“Cerámicas Fighiera” está en la zona rural de esta localidad vecina, a 37 kilómetros de Rosario. Es una fábrica que tiene unos sesenta años, se especializa en cerámica roja (tejas, ladrillos, baldosas) y desde el 17 de enero pertenece a sus trabajadores. Ahora, son 32 personas, “las suficientes”, dicen ellos, que van todos los días, en turnos rotativos, a realizar trabajos de mantenimiento y producción, a cuidar el lugar y también a estudiar y conocer qué es el cooperativismo y cómo se vuelve real, concreto. “Descubrimos que somos capaces de hacer algo más. Antes te hacían pensar que sólo servimos para hacer ladrillos. Pero nosotros nos interesamos, vemos que se puede hacer algo más y tenemos un proyecto a futuro. Para mí fue muy importante ver el compañerismo en estos meses: es la forma correcta de hacerlo. La cooperativa se va a lograr siempre que estemos unidos”, declaró Juan José Armoa, uno de los trabajadores en cuestión.
Ya está todo listo. Después de estar casi tres meses parados, no sólo hay movimiento y trabajo de producción y mantenimiento en la fábrica, sino que la documentación está preparada y en orden para comenzar el proceso de pedido de quiebra de la empresa. La voz de los trabajadores tiene un tono de entusiasmo contagioso: “Vamos a salir adelante”, dicen, aliviados. Para ellos, se terminó una época de más de dos años en la que la variable principal fue “el ajuste al salario del personal”. Aún no están produciendo totalmente, pero tienen fecha de arranque: el 11 de febrero. Mientras tanto, van dejando todo en orden, en turnos rotativos de cuatro o cinco horas para darles lugar a hacer una changa, generar un ingreso en el “mientras tanto”.
“Ya veníamos pensando en el tema de la cooperativa, aunque teníamos dudas. Siempre alguien ponía un granito de arena para decir que no conviene. En noviembre empezamos a recaudar información sobre cooperativismo y empresas recuperadas; y la gente empezó a interesarse. Llegó diciembre, y el interés creció porque la cosa no iba para más. En enero tuvimos la primer charla con la gente de la cooperativa Mil Hojas y con José Abelli, del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. Ellos nos dieron información y apoyo para que pudiéramos empezar a formar nuestra cooperativa. Y en febrero empezamos los trámites. Mientras tanto, mantenemos la empresa controlada para que no haya más vaciamiento ni destrucción por parte de los empresarios o gente de afuera”, contó Juan José.
En total, son 32 personas las que han comenzado este proceso: “Tenemos que afrontar nuevos desafíos, pero no va a ser imposible”, señalan. En la fábrica, como sucede en las pequeñas localidades de la provincia, muchas personas no sólo han trabajado toda su vida ahí, sino que también lo han hecho sus padres y ahora lo hacen sus hijos: el lugar es suyo, desde mucho antes que tomen el mando. Además, ellos son “los expertos” en cuanto a material, calidad, el trabajo en sí. “El producto va a mejorar. Antes nos decían que si el material estaba defectuoso lo pongamos igual porque igual se vendía. Pero ahora el material va a ser de primera calidad, como corresponde. Cada uno es responsable y tiene un compromiso laboral con sus compañeros. Lo que hacemos es para todos”.
Las ya malas condiciones laborales en “Cerámicas Fighiera” comenzaron a empeorar a partir de agosto de 2011: recortes, deudas acumuladas y paritarias incumplidas tomaron una magnitud mayor a la que se esperaba. Ese año se realizó el primer gran paro de la empresa, que duró 15 días. La misma historia se repite a lo largo de 2012: falsas promesas, más ajustes, intimidaciones y la fábrica parada por 15 días más. “En octubre nos dijeron que a partir de noviembre iban a pagar cuando puedan y lo que puedan. Nos daban lo que tenían: 200, 300 pesos. En noviembre nos entregaron 500 pesos a cuenta de que trabajemos pero después nos iban a pagar recién el 28 de diciembre, recortando horas y personal. Con eso dijimos basta. Negociamos en la Secretaría (de trabajo) hasta el 22 de noviembre, cuando dijeron «hasta acá llegamos», y liberaron a las partes”.
El proceso
El 1º de diciembre comenzó el proceso de apropiación del espacio: se envió un telegrama con la primera intimación. El 17 de enero, cada uno de los trabajadores envió el telegrama dándose por despedido y ocuparon la fábrica de hecho. Y a la vez que, poco a poco, vuelven a la producción, comienzan a realizarse los trámites legales. Por un lado, el pedido de quiebra a la empresa (proceso judicial que puede durar varios años); por el otro, se hacen los cursos obligatorios del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), los cuales ofician de guía en la confección del acta constitutiva, del estatuto, etcétera. Y además comienza el diálogo con los legisladores a fin de ingresar una ley especial que dicte la expropiación de los bienes de la fábrica.
Si bien estos trámites actúan casi como moneda corriente, y las fábricas recuperadas, las nuevas cooperativas, tienen el visto bueno social y estatal, nada asegura que todo salga bien. Martín Livolti, el abogado que acompaña a los trabajadores de la fábrica, explicó el proceso legal a El Ciudadano y advirtió que el ingrediente secreto para que la cooperativa marche bien es que los trabajadores logren conformarse como cooperativistas. Afortunadamente, sobran ejemplos.