Fue una vida muy corta para un pibe al que le atribuyeron muchos apellidos, pero un solo apodo: Oreja. Darío Sebastián Fernández tenía 22 años. Lo acribillaron a balazos y lo dejaron tirado cerca de barrio Rucci. Su cuerpo fue encontrado varios días después y hasta el momento no hay detenidos. “Vos lo mirás y ves al diablo. Yo lo veo por todos lados, pero nadie lo puede meter preso”. La descripción pertenece a la madre de la primera víctima fatal del Oreja: se llamaba Elías Bravo y pese a sus escasos 17 años se dedicaba a robar búnkers. Sin embargo, la visión de los allegados al Oreja es otra. Lo recuerdan como un buen amigo, amante de los autos, las motos y las lanchas. Es decir, de la velocidad.
Cuenta la leyenda que el camino del Oreja estuvo signado por la suerte de su padrastro, Víctor Hugo Oviedo. En 2006 Oviedo, junto con otras tres personas, ingresó a robar a una chatarrería de Lavalle al 2100, acción que se convirtió en una ratonera: la Policía los esperaba y abrió fuego sobre ellos y generó una masacre. Allí, además de Oviedo, murieron bajo las balas policiales otros tres cómplices: Maximiliano Eber, Jorge Luis Graña y Daniel César Aguirre. Pero lo que las crónicas policiales no cuentan es que detrás del golpe estaba un financista llamado Esteban. Y, en señal de gratitud con Oviedo, no sólo pagó el velorio, sino que apadrinó a su hijastro, que se convirtió ya en la pubertad en el terror de un sector de Empalme Graneros.
El primer crimen que le atribuyen al Oreja es el de un adolescente. Elías Bravo les robaba a los que vendían droga. Sus objetivos preferidos eran los búnkers del barrio Ludueña o Empalme, al noroeste de Rosario. La mayoría de las veces les caía encima con un arma, un chaleco antibalas y otro pibe que le hacía la segunda.
El adolescente de 17 años que manejaba una moto Honda Falcon era la pesadilla de los traficantes. No podían entender cómo parte de las ganancias terminaba siempre en sus bolsillos y por qué lograba escapar con la maestría de un piloto de carreras.
Elías no llegó a ver cómo el negocio de sus enemigos mutaba. El 15 de octubre de 2011 estaba en la esquina de la casa con su novia cuando su amigo, el Oreja, llegó en un auto con varios muchachos. Elías se fue con ellos y condujo su moto hasta el búnker del pasillo de French y Felipe Moré. Los que iban en el auto se bajaron, sacaron sus armas y le metieron 30 plomos. Después huyeron.
Si bien el nombre del Oreja ingresó en el expediente el día de la muerte de Elías, la incertidumbre sobre el apellido del pibe determinó que nunca lo atraparan. Para algunos el Oreja era Torres, para otros Flores y sólo para unos pocos era Fernández.
A medida que Analía, la madre de Elías denunciaba impunidad, la tumba de su hijo en el cementerio La Piedad sufría ataques y profanaciones. El caso nunca fue esclarecido.
Hace algunos pocos años, la ciudad estaba dividida y ordenada en el manejo de la droga.
Los Monos en el sur y sudoeste, Luis Medina y el Esteban en el noroeste y en el norte.
En esa época, el Oreja llevaba la protección del Esteban y comenzó a crecer rápido. Le atribuyeron otros dos homicidios más, y un tercero, el más pesado.
Corría 2013 y el Esteban estaba preso en Buenos Aires como integrante de la Banda de los Rosarinos, dedicada al robo de autos. Medina, en tanto, intentaba recuperar parte de sus búnkers después de su fallido intento de convertirse en un personaje de la farándula rosarina con la clausura de su boliche Esperanto.
Así las cosas, en los últimos días de diciembre, cuentan que Medina volvió borracho de la isla y maltrató al Oreja. Y este pibe, enojado, le pidió permiso al Esteban para matarlo.
Según esta historia, a la mañana siguiente, el Oreja y una banda de amigos esperaron el paso del auto de Medina, y se le pusieron a la par. Si bien el gatillero inicial fue otro, le atribuyen al Oreja haberle hecho la segunda con los disparos. El Oreja también apareció mencionado en informes de inteligencia y escuchas federales como el nexo con quienes efectuaron el atentado contra la casa del gobernador Antonio Bonfatti en octubre de 2013, y detrás del homicidio de Santiago Pérez, alias Gordo Santi, quien fue ejecutado en septiembre de 2012, al lado de su cupé Peugeot 308 con una calco gigante de San La Muerte en su baúl, horas después de que maltratara a la hermana del Esteban, según allegados a este caso.
El Oreja pasó sus últimos días guardado. Si bien ya tenía su propio negocio, un problema con el Esteban lo llevó a guarecerse. Hay quienes aseguran que se escondía en lo de un familiar, en zona norte, que está con prisión domiciliaria. El sábado 28 salió a dar una vuelta, mandó un mensaje de texto y nunca más supieron de él. Los investigadores suponen que alguien lo entregó, ya que no ven que fuera fácil levantarlo en esa zona. Se lo llevaron, lo torturaron y después lo mataron. El cuerpo apareció en la mañana del jueves 3 en calle 1329 al 4500, en barrio Rucci. Estaba irreconocible. Su familia lo identificó horas después en el Instituto Médico Legal. Según la autopsia, tenía varios tiros en la cabeza.
Ema Pimpi
El Oreja era primo hermano de Emanuel Sandoval, alias Ema Pimpi, un muchacho de la zona norte procesado por el caso del atentado contra la vivienda del gobernador Antonio Bonfatti que cumple arresto domiciliario. Su abogado, Marcos Cella, pidió anteayer que se ponga custodia de la casa de Ema Pimpi, ante la eventualidad de que pudiese ser víctima de algún ataque. El letrado había adelantado a la prensa que se habían detectado “movimientos sospechosos” en la cuadra donde reside su defendido, a quien le allanaron la casa por denuncia de una vecina contra él y su hermano Lucas días atrás.
El territorio en disputa
El territorio está difícil. A la hora de sumar y restar y, sobre todo, de dividir este terreno y averiguar quién está detrás del gatillo de cada uno de los que cae. Con el golpe de gracia a la banda de Los Monos, la zona sur está complicada. Y el negocio se está reacomodando. No todos parecen tener en claro si el homicidio de anteayer de Leonardo Cesáreo está vinculado, aunque algunos lo señalan como parte de la banda que alguna vez fue del Esteban. Mientras, todo esto ocurre en un momento en que el reinado de los búnkers empieza a dar lugar a la modalidad delivery, una forma en que comenzó a mutar el negocio a partir del 8 de abril de 2014, cuando el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, desembarcó en la ciudad con los federales.