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René Barjavel: cuando la ficción anticipa la realidad

Con la utopía de un mundo feliz, el escritor parisino descubrió el velo al horror de la guerra y a la deshumanización tecnológica.

René Barjavel fue escritor, periodista y crítico literario. Si bien sus novelas se caracterizan por el suspenso que les imprime, lo que más impacta a los lectores que se acercan a su obra son los dilemas éticos que plantea. Esto es perceptible principalmente en sus libros de ciencia ficción, en los que resalta su preocupación por el destino incierto de supervivencia de la especie humana y los ecosistemas del planeta Tierra.

El estilo de Barjavel enlaza a su escritura un tono poético, tópicos filosóficos y en muchas ocasiones oníricos, lo que provoca al leerlo cierta sugestión y la sensación de no poder descifrar si su planteo es una descripción de lo real o una ensoñación en el límite con pesadillas distópicas. El autor exhibe cómo lo atormentan las atrocidades de las guerras y la locura autodestructiva de la humanidad, las catástrofes nucleares en ciernes y el hiperdominio de la tecnología en las sociedades modernas.

Barjavel nació el 24 de enero de 1911 en Nyons. “A los 18 años empezó a escribir artículos periodísticos y en la década de los treinta amplió sus intereses a la literatura.

Pero fue durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando su trabajo alcanzó cierta repercusión. Asqueado por la devastación que se extendía por los continentes europeo y asiático,  publicó en 1943 Ravage (Destrucción, traducida al inglés como Ashes, ashes (Cenizas, cenizas)”, remonta uno de sus biógrafos.

Las novelas más destacadas de este autor son, además de Destrucción, La noche de los tiempos y Los caminos a Katmandú.

Destrucción (1943)

Una reseña publicada marca: “La novela comienza describiendo una sociedad hipertecnificada de mediados del siglo XXI en la que el hombre ha conseguido dominar las fuerzas de la naturaleza, perdiendo, al mismo tiempo, contacto con ésta. Por ejemplo, los alimentos y el aire están completamente procesados. Pero esa civilización dependiente de la avanzada tecnología experimenta una súbita crisis en el año 2052. Aparecen epidemias, extrañas enfermedades y una imprevista interrupción del suministro eléctrico provocada por algo similar a un pulso electromagnético. El pánico no demora en apoderarse de la población y lo que parecía una sociedad sólida, enérgica y estable se desliza rápidamente hacia el caos y el colapso”.

“Algunos de los supervivientes, liderados por el protagonista, Francois Deschamps, escapan de París y se abren paso a través de un nuevo y peligroso mundo hasta la Provenza, una región a la que el progreso pareció olvidar cien años atrás. Allí crean una nueva sociedad basada en una cultura de corte tradicional (y, según el autor, mejor que la precedente) basada en la vida rural, la agricultura, la ganadería, el trabajo manual, y la solidaridad, la lealtad y una alta tasa de natalidad”.

“La tesis antitecnológica de la novela está expuesta de una forma casi supersticiosa: «Todo es culpa nuestra», dice un personaje. «El hombre ha liberado terribles fuerzas que la Naturaleza había escondido… lo llamaron Progreso, pero es sólo un progreso hacia la muerte». La salvación de la humanidad pasa, por tanto, por un retorno a un pasado idealizado en el que el avance tecnológico no tiene cabida. No hay trenes, automóviles o máquinas de tipo alguno. La novela tiene un paradójico final: el asesinato del desafortunado inventor de un primitivo ingenio que pretendía hacer menos arduo el trabajo de los campesinos”.

Este libro de Barjavel recibió críticas impiadosas, soslayando el profundo rechazo que el autor tenía por sus propias vivencias hacia los desborde de una civilización devenida en la barbarie de las guerras.

“La noche de los tiempos” (1968)

El argumento de esta narración es el siguiente: “Un equipo de científicos en el frío continente de la Antártida descubre a una gran profundidad los restos de una civilización extinguida  más de 900.000 años antes. Sin duda alguna esta civilización era más avanzada tecnológicamente a la presente. Los buscadores descubren bastantes cuerpos encerrados en un «abrigo» subterráneo, debajo de la capa glaciar. Barjavel teje las bases de una historia de amor y la pone como hilo conductor para describir esta fabulosa civilización perdida”.

“La historia es similar a la de un Romeo y Julieta intertemporal, enriquecida por la ciencia ficción del autor”.

“Barjavel describe un mundo ideal donde los hombres viven en la felicidad y la abundancia, aprovechando una fuente de energía y de materia ilimitada que les permite satisfacer todas las necesidades. También se encuentran en esta obra elementos que permiten establecer paralelos con novelas de distopía como la guerra contra otras naciones, tema similar al planteado por George Orwell en su libro 1984”.

“Los Caminos a Katmandú” (1969)

Escrita luego de la revuelta social conocida como el Mayo Francés de 1968 que puso en cuestión la sociedad de consumo del capitalismo, cuando multitudes se congregaban en las calles enfrentando la violencia estatal y escribiendo en los muros consignas como “La imaginación al poder”, “La vida está en otra parte”.

Ahogada la revuelta de Mayo del 68 y con el “retorno a la normalidad” impuesto por el sistema de dominación establecido, Barjavel escribe otra novela inquietante.

Refiriéndose al libro Los caminos a Katmandú señala un comentarista: “Tiempos de cambio, en que los padres ven a sus hijos rebelarse con furia y estos, en una búsqueda incesante, eligen la violencia, la marginación o la evasión hacia regiones lejanas. De todos los rincones del planeta miles de jóvenes peregrinos acuden a Katmandú en busca de la felicidad y paz que promete el misticismo hindú. Entremezclados con estos viajeros encontramos a los personajes de esta novela. ¿Qué van a buscar? ¿La ilusión de un Dios asequible, la libertad de vivir como se les antoja, o tal vez la droga, que en Katmandú se puede consumir sin restricciones? Para muchos será un viaje hacia la propia destrucción. Los caminos a Katmandú es un libro apasionante, de permanente interés, que testimonia con valentía un momento singular y único en la evolución de la sociedad contemporánea”.

René Barjavel murió en París el 24 de noviembre de 1985.

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