Tres hombres y dos mujeres son juzgados a partir de este lunes por el Tribunal Oral Federal N° 1. Los acusan de traficar estupefacientes en forma organizada con fines de comercialización y distribución, en algunos casos con la modalidad trasporte, tras un procedimiento en 2011. Uno de los hombres que se sentó en el banquillo es Carlos Fiordelino, un viejo conocido de las crónicas policiales, hijo de un comisario, quien ya cuenta con algunas condenas. Otro de los acusados es otra celebridad del hampa, un sindicado estafador que aseguró no conocer a nadie y ser un simple remisero en el caso. Mientras que una de las enjuiciadas pertenece al no menos conocido clan Villalba, asentado en barrio Tango, y que ya fue condenada por infracción a la ley de estupefacientes en la llamada causa Popea, una derivación del caso Fiordelino, que se conoció en el primer semestre de 2013 con el desbaratamiento de una cocina de cocaína en Manuel Ugarte al 700, la vivienda de esta mujer.
Frente a los jueces Ricardo Vázquez, Otmar Paulucci y Germán Sutter Schneider se sentaron los cinco acusados en los Tribunales de Oroño al 900. Hay un sexto sospechoso, cuñado de Fiordelino, que está prófugo. En el banquillo están Fiordelino, Claudio Antonio Belinatto, Lucía De Souza y Marcela Villalba, acusados como coautores de infracción a la ley de estupefacientes, y Osvaldo Sosa, como partícipe secundario.
Los hechos
El 25 de marzo de 2011 la pesquisa realizó varios procedimientos. Uno fue sobre dos autos; dio como resultado el secuestro de 58,7 kilos de marihuana y 495 gramos de cocaína.
Según la Fiscalía un Renault Megane fue interceptado en una dársena de una estación de servicio funense, sobre la ruta 9 y Elorza, en cuyo interior había bolsos con 55 envoltorios de marihuana en el asiento trasero.
El auto era conducido por Belinatto, quien dijo ser remisero y llevar a un muchacho que abandonó el vehículo cuando llegó la Policía. Para la pesquisa el acompañante era Fiordelino.
También allanaron una casa en Mosconi al 1900 de Funes. Para los investigadores esta casa era el punto de conexión y allí estuvieron, previamente a la detención, el Megane y un remís Fiat Siena que trasladaba a Villalba, a quien le encontraron trozos de cocaína y envoltorios de marihuana.
En la casa fue detenida De Souza, una mujer de nacionalidad brasileña. Según el acta policial, en el patio de la casa había un Citroën. Consta que la mujer voluntariamente dijo que Fiordelino le dejó un bolso para que le guardara y el auto estacionado en el patio. En su interior había dos cuadernos con anotaciones que para la Fiscalía de juicio, a cargo de Federico Reynares Solari, hacía referencia a la venta de estupefacientes. Tenía frases como “20 pilas 1600”, «250 faso 350», a nombre de Villalba, conocida como Colorada.
Ese día los cuatro fueron detenidos. La acusación entendió que todos se conocían, estaban vinculados entre sí y tenían un plan organizado para la distribución y comercialización de estupefacientes, algunos de ellos en la modalidad de trasporte.
Incluso especularon que el Megane conducido por Belinatto había estado en Paraguay días antes de la detención, con la presunta finalidad de adquirir sustancias ilícitas que luego fueron incautadas. Fiordelino se escapó en junio de ese año caminando de la Alcaidía de Jefatura (de Lagos al 5200), lo que le valió a un policía una causa penal que terminó en condena. Fue recapturado recién en 2016 en otro hecho delictivo vinculado con el narcotráfico.
La caída
El 12 de julio de 2016 un miembro de la entonces Delegación Departamental de Investigaciones del Tráfico de Drogas Ilícitas y Crimen Organizado de la Bonaerense recibió un llamado telefónico anónimo donde le daban datos de un utilitario Mercedes Benz Sprinter escoltado por un BMW que transportaba droga, aseguraron.
Según la acusación, los vehículos fueron ubicados en una estación de servicios ubicada en la ruta Panamericana, kilómetro 36,5, en la localidad de Tortuguitas. Por lo que se dispuso por orden judicial la requisa de los autos y la identificación de sus conductores.
En la camioneta Sprinter iba al mando Santiago A., hoy prófugo, y en un BMW marchaba Fiordelino, quien había dado el nombre de Daniel Freschi. En este último coche se secuestró un subfusil calibre .223.
Según el acta policial, para continuar con la requisa llevaron los vehículos a la sede policial en la ciudad de Escobar. Allí encontraron en el BMW una pistola Bersa calibre .380 y en la Sprinter 290 mil pesos en una bolsa, y en una compuerta de plástico un pan compacto de 829 gramos de marihuana, según el acta.
La camioneta estaba a nombre de Osvaldo Salvador Sosa, un correntino de 27años. A este muchacho la Fiscalía lo acusó como partícipe secundario.
El hijo del comisario
De los cinco acusados sólo hablaron Fiordelino y Belinatto. El primero, de 40 años, reconoció contar con una condena a 4 años y 6 meses de cárcel dictada por un tribunal federal en 1991. Aunque desde Secretaría le sumaron una sentencia a 5 años en un procedimiento abreviado. Fiordelino dijo que todos conocen quién es su padre. “A raíz de lo que generé en ese tiempo tuve una disputa, una instigación de parte de un sector de la Policía”, aseguró.
Respecto del hecho de 2011, Fiordelino dijo que estaba en la estación de servicio de Funes esperando a una chica con la que tenía una relación. En un momento llegó un policía de civil y lo agarraron a los tiros. Dijo que en ningún momento estuvo en la casa de calle Mosconi y que su auto Citroën fue llevado hasta el lugar.
Añadió este acusado no conocer a sus consortes de causa; dijo haberlos visto recién en la comisaría cuando lo llevaron detenido. Aseguró que los policías de la ex Drogas de Santa Fe que lo detuvieron tenían lazos con quienes lo perseguían y dio dos nombres de uniformados, Sergio C. y Hernán V. Explicó, respecto del último de los citados, que sufrió una persecución que lleva años. “La condena que tengo en (en la ciudad bonaerense de) Junín la tengo por él”, aseguró.
Dijo que después de eso dio vuelta la página e hizo otro camino. En 2016 conoció a la familia A. y comenzó a trabajar con ellos, haciendo cobranzas y custodia, describió. Dijo que Santiago A. tenía una empresa y había sacado un crédito donde pagaba más de 330 mil pesos por mes y el día que fue detenido lo custodiaba, porque Santiago llevaba 6 millones de pesos en el utilitario para saldar parte del crédito y achicar la cuota. Dijo que dos policías lo detuvieron en la estación de servicio en Buenos Aires, pero que ya se había dado cuenta que lo seguían.
Aseguró que los uniformados le dijeron que la bronca no era con él sino que querían la plata; los llevaron a la brigada. Querían un millón pero se quedaron con todo, aseguró. Y aclaró que todo se complicó cuando lo identificaron y saltó que tenía una captura.
Fiordelino dijo que Santiago A. y su familia también se enteraron en ese momento quién era. Dijo que todo es para ocultar un robo a Santiago. Dijo que mientras estaba preso se presentó un abogado que era de la brigada y le pidió 6 millones más para no allanarle a Santiago un galpón en calle Australia al 3100, en la localidad bonaerense de Ricardo Rojas (partido de Tigre). Finalmente allanaron el lugar y encontraron en los autos que había droga, «que estaba podrida», igual que la secuestrada en la Sprinter. “El delito de Santiago fue conocerme a mi y ser mi cuñado”, aseguró.
El «remisero»
El otro que declaró fue Belinatto. Su apellido adquirió renombre como en 1998, acusado de por estafar a una treintena de profesionales y empresarios en la venta ficticia de automóviles Alfa Romeo, y volvió a sonar en diciembre de 2002, cuando un policía lo sacó de la Alcaidía de la Jefatura (cuando estaba en Santa Fe al 1900) en el baúl de un auto.
El hombre, de 48 años y apodado Gordo, dijo ser un remisero que quedó involucrado en el hecho sin tener nada que ver. Tiene una condena en el fuero provincial por un arma que le encontraron durante el allanamiento de 2011 a 3 años y 6 meses. Aseguró que el pasajero que llevó aquel día no estaba en la sala, dijo que era corpulento y colorado.
Aseguró que tomó el viaje en Wilde y Córdoba, en Fisherton, donde tenía la parada, lo llevó hasta una casa en Funes entre la garita 12 y 14 y luego lo transportó a la estación de servicios en Funes, sobre la ruta 9, donde dos hombres jóvenes se bajaron de un Chevrolet Corsa y comenzaron a dispararle. Pensó que era un robo y se asustó hasta que lo detuvieron y le dijeron que eran policías. Dijo que recién en la comisaría supo de qué lo acusaban.