertad para crecer hacia la heterosexualidad”.
Un sobreviviente
Cuando regresó a Santa Fe, Onetto dejó la terapia. Apeló a la creencia religiosa que compartía con el psicólogo para señalarle que Dios podía aceptarlo de una manera más amorosa. La respuesta del profesional volvió a castigarlo por su sexualidad. Para Onetto, la experiencia tuvo un impacto muy fuerte en su subjetividad: “Me costó mucho volver a vincularme con otras personas. Fue necesaria una red de apoyo que me ayudara a reflexionar”.
Ahora Onetto es piscólogo, y además artista circense. Y encontró en el arte la forma de contar su historia: “Inventé un personaje para canalizar mi experiencia a través del humor. De a poco se fueron destrabando algunas cosas y a conectar otras. Terminé haciendo la obra: «La Cura, memorias invertidas», donde hablo del tema. Fue mi forma de denunciar a través del humor”.
La vigencia de los campamentos lo decidió a acercarse al Colegio de Psicólogos y al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo para intentar frenar estas prácticas. “Quiero recuperar mi historia para recogerme de a pedacitos y repararme de un largo proceso de daño alojado internamente. Por la prevención y erradicación de las terapias de conversión, la sanción de sus responsables y la reparación de sus víctimas. Porque en una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”, señaló.
El 28 de junio mediante la resolución 04/22 el Tribunal de Ética del Colegio de Psicólogos de Santa Fe de la primera circunscripción dictaminó que cualquier intento (total o parcial) de realizar las denominadas “terapias de conversión” constituyen una práctica discriminatoria y denigrante que atenta contra la salud y el bienestar de las personas, dejando en evidencia que son contrarias a lo establecido en materia de derechos humanos receptados en la totalidad del plexo normativo constitucional. Y describió como evidente que cualquier tipo de terapias para la “cura gay”, debe entenderse como la representación de un acto discriminatorio y vejatorio.
“Es importante la resolución del Colegio. Si bien no puede sancionar al profesional porque el hecho prescribió, se posiciona al considerarla una práctica de violencia y discriminación. Además, contamos con una ley de Salud Mental que dice que ningún diagnóstico puede ser establecido en relación a la sexualidad”, señaló Onetto. Y aclaró que el psicólogo que lo atendió sigue ejerciendo, ya que el código de ética establece como máxima sanción la suspensión de la matrícula por 6 meses, y se aplica hasta los dos años posteriores al hecho denunciado.
“No pretendemos hacer una cacería de brujas, pero estaría bueno que desde el Colegio se emprendan acciones específicas. Estas prácticas conviven con las leyes de ampliación de derechos y hay que indagar qué pasa que hay profesionales que se implican en estos procesos”, agregó.
Onetto destacó que fue recibido este miércoles por la ministra de Igualdad, Género y Diversidad de la provincia, Florencia Marinaro, quien puso a disposición espacios de consejería para contener y acompañar a las víctimas en términos legales.
“Me gustaría que aunque tengan pertenencia religiosa los padres puedan pensar en el amor a sus hijos y validarlos; que los pastores y sacerdotes que están a cargo de las comunidades puedan revisar sus discursos, sus formas de tratar a las personas para mirarnos con más amor y respetar lo que venimos siendo”, concluyó.
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