Autoras y autores argentinos, como Claudia Piñeiro, Ángela Pradelli, Eduardo Berti y Martín Sivak, se animan a retomar la figura de sus padres en libros que trabajan desde la ficción o el ensayo para complejizarlos en sus roles familiares pero también en sus tareas profesionales, sus proyectos de vida o sus identificaciones políticas y logran así a través de sus obras revisar mandatos, consignas y aspectos de distintas épocas de la vida nacional.
El salto de papá, de Martín Sivak: recuperar la voz de un padre, reconstruir sus intersticios, lo no dicho, imaginar lo que pensaba y encontrar respuestas a algunas de las preguntas que él no pudo responder. En ese ejercicio se zambulló el sociólogo y periodista Martín Sivak en su libro El salto de papá, donde hilvanó una crónica íntima y política sobre Jorge Néstor Sivak, su padre, un banquero de identidad política de izquierda que se suicidó el mismo día que el Banco Central formalizó la quiebra de su empresa en los años 90.
El texto es un híbrido narrativo de recuerdos personales que Sivak fue recuperando de su infancia y de entrevistas que realizó a personas que conocieron a su padre, desde su hermano hasta el carapintada Mohamed Alí Seineldín o los gerentes del banco, una conjunción de voces muy distintas que no intentan suavizar al personaje sino, más bien, mostrarlo en toda su complejidad.
Su papá, un marxista-leninista, aficionado a la música, curioso lector, megalómano y devenido banquero tras el secuestro y asesinato de su hermano, saltó al vacío desde el departamento familiar, no sin antes saludar a los obreros que enfrente construían un lujoso hotel, como escribe el narrador en la primera página del libro: “Uno. Final. Antes de tirarse de palito de un piso dieciséis, papá se despidió de la clase obrera argentina”.
“Mi libro enterrado”, de Mauro Libertella
“Por momentos todavía siento que el apellido no me pertenece. Me veo a veces como un extranjero, un usurpador en esas diez letras latinas”, escribe Mauro Libertella en su primer libro en el que se hace cargo de su apellido y de la figura de su padre Héctor, un escritor de culto que es retratado por su hijo desde la nobleza, la incomodidad y el pudor.
El libro es el comienzo de la obra de Libertella y la forma de asumir lo que implica llevar un apellido imponente en la tradición literaria argentina, pero también es una memoria del registro de un hijo ante la debilidad de un padre que lo convoca a hospitales, guardias o departamento cercanos a un derrumbe.
El autor dice que empieza a escribirlo cuando se cumplen cuatro años de esa muerte y a partir de allí empieza un relato sobre el duelo pero también sobre un legado: la pasión por la escritura y la lectura. Libertella asegura: “A los 23 él tuvo su primera novela y yo tuve su muerte”.
“El lugar del padre”, de Ángela Pradelli
En esta novela, la narradora se acerca a la figura de su padre a través de un vecino: “Tengo un cariño especial por Ramón, se había hecho bastante amigo de mi padre, así que, cuando mi padre murió hice un bolso grande con ropa que me parecía que podía servirle. Ahora Ramón está haciendo un pozo alrededor del árbol”.
Dividida en capítulos que pueden leerse también como cuentos independientes, El lugar del padre es la historia de un duelo posible, con un registro pausado, que sin estridencias ni golpes bajos, permite habitar el dolor de una ausencia. La narradora logra presentar al padre pero a través de ese vecino que dispara el relato al tratar de voltear un árbol que está frente a su casa.
Ella lo ve y la escena funciona como un destello de recuerdos que van tomando nitidez a medida que se va acercando a Ramón, lo que implica también acercarse a ese padre que acaba de morir. El libro es una puesta por narrar una gran historia en voz baja, exponiendo lo susurrado, insinuando un mundo conurbano de lazos que ayudan a atravesar un duelo.
“Cuando alguien se muere, se muere y no hay por qué ir detrás de esas hilachas que tardan más de la cuenta en desaparecer”, se lee en estas páginas.
“Un comunista en calzoncillos”, de Claudia Piñeiro
Una combinación de recuerdos de infancia y adolescencia con elementos de la ficción cobran fuerza en la novela de Claudia Piñeiro publicada en 2013 que también puede leerse como una crónica familiar y postal de una clase trabajadora en la Argentina de los 70 específicamente en el conurbano bonaerense.
La biografía se construye desde la mirada de una hija que le agradece la libertad para correr los límites impuestos por los mandatos de la época y lo reconoce como un cómplice a la hora de vencer al silencio y tomar la palabra.
“Mi papá era una persona enojada con el mundo, eso me afectaba, y después al recordar apareció su sonrisa y fui encontrando esos momentos de mi padre. Volví con este libro a recuperar una imagen suya más amorosa y comprensiva”, dijo Piñeiro.
“Un padre extranjero”, de Eduardo Berti
Con la figura del padre estableciendo un tejido conectivo entre realidad y ficción, Eduardo Berti plantea en Un padre extranjero una trama espiralada donde distintas historias se van entrelazando en una narración envolvente en torno a un escritor argentino, de apellido Berti, que decide vivir en Francia, emulando a su padre, que llegó a la Argentina como exiliado rumano.
La novela se inicia con la muerte de la madre del narrador, que funcionaba como el nexo que lo unía con su padre, que no sólo se negaba a hablar en su idioma natal sino que se mostraba infranqueable en muchos otros aspectos. El hijo, poco más tarde, sabrá que su padre ha comenzado a escribir, justo cuando se da a conocer su primer libro publicado.
Berti construye un relato que altera las cronologías y superpone las historias, como los tramos en los que cuenta su propia experiencia como extranjero en Europa o los que dedica a dilucidar los misterios vinculados a Joseph Conrad: el protagonista está obsesionado con la historia del escritor y marinero polaco, que vivió en Inglaterra y cuya experiencia tiene similitudes con la condición de extranjero de su padre.
Ambos guardan secretos y aparecen enigmáticos a los ojos de sus familias, como una gran metáfora de la extrañeza que pueden irradiar los seres más próximos.
“Hay en el extranjero una mirada de extrañeza, de desfamiliarización, que muchas veces nos hace ver cosas que nosotros no habíamos advertido antes, por estar demasiado metidos en nuestras vidas cotidianas. Mi padre nunca terminó de perder esa mirada extrañada. Y creo que me la contagió. Que me educó, que «formó» mi percepción del mundo. No tanto a sentir el «peligro» de las cosas escondidas, como a desconfiar del «fácil engaño» de la fachada de lo así llamado «normal»”, sostuvo Berti.
“Mi papá alemán”, de Mónica Müller
En Mi papá alemán, la médica y escritora Mónica Müller retoma la historia de su padre inmigrante que se instala en la Argentina en 1922 para abordar en paralelo la Argentina de los años 60 como la Alemania de los 70, a la que su padre volvió para ya no regresar.
Pero lejos de la nostalgia o la admiración fosilizada, la obra documenta un descubrimiento tan inesperado como doloroso: la relación de su familia con el oscuro pasado del pueblo natal de su padre.
Cuando el padre regresa a Alemania después de cincuenta años de permanencia en la Argentina, el contexto social parece revelar en él sentimientos de racismo que hasta entonces la hija no había podido o querido ver. Ante el impacto, se siente obligada a rastrear la verdad en sus propias evocaciones y a compartir sus descubrimientos y sus sospechas.