El actor chileno Brontis Jodorowsky encarna a su abuelo Jaime, un hombre atravesado por el antisemitismo, la hipocresía social y sus contradicciones internas en el Chile presidido por Carlos Ibañez del Campo, en La danza de la realidad, película autobiográfica escrita y dirigida por su padre, el mítico Alejandro Jodorowsky, que llegará el jueves a los Cines del Centro.
Después de más de dos décadas sin dirigir (la última de su cosecha fue The Rainbow Thief, de 1990), Jodorowsky padre desafía al séptimo arte y regresa a la silla del director con su noveno film, basado en el primer capítulo de su libro La danza de la realidad, memorias (2001), que se centra en los primeros años de su infancia (ver aparte).
En diálogo con la agencia de noticias Télam y días antes de su presentación en el país, Brontis definió el film como “una remake de nuestra leyenda familiar: al principio es muy teatral, y a medida que va transcurriendo el tiempo se va humanizando y ése es el proceso de la película”, al tiempo que, sobre su actuación, adelantó: “Tuve que ser realista evitando perder el lado poético”.
Sin haberlo conocido personalmente, el protagonista habita en la piel de su abuelo, un hombre frío, distante, dominador y territorial en su entorno familiar, sometido, discriminado y en busca de reconocimiento social por sus pares en una agitada Tocopilla, ciudad chilena mediada por el impacto de la gran crisis económica de 1929, lugar de nacimiento de Alejandro Jodorowsky.
Al respecto, Jodorowsky hijo confesó: “Lo más importante fue llegar a Tocopilla y conocer el lugar en el que mi padre había estado en sus primeros diez años de vida. Creo que para conocer bien a una persona hay que saber dónde está y de dónde viene, materialmente dónde nació. Me asombró mucho ver ese lugar tan remoto y ver en quién se había convertido mi padre”.
El largometraje aborda, según su figura central, “dos procesos personales y espirituales, principalmente el de sanar los sentimientos de Alejandro hacia su padre, pero también el de su madre”.
Sometida por su marido, Sara Felicidad Prullansky Arcavi, protagonizada en el film por la soprano Pamela Flores, tiene un rol estratégico dentro de la autobiografía fílmica: “Alejandro busca realizar su deseo de ser cantante de ópera. Ella también tiene su transformación: aunque más sutil, se vuelve la maestra de mi padre y lo hace renacer”, reivindicó Brontis.
Familiarizado con la manera en que su padre trata la ficción (su primera labor junto a él fue en 1970, en El Topo) en la que todo es memoria, el chileno aseguró que si bien durante los sets de filmación “todo recuerdo es ficción”, la dinámica se basó “en reescribir para sacar las cosas del pasado y sanarlas”.
Así, inmerso en el mundo de su padre, el hijo del creador de la Psicomagia encontró en la película “el acto de curar el rencor de su padre y dejar de lamentar que no tuvo lo que quiso; proyectarse fuera de la imagen autoconcebida y transmutar de un estado a otro para sanar”. Y remarcó: “La cuestión psicológica fuerte la sentimos cuando se presentó en Cannes por primera vez; la vimos como algo externo a nosotros y empezamos a sentir nuestra relación. Luego, el proceso del padre con el hijo, pero es nuestro «modus vivendi». En el momento de filmar, entre acción y corte, no había ni padre ni hijo”.
Respecto de si sintió alguna similitud en cuanto a la relación con su padre entre ficción y realidad, Brontis expresó: “Conocí tres padres, Alejandro Jodorowsky el personaje público que todos conocen, el cotidiano de la relación hijo-padre que pasa por todos los bollos y cumbres, y la imagen del padre genealógico que también sentí a través de esta película. Todas nuestras etapas fueron marcadas por cosas que hemos hecho juntos. No fue un padre perfecto pero fue el mejor padre que hallé y no pretendo ser un padre perfecto pero en ciertos aspectos fui mejor, porque el proceso para sanar un árbol genealógico necesita de dos o tres generaciones, y como conjunto familiar todos tratamos de sanar cosas para no dejar en herencia a nuestros nietos viejas historias o arquetipos ensuciados”.
El artista analizó también el hecho de haber padecido la sensación de extrañamiento o desfamiliarización respecto del territorio, al igual que su padre. “Mi padre me dijo cuando era niño: «Tu Patria es la escuela de tus zapatos», y me marcó. Cambié mucho de país y eso me dio la ventaja de hablar cuatro idiomas, conocí mucha gente distinta y aprendí a no aferrarme a los objetos materiales, pero sufrí mucho por no poder construir relaciones con mis amigos. No hay un ideal de la infancia, hay una adaptación y esta adaptación no debe realizarse renunciando a lo que eres para ser aceptado, aunque en esta sociedad, a veces, tenemos que dejar de ser quienes somos para que nos quieran”.
El actor, que reside en París desde hace muchos años, se refirió finalmente a los ataques terroristas que esa ciudad vivió en enero último. “Esa gente ataca la libertad de reír, la cosa más deliciosa del goce y la iluminación intelectual, y me da rabia que hayan matado a la gente de Charlie Hebdo pero no he visto a nadie plantearse quién financia el horror. Al mundo se lo está comiendo la codicia, hay que apelar a la toma de consciencia, que es un proceso más lento y sinuoso que el de destrucción. No creo en la toma de armas y en la revolución; ya vimos en el siglo XX lo que pasa con eso: la integridad individual se está asociando a las jerarquías de poder. Tampoco soy parte de ninguna religión, porque en nombre de Dios han pasado muchas catástrofes, pero sí tengo esperanza en la humanidad. Hay que pasar de las estructuras piramidales, que son herencias de la religión, a las más redondas. La utopía no es lo imposible, es una realidad que aún no se ha concretado y todo nuestro sistema está hecho para alejarnos de ella y hacernos más individualistas, pero hay que seguir para adelante”.
Un ejercicio de “autobiografía imaginaria”
La danza de la realidad, film que se conocerá mañana en los cines rosarinos, es un ejercicio de autobiografía imaginaria aunque no en el sentido de “ficticia”, dado que todos los personajes, lugares y acontecimientos que se narran son verdaderos, sino en el hecho de que la historia profunda de la vida de Alejandro Jodorowsky es un esfuerzo constante para expandir la imaginación y ampliar sus límites, para aprehenderla en su potencial terapéutico y transformador.
Así, con el estilo que lo ha llevado a ser una de las figuras más reconocidas del cine fantástico, Alejandro Jodorowsky lleva a la pantalla los recuerdos de su infancia en el pequeño pueblo de Tocopilla, Chile, donde pese a las presiones de su riguroso padre, un comunista recalcitrante, y la abnegación de una madre amorosa pero débil, tuvo que abrirse camino en medio de una sociedad que no siempre entendió sus orígenes.
A través de este film, en el que actúan tres de sus hijos, Jodorowsky intenta reconciliarse con su pasado. El film cuenta con las actuaciones de Alejandro, Brontis, Axel, Adan y Cristóbal Jodorowsky, a los que se suman Pamela Flores, Jeremías Herskovits, Bastián Bodenhöffer, Andrés Cox, Sergio Vargas y Alisarine Ducolomb.