No le resulta fácil a Sergio Massa traspasar las fronteras de provincia de Buenos Aires. Su construcción a base de llevarse dirigentes de fuerzas o coaliciones preexistentes por momentos muestra un techo. En Córdoba y Santa Fe, por ejemplo, el PRO, que tiene un desarrollo político previo, oficia de tapón a la expansión del Frente Renovador.
Antes de que en 2013 el FR se convirtiera en la novedad electoral, en Santa Fe el PRO ya había capturado hacía unos años a una porción del peronismo que buscaba escapar de la hegemonía partidaria kirchnerista. Eso, sumado al acierto de Miguel del Sel como punta de lanza para perforar el clásico electorado del justicialismo, le permitió consolidarse con presencia en la Legislatura provincial y en varios Concejos municipales.
Río revuelto
Sin embargo nada está dicho. Toda la política está revuelta y así seguirá hasta febrero, cuando haya que inscribir alianzas primero y listas de candidatos después. Hoy las mesas de arena, las conversaciones de todos con todos y las especulaciones están a la orden del día. Massa batallará, al igual que el resto, en ese complejo escenario.
Pareciera imposible que pueda pensar en un proyecto nacional sin Santa Fe.
Carlos Reutemann era su carta ganadora, pero el Lole sigue jugando su propio juego, impone sus tiempos, estira definiciones hasta jugar sobre seguro. La apuesta no es lo suyo. En 2015 termina su segundo mandato de senador y a su casa no se va a ir.
Tampoco será candidato provincial. Buscará la reelección, como mínimo. Massa, los massistas y los que apuestan a que el tigrense extirpe el kirchnerismo de la Casa Rosada lo quieren de candidato a vicepresidente, como un valor agregado a la figura del ex intendente bonaerense. Hoy esa posibilidad parece lejana.
El senador santafesino dijo el viernes que su prioridad es la unidad del justicialismo santafesino. Los que suelen pensar mal creen que, si durante todos estos años estuvo desaparecido de la política local sin dar muestras de preocupación por el derrumbe que sufrió el peronismo provincial, su repentina decisión de calzarse la ropa de fajina como soldado raso y ponerse al servicio de la causa no puede ser por otro motivo que el de garantizarse su propio futuro. Sea o no así, quién puede reprochárselo en un peronismo imposibilitado de prescindir del senador.
Hay hoja de ruta
La voluntad de construir la unidad que manifestó Reutemann está en línea con lo que vienen trabajando dirigentes del partido hace varios meses. En este mismo Panorama Político se escribió semanas atrás sobre una corriente mayoritaria que piensa que empezar a alinear porciones del partido con los diferentes precandidatos presidenciales no hará otra cosa que profundizar las divisiones.
Si Reutemann se sacaba la foto el viernes con Massa, Felipe Solá y Eduardo Buzzi obligaba al kirchnerismo a partir aguas y a otros sectores a tomar discreta distancia. “Si evitamos los alineamientos con la cuestión nacional es un paso adelante, porque es un esquema menos que nos divide”, resumía ayer un senador peronista.
La hoja de ruta para intentar la unidad fue trazada en el documento que firmaron semanas atrás los dos bloques de senadores y 17 de los 28 diputados provinciales peronistas. Con esa declaración general, hoy por hoy más expresión de deseo que posibilidad concreta, esos legisladores iniciaron una serie de convocatorias en pos de la unidad. Dos miércoles atrás se reunieron con Omar Perotti, a pesar de que sus diputados originalmente no habían firmado el documento. Este miércoles el mismo tema se tratará con la cúpula partidaria provincial. Y más tarde será el turno de María Eugenia Bielsa, quien al igual que Perotti es mencionada como posible precandidata a la gobernación.
El problema de todo esto es que nadie va a estar en desacuerdo con la unidad, excepto que sea un suicida político. Pero ponerse de acuerdo en la necesidad de unirse es una cosa. Unirse es otra. Las dificultades son naturales para un partido que hace dos elecciones que está en tercer lugar, acosado por el internismo y cada vez con menos espacios para hacer política desde lugares institucionales.
Más allá del PJ
Hay muchos frentes abiertos que resultan un desafío para el peronismo. Algunas son variables que no está en sus manos manejar. Por ejemplo el cierre de listas para las candidaturas nacionales (diputados, senador y presidente y vice) caerá de nuevo entre la elección primaria provincial y la general, obligando a definir preferencias y adhesiones que hoy se tratan de evitar. Ese cronograma electoral se redacta en la Casa Gris y su contenido no será inocuo para el peronismo (en realidad tampoco para el Frente Progresista).
Un grupo de senadores viene instalando la idea de que con la unidad partidaria no alcanza y que tiene que complementarse sumando al PRO. Quienes impulsan esto suelen decir que el ejemplo a seguir es el que le permitió a Hermes Binner llegar a la gobernación en 2007. “Juntó a todos sin reparos ideológicos para sacar al peronismo del poder. Siendo socialista se alió con el PDP y nadie se lo recriminó. ¿Por qué el justicialismo pagaría costos por aliarse con el PRO?”, esgrimen.
“Nosotros primero tenemos que lograr la unidad del peronismo. Si la conseguimos, después podemos analizar darnos una estrategia electoral frentista que estuvo presente a lo largo de la historia del justicialismo”, suele repetir Armando Traferri, uno de los senadores que habló del tema con Miguel del Sel. Cuando le preguntan cuál fue la respuesta del Midachi, afirma: “No dijo que no”.
A pesar de que Del Sel no cerró la puerta, hoy eso es ficción. Incluso se dice que Reutemann mandó al freezer la idea en los últimos días, persuadido de que puede obstaculizar la unidad más que ser un atajo para reconquistar el gobierno provincial.
Además, Miguel del Sel puede ser el dueño de los votos en Santa Fe, pero su opinión no es definitiva en el PRO. Nada de lo que se hace o se deshace en ese partido está, ni va a estar, desvinculado de la estrategia presidencial de Mauricio Macri.