LITERATURA
Las aguas cárdenas. Roberto Retamoso
Homo Sapiens 2015. 212 páginas
Roberto Retamoso no busca pasar desapercibido en el campo literario y por ese motivo sus escritos no reparan en cortesías sino que se meten de lleno en temas polémicos. En su primera novela, Las aguas cárdenas, el autor aborda el tema de la memoria, la militancia, la persecución política y los desaparecidos con un ida y vuelta entre el pasado y el presente. Su telón de fondo es la Facultad de Humanidades y Artes de Rosario. Otros tópicos, como los paradigmas de la crítica literaria, qué y cómo se enseña en ese ámbito o la “tilinguería” de aquellos que se identifican con las últimas modas académicas se suman a su texto. En su relato no faltan el amor y el desamor, la amistad, la tragedia, el cinismo y el escepticismo sobre el futuro. Tres personajes encarnan a grandes rasgos estos ejes aunque sin fijar límites claros.
El alter ego del autor es Fer-nando, un profesor de la carrera de Letras que tras su paso por la política en los años setenta debió escapar al extranjero al ver peligrar su vida, y que de regreso en Rosario sus días transcurren entre el descreimiento y las posibilidades de ser profesor universitario. En cambio, Mariana representa lo opuesto a esa figura porque, a pesar de ser docente universitaria, es una joven que desde el presente se deja deslumbrar por cuestiones superficiales. Por último, Pepe representa la militancia más pura de la época que vio llegar a la última dictadura militar, donde abundan cierto idealismo inocente y la típica polémica entre la izquierda marxista y el peronismo. Los tres se configuran como grandes metáforas que tienen raíces en la realidad del escritor, acompañada de mucha poesía. “Lo que he narrado hasta aquí es absolutamente cierto y riguroso. Mis fuentes son las pocas informaciones oficiales publicadas en la época”, expresa el autor, quien sostiene al mismo tiempo que ese bagaje no le permite completar su historia y por ello recurrió a sus queridos poetas: “Borges, Gelman, Vallejo, el entrañable Aldo Oliva eran grandes, pensé, porque se permitían soñar, inventar mundos, del mismo modo como inventaban palabras o inventaban lenguas”, ilustra Retamoso.
¿Deuda con el pasado?
Tras una prolífica producción sobre crítica literaria y poesía, Retamoso escribe esta primera novela que se nutre de su realidad pasada y presente pero que al mismo tiempo juega con la ficción. Sin embargo, el autor rechaza que lo haya motivado una deuda con el pasado; más bien afirma que son varios los elementos que componen una novela y no todos forman parte de un plan racional previo. “Es un poco idealista pensar que cuando alguien escribe una novela pueda pensar cada detalle de su trama”, afirmó Retamoso. “Me resultaría muy difícil dar cuenta de las motivaciones que me llevaron a escribir la novela, porque cuando uno escribe lo hace movido por pulsiones que son poco conscientes para el escritor. Uno escribe porque surge una especie de impulso, de fuerza que mueve a escribir, pero allí hay muchos componentes de los que uno tiene escaso o nulo registro a nivel consciente. Lo cual no significa que no haya existido esa deuda, pero al momento de escribir eso no aparece como el motivo. Del mismo modo, dije que cuando escribo no hay un plan estrictamente racional, aunque después el escritor le dé forma a los materiales. Pero la escritura no es lo mismo que un trabajo de investigación, por ejemplo, donde el plan racional juega un papel fundamental”, argumentó el autor.
Opuestos que se atraen
En Las aguas cárdenas los personajes y otros elementos narrativos están puestos en tensión porque son raros imanes que se atraen al tiempo que se rechazan. Por ejemplo, para el autor, Mariana simboliza varias cosas. “Mariana representa lo que podría llamarse la «tilinguería académica» en la universidad. Lo que es propio de esas personas que quieren estar a tono con lo último en cuanto a las modas intelectuales, las teorías recién llegadas de afuera, los paradigmas y modelos de conocimientos que se veneran porque son lo último que apareció, sin evaluar su pertinencia y la validez de su utilización en nuestros propios contextos”, señaló Retamoso. “Al mismo tiempo, es una persona demasiado cholula que se enamora de un profesor que tiene una cierta trayectoria en el campo de la crítica literaria, que estuvo afuera y está de vuelta, y es bastante cínico y descreído”, continúa Retamoso. En cambio, “Fernando es mi alter ego”, sostiene el autor. “Tiene algo mío, pero viejo. Cuando era descreído durante buena parte de los años noventa”. En ese sentido, Retamoso reconoce que durante los últimos años la esperanza y la energía de la joven militancia retornaron a su persona, y agrega: “Yo soy uno de los militantes recuperados por el kirchnerismo”. Por último, “Pepe es un personaje real y traté de representarlo lo más fidedigno posible. Todas las situaciones que aparecen sobre él en la novela tienen asidero real, yo las vi, salvo al final donde hay más recreación y especulación literaria”.
Una vida de verdad
“A esta novela la leyó Lucas Almada, quien es coordinador del Centro de Estudios de Historia Reciente Argentina y Latinoamericana del Museo de la Memoria de nuestra ciudad y se encarga de investigar sobre desaparecidos. También se ocupa de rearmar las historias de vida de los desaparecidos y me avisó que José Cárdenas, la persona sobre quien se basa el personaje Pepe, no estaba registrada como desaparecida. Por lo que el Pepe fue doblemente desaparecido. Nadie lo reclamó porque no tenía a su madre y su padre, era un hombre muy anciano en el momento de su desaparición”, relató Retamoso. Según el autor, cuando durante la última dictadura militar a Pepe lo mata el Ejército en pleno centro de Rosario, frente a varios testigos, un sargento de esa institución, su asesino, expresa: “Un trosko menos”, buscando echar sobre el fallecido alguna responsabilidad. El destino del cuerpo de Pepe es una incógnita. Lo más triste es que, hasta ahora, la vida de Pepe había sido una incógnita y por eso tanto Retamoso como Almada se propusieron reconstruirla.
Elitistas, conservadores y aristocráticos
Las aguas cárdenas tiene su hilo conductor en la Facultad de Humanidades y Artes, en particular en la carrera de Letras y Literatura, pero para Retamoso ése no es el ámbito de donde surgen nuevos escritores rosarinos porque no hay un interés en formar a gente con esa perspectiva y el espacio está ceñido a una corriente posmoderna que no permite el debate político. El autor afirma que hay muchos escritores viejos y nuevos, que se publica en una cantidad apreciable, pero que “eso no es algo que promueva la Facultad, sino todo lo contrario: es a pesar de la institución”. “Para ser más precisos, la carrera de Letras no promueve la escritura por dos razones fundamentales. Primero, porque los profesores, salvo honrosas excepciones, sienten un desprecio absoluto y una ignorancia total sobre los escritores de la zona; para ellos no existen. Es así porque son elitistas, conservadores y aristocráticos. Para ellos existe Joyce pero no existe Hugo Diz”, sentencia Retamoso. Crítico, el propio docente de las cátedras Análisis y Crítica I, y Análisis del Texto, afirma que “la otra razón es que se tiene una idea absolutamente profesionalista de la carrera, donde todo está orientado a formar docentes e investigadores pero no escritores. No hay un solo curso, seminario o taller de redacción literaria. No se les enseña a escribir a los estudiantes”. Para Retamoso, esa “es una actitud reprobable porque en las universidades norteamericanas es frecuente hallar talleres de escritura creativa. Incluso, carreras de escritura creativa donde dan clases escritores reconocidos. Aquí, eso se piensa que no forma parte de la enseñanza en la carrera de Letras. Por un lado no hay interés por los escritores locales y tampoco hay interés por enseñarles a escribir a los estudiantes”. Otra cuestión que opera para que esto suceda, según Retamoso, es la visión posmoderna que se da en esa carrera al objeto de estudio. “La imagen que se da de la literatura en esta carrera está desgajada de la realidad social. Siempre hay una mirada hacia la literatura como si fuera una burbuja de cristal, como al margen del mundo. No hay discusiones políticas en la carrera de Letras, nunca se habla de política. Y hay una cosa que es muy propia de nuestra Facultad, de nuestra carrera, que es el cinismo postmoderno”, concluye el escritor.