Natalia Retamar (*) y Angélica Wapenka (**)
La obesidad es una de las caras de la malnutrición y una pandemia que avanza silente, afectándonos a edades cada vez más tempranas en todo el mundo. En 1997 la Organización Mundial de la Salud (OMS) la categorizó como una enfermedad que se define como una acumulación anormal o excesiva de grasa corporal, que puede ser perjudicial para la salud y en la mayoría de los casos se presenta con exceso de peso. En la Argentina el 41,1% de los niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años presenta exceso de peso, mientras que esta problemática afecta al 67,9 % de las personas mayores de 18 años, según los resultados de la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (Ennys), realizada en 2018-2019 por la Secretaría de Gobierno de Salud de la Nación, con el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) y Unicef.
La cuarentena por covid-19 ha dejado en evidencia que no es una sola la pandemia que estamos afrontando en Argentina. Hace años padecemos el avance de la obesidad y las enfermedades asociadas a ella, y vemos como la calidad de vida de la población se empobrece. Situación que se vincula de manera estrecha al elevado consumo de productos de baja calidad nutricional y al escaso lugar que le damos a la actividad física.
Durante el transcurso de los últimos meses hemos visto un incremento importante en el número de consultas por aumento de peso en la población infantil y adolescente que nos alarmó.
Si bien la obesidad puede estar causada por alguna patología de base, en donde intervienen factores genéticos y hormonales, en la mayoría de los casos su origen está ligado a condiciones ambientales desfavorables. Uno de los factores que contribuye a su desarrollo es el sedentarismo. En este contexto la pandemia de covid-19 motivó el aislamiento social, la escolarización virtual desde los hogares y la interrupción de las jornadas deportivas, con lo cual las actividades sedentarias han ganado terreno. Se ha intensificado el uso de videojuegos, redes sociales, computadoras y televisión. A su vez, otros factores que vuelven los entornos cada vez más obesogénicos están vinculados directamente con la calidad de alimentos consumidos. El hecho de que tengamos mayor acceso y disponibilidad a productos de baja calidad nutricional por sobre los alimentos naturales y frescos, sumado a las publicidades de productos ultraprocesados que estimulan su consumo y la escasa información con la que cuentan los ciudadanos respecto de las características nutricionales de los paquetes presentes en las góndolas, ha contribuído en gran medida el avance de esta otra pandemia que es la obesidad.
La Fundación Interamericana del Corazón con sede en Argentina (FIC Argentina) realizó recientemente un estudio para analizar las publicidades de alimentos que se emiten durante los cortes comerciales de los programas dirigidos a niños y adolescentes en televisión. Los principales resultados fueron:
- Casi 9 de cada 10 alimentos que se publicitan durante los programas infantiles de TV tienen bajo valor nutritivo.
- Los postres (23,3%), los lácteos (16,2%), las bebidas azucaradas (13,2%), las cadenas de comidas rápidas (12,5%) y los snacks salados (7,9%) son las 5 categorías de alimentos más publicitados.
- 1 de cada 3 publicidades usa regalos o premios para incentivar la compra.
Por otra parte, la última Ennys corroboró la influencia de la publicidad de alimentos en el comportamiento de compra, ya que el 21,5% de los adultos refirió haber comprado en la última semana un producto porque lo vio publicitado. En cuanto al etiquetado de productos alimenticios vigente en la Argentina, sólo un 15% de la población comprende la información nutricional del envase.
Los productos ultraprocesados, de acuerdo al sistema Nova de clasificación de alimentos desarrollado por OPS/OMS, los definen como formulaciones industriales elaboradas a partir de sustancias derivadas de los alimentos o sintetizadas de otras fuentes orgánicas, y los clasifican de acuerdo a su grado de procesamiento industrial. Son ejemplos de ellos las gaseosas, galletitas dulces o saladas, turrones, snacks, golosinas, salchichas, “patitas de pollo”, hamburguesas, fiambres y helados. Como vimos anteriormente, estos productos industrializados están acompañados de muchas estrategias de marketing publicitario que estimulan su compra, y lamentablemente éstas no están reguladas en nuestro país y tampoco cuentan con un etiquetado claro. Por eso es muy habitual que predominen estos productos en las alacenas de nuestros hogares, situación frecuentemente combinada con el consumo de “comidas rápidas” que no sólo vienen envueltas en plásticos y llegan a casa de la mano de un cadete sino que también están representados por muchos de los productos preelaborados que compramos en el supermercado bajo el mismo preconcepto, “que se haga rápido”. Esto que reproducimos sin darnos cuenta y asumimos como “normal” hace monótona y monocromática la alimentación. En la mesa familiar vemos platos en los que día tras día se repite: arroz, fideos, papa, pan, pizzas, empanadas, milanesas, gaseosas, jugos artificiales o bebidas alcohólicas.
Los productos ultraprocesados, las “comidas rápidas”, el delivery o el tan de moda –en estos tiempos de covid– take away que acerca la carta del restaurante a nuestro domicilio tienen en común el ofrecernos comer algo rico ahorrándonos tiempo, pero a su vez comparten la cualidad de que su valor nutritivo es bajo o nulo. Está bien, ahorramos tiempo y es gustoso, pero, ¿cuál es el costo oculto que pagamos por eso? Todos estos productos usan como principales ingredientes azúcares simples, harinas refinadas, grasas de mala calidad, sal y aditivos químicos. Son completamente carentes de nutrientes necesarios para el desarrollo de una vida saludable. Esta costumbre alimentaria que se hace eco en muchos hogares pone a toda la familia en un riesgo mayor de desarrollar no sólo enfermedades crónicas no transmisibles –como diabetes, hipertensión y cardiopatías– sino que a su vez, como lo ha establecido el Boletín Oicial en los últimos días, las personas con obesidad se suman a la lista de los grupos de riesgo de contagio de covid-19.
En este contexto nos preocupa que las personas naturalicen el exceso de peso en los niños y niñas como si fuera un signo de salud. Hoy no podemos afirmar que se cumpla la famosa frase de la abuela –“Si está gordito está sanito”– porque tenemos sobradas evidencias de que es todo lo contrario.
Es por todo esto que queremos acercarles algunos signos y síntomas de alerta que nos indican que algo no está funcionando correctamente. Es importante reconocerlos para poder tomar medidas a tiempo y realizar una consulta oportuna. Algunos de ellos son: dificultad para respirar tras hacer algún movimiento de baja intensidad; preferencia por actividades sedentarias (uso excesivo de las pantallas); mayor facilidad para padecer episodios de asma; alteraciones en el sueño (apnea de sueño, ronquidos y despertares frecuentes); dolor articular en tobillos y rodillas producto del sobrepeso que puede traer problemas óseos; en exámenes de sangre puede observarse alteración de las enzimas hepáticas, alto nivel de colesterol LDL y triglicéridos, bajo nivel de colesterol HDL, aumento de los niveles de glucosa, insulina alta, ácido úrico elevado; hipertensión arterial; manchas negras en la piel a nivel del cuello y los nudillos de las manos; estrías blancas y trastornos emocionales como la baja autoestima y depresión.
A modo de conclusión, sabemos que la obesidad infantojuvenil es una enfermedad multifactorial y representa un serio riesgo para el desarrollo de otras enfermedades ya mencionadas, pero estamos convencidas de que el hogar es un buen lugar para poner en marcha estrategias para su prevención. Es allí donde empieza el cambio, porque es de donde los niños, niñas y adolescentes se nutren de herramientas para construir muchos de los hábitos con los que convivirán gran parte de su vida, sino toda. Por eso es tan importante que los adultos reflexionemos sobre nuestros hábitos de consumo y estilo de vida para que justamente el hogar sea un sitio seguro, donde se pueda crear un entorno saludable en el cual haya alimentos sanos disponibles, se estimule el ejercicio físico y se habilite la manifestación de las emociones con libertad para que puedan desarrollar su autoestima. Nuestro compromiso es continuar acompañándolos en la transformación progresiva hacia una vida activa y basada en una alimentación natural que mejorará la salud de toda la familia y la de las generaciones futuras.
(*) Licenciada en nutricion MP: 1480/2
Instagram: @nutrirnat
(**) Médica pediatra MP: 16.316 / Reg. Esp. 42/1226
Instagram: @angiepediatra.mama