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Revelaciones de Cristina

La requisitoria de la Justicia italiana obligó a CFK a revelar algunas de las cuestiones más íntimas de sus desplazamientos y viajes.

La requisitoria de la Justicia italiana a Cristina de Kirchner por un juicio que inició contra periodistas del Corriere della Sera en ese país obligó a la presidenta a revelar algunas de las cuestiones más íntimas de sus desplazamientos y rutinas fuera del territorio argentino. Así, la declaración testimonial, anteayer, se extendió por dos horas en una teleconferencia entre la residencia de Olivos y el juzgado en Roma, donde se ventila la denuncia presidencial por calumnias e injurias. El testimonio terminó siendo un relato minucioso de una de sus giras por esa ciudad.

El pleito comenzó con una nota publicada en 2008 por la periodista María Egizia Fiaschetti. Con su pluma, el Corriere della Sera contó acerca de un supuesto tour de compras por la vía Margutta que habría incluido una parada en la joyería Enigma de Bulgari con adquisiciones por 100.000 euros y otra en la blanquería Pratesi para llevarse un juego de sábanas cotizado en 1.000 euros. Todo, se decía allí, habría sucedido antes del inicio de la cumbre de la FAO en esa ciudad.

Para peor, la nota fue luego reproducida en medios de la Argentina, lo que disparó definitivamente la decisión de pedirle al Corriere della Sera una rectificación. Como el diario sólo se limitó a publicar en la sección Cartas de Lectores el pedido de aclaración que envió el por entonces vocero presidencial, Miguel Núñez, Cristina de Kirchner decidió iniciar una causa por calumnias e injurias, delito que para la prensa aún está vigente en la tipificación italiana, aunque por estos días haya debates sobre su derogación como ya se hizo en la Argentina.

Ese proceso incluyó la necesidad de una declaración testimonial de la denunciante y de ahí que la jueza penal de primera instancia de la sección sexta de Roma, Elena Scozzarella, enviara un exhorto a la Justicia federal que sorteó juzgado para ejecutarla: Claudio Bonadío fue el beneficiado y de ahí que ayer estuviera sentado junto a Cristina de Kirchner y la traductora Beatriz Raffo organizando el protocolo judicial de la presentación.

El escenario para la declaración de la presidenta fue cinematográfico. El edificio de la jefatura en la quinta presidencial de Olivos se preparó para la transmisión. En el salón de gabinete se instalaron las cámaras que tomaban la imagen de Cristina de Kirchner y su comitiva legal. Del otro lado del océano llegaba la imagen de la sala del juzgado italiano: Furio Restivo, el abogado contratado en Italia por la presidenta para llevar el caso, la interrogó vestido con una toga negra adornada por cordones dorados, igual que la lucía Paolo Miel, defensor de los periodistas y la jueza. Sólo la traductora romana parecía una funcionaria de carne y hueso.

Junto con Bonadío el team de apoyo presidencial incluyó a Oscar Parrilli y al vocero Alfredo Scoccimarro, que acomodaban papeles y colaboraban con la ceremonia, todos más discretos que los italianos, sólo vestidos de traje.

Desde el inicio quedó claro que la ira de Cristina de Kirchner se había centrado en lo que consideró “malicia” en la nota, al no poder probar la prensa que en su breve estadía de sólo una noche en Roma haya tenido tiempo para salir de compras en algún momento y haberla titulado “Hambre y Dolce Vita”. Era obvia la ira presidencial ante ese título, ya que la visita a Roma ese año estuvo destinada a participar en la cumbre de la FAO contra el hambre mundial.

La intención de la defensa, entonces, pasó por comprobar qué había hecho la presidenta durante cada minuto de los dos días de estadía.

Se supo, de boca de la propia presidenta, que mientras la nota informaba de su arribo el 31 de mayo, la realidad indicaba que lo había hecho el 2 de junio.

Al parecer, el Hotel Eden, que eligió Parrilli (debió aclarar que ella no elige los hoteles donde parar en el exterior durante visitas oficiales), la dejó más que satisfecha con la suite con un pequeño living, comedor, habitación y una vista a los parques envidiable.

Tuvo que explicar Cristina de Kirchner cómo estaba conformado el cuerpo de seguridad que ocupaba su piso en el hotel durante esos días: “No sé si además de los agentes argentinos había italianos. Yo salía al pasillo y siempre había gente, inclusive en el ascensor. En el auto, el que conducía era italiano”.

“¿Con quién viajaba desde Buenos Aires”, preguntó el abogado. “Con el canciller y con Zannini”. “¿Quién la recibió en el aeropuerto?”. “No sé, fue hace mucho tiempo; alguien de Cancillería”. “Había periodistas?”. “Los periodistas siempre están, son como el sol”.

Con ese ritmo pasaron dos horas de testimonios. Pero también hubo anécdotas poco conocidas. Recordó que en Italia: “No me recibían en visita oficial” por el conflicto con los bonistas en default. De ahí que tuvo una cena con empresarios italianos y argentinos y el canciller de Silvio Berlusconi, Franco Frattini, en una casa de Ciudad del Vaticano, alejada del centro de Roma: “Desde allí veía la cúpula de San Pedro”, dijo.

Siguiendo el relato que demostró que, en realidad, hubiera sido imposible encontrar un minuto para salir de compras, la Presidente recordó embelesada el paseo de la mano de Luiz Inacio Lula da Silva por el Palazzo de Piazza Navona que sirve de residencia a la embajada brasileña: “Lo recuerdo muy bien, porque él me mostró personalmente los frescos de la residencia. A mí me apasiona el Renacimiento”. Así repasó cada movimiento en los dos días por la ciudad incluyendo regresos al hotel para almorzar (“como frugal al mediodía, por si le interesa”, le dijo al abogado). Relató con cierta molestia, inclusive, cómo se mete el servicio secreto en su habitación en Nueva York cada vez que le sirven la comida o entra el servicio a hacerle la cama.

Hubo momentos ayer en que Cristina de Kirchner pareció tomar personalmente su caso, como cuando subió el tono para preguntarle al abogado de los periodistas si no habían requerido de la “scolta” (la custodia que pone el gobierno italiano) el registro de sus movimientos en Roma: “Eso existe en todo el mundo, inclusive en mi país”. El abogado tuvo que reconocer que ya los tenía. La Presidente insistió en que continuará con la demanda, tras un cruce en el que recordó que no renunciará a la indemnización que reclama y que la donará íntegramente al Hospital Garrahan.

Al final, hubo distensión y hasta algún chiste que aportó más datos sobre la vida personal de la Presidente. “Me dicen que hasta compré sábanas por 1.000 euros. Yo las sábanas las compro en Arredo o en Home Colection”, confió.

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