Uno de los antecedentes más atroces en la historia argentina reciente en relación con los femicidios es, sin lugar a duda, el caso Barreda, por el odontólogo platense que en 1992 asesinó con una escopeta a su mujer, a sus dos hijas y a su suegra. Hombre de apariencia tranquila y aún hoy respetado por sus vecinos, este profesional prestigioso mató sin piedad, y las páginas de los diarios de esa época, las crónicas escritas y la televisivas, mostraron a una sociedad dividida que se debatía y en parte justificaba la masacre. “Era bastante común escuchar a mujeres y jóvenes aplaudiéndolo y tildándolo de ídolo; incluso bandas musicales conocidas dedicándole canciones”, dice Guillemo Ale, actor y director teatral platense que, junto al actor Horacio Rafart, al frente de un trabajo de investigación del grupo teatral La Cuarta Pared, montó el unipersonal Eran ellas… o yo, en el que Rafart da vida al femicida múltiple y con el que este viernes se presentan en Rosario con una única función.
“La perspectiva de género que atraviesa el presente hizo nacer esta idea de la obra. Nosotros somos de La Plata, y la casa de Barreda está a cuatro cuadras de la plaza principal de la ciudad. Esta casa donde Barreda ejecutó a toda su familia era pintada con las leyendas de los hinchas de los clubes locales, Gimnasia o Estudiantes, alegando y justificando su condición de asesino”, dijo Ale en diálogo con El Ciudadano acerca de este octogenario que hoy se encuentra en libertad pero que en 1995 fue condenado a reclusión perpetua por triple homicidio calificado y un homicidio simple.
“Ese endiosamiento a la figura de Barreda siempre nos llamó la atención –continuó el director–; tratamos de ubicarlo y nos enteramos que estaba viviendo en un hospital público, porque siempre lo habíamos rastreado y nunca había querido darnos una nota. Fuimos al Hospital General Pacheco en horario de visita y sin avisar para hablar con él. Esa primera vez pudimos hablar poco, luego lo entrevistamos dos veces más. Todo ese material fue el disparador para montar esta obra, y ése era el gran interrogante: cómo encarar un montaje acerca de Barreda en este tiempo del #NiUnaMenos siendo él para algunos sectores una especie de paladín de la justicia, el villano favorito de varios. Por suerte, para la mayoría de la sociedad de hoy, todo el cambio que estamos atravesando hizo que no haya discusión acerca de lo que pasó y que no queden dudas de que se trata de un caso aberrante”.
“Si hay algo llamativo en Barreda, que en la actualidad tiene 82 años, es lo meticuloso y lo sagaz que es; un tipo muy inteligente y preparado para abordar cualquier conversación”, expresó el director. “Pensábamos encontrarnos con una persona mayor, con la guardia baja, y nos encontramos con todo lo contrario: es alguien muy sutil a la hora de hablar, mide cada palabra que va a decir. Más allá de todo eso, y de que él sostiene que lo que hizo fue en el marco de una emoción violenta y que no recuerda nada, tuvo tiempo de volver a cargar su escopeta, una Víctor Sarasqueta de los años 50 con la que mató a cuatro mujeres; es una escopeta española que tiene dos disparos y la tenés que volver a cargar, y él lo hizo tres veces”, rememoró Ale, quien justificó la elección de la historia de Barrera, “porque los malos, en el teatro, permiten un registro más amplio que las personas buenas”.
Una dramaturgia posible
En el proceso de armado del espectáculo que ya recorrió otros destinos de Latinoamérica, el equipo de trabajo integrado por Ale y Rafart también entrevistó a vecinos, repasó los diarios de la época y buscó indagar en ese otro lado que tiene toda historia real para transformarla en un relato teatral, teñido de algunas metáforas ineludibles, donde resuenan otras cuestiones vinculadas con la idiosincrasia argentina. “Todos esos recorridos nos permitieron armar una dramaturgia; en ese trabajo, fue sorprendente encontrarnos con notas de algunos diarios supuestamente progresistas de los 90 que planteaban a Barreda como una especie de Terminator nacido en La Plata; fue bastante común encontrarnos con referencias con aires de culto a Barreda, frases como «San Barreda», páginas de internet, bandas de rock con canciones en su honor, gente que se imprimía remeras”, expresó el actor y director. Y completó: “Lo que plantea la obra es si realmente hemos cambiado respecto de estos temas, o bien si hay un sector importante de la sociedad atado a un discurso políticamente correcto pero no hay un cambio profundo. La obra va por estos recorridos: la historia personal de Barreda y esa mirada de la sociedad contemporánea frente a la atrocidad de lo que hizo. Claramente es un femicida, sin embargo, sus vecinas hablan de él como un gran hombre, un profesional idóneo, que por algo hizo lo que hizo, justificando su accionar; incluso en el hospital muchas mujeres que lo amaban, quizás por una cuestión de fetiche o afectadas por el Síndrome de Estocolmo”, completó el creador.
“El foco de la obra está puesto en el rol que cumplimos como sociedad, como testigos secundarios de un hecho histórico donde la muerte no es el eje de discusión”, expresó Ale. Y completó finalmente: “Barreda es parecido a muchas personas que dentro de una sociedad machista tienen esas fantasías en su inconsciente. Que una persona haya matado de esa manera a su familia y luego las opiniones sean encontradas muestra un poco de lo que somos como sociedad. El público se va encontrar con una dramaturgia que persigue un efecto perturbador, el texto tiene una mirada provista de preguntas y cuestionamientos, que la gente se encargará en sus fueros personales de tratar de desentrañar o resolver”.
Para agendar
Eran ellas… o yo se presenta este viernes, a partir de las 21, en una única función en la ciudad, en el Espacio Dorado del Centro Cultural La Toma, de Tucumán 1349, con entradas populares