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Ricardo Martínez Carbonell: el rosarino que hizo del boxeo un arte elegante

Dueño de una pulcritud suprema, muchos no le creían cuando les decía a qué se dedicaba, aunque cada vez que se subió al ring brindó un gran espectáculo

Considerado uno de los mejores pugilistas en la etapa inicial del deporte de los guantes en el país, el rosarino Ricardo Martínez Carbonell gozaba de una elegancia y pulcritud fuera de lo común, al punto de que muchos no le creían cuando decía que era boxeador y no dudaba un segundo en brindar espectáculo a la hora de subirse al cuadrilátero, donde fue seguido con devoción por muchísima gente.

Sergio Ferrer, especialista de box, lo definió de la siguiente manera: “Quienes lo veían por la calle dudaban de que fuera boxeador. Se peinaba a la gomina, con una raya precisa en el centro de su cabeza, poblada de abundante melena color azabache y usaba bigotitos finitos, a lo Clark Gable. Vestía riguroso chaleco, saco con un tajo por detrás y amplias solapas, pantalón tirando a Oxford, bastante acampanado en la botamanga, camisa a rayas, con puños acordes y corbatas a tono. En invierno, se ponía un sobretodo largo hasta los tobillos, de corte a la última moda, completando el atuendo con un bastón, polainas, guantes blancos y galera, prenda que lucía con suma elegancia”.

Un destacado amateur

Tras muchas victorias destacadas, en 1925 representó a Santa Fe en un selectivo nacional, llegando a semifinales, instancia en la que cayó por puntos ante Raúl Athos “El Cronómetro” Landini. Los que asistieron a la pelea se la jugaban a que Carbonell recibiría una terrible paliza y en cambio salió un peleón memorable, al punto que muchos dudaron del fallo final. Aquí Ferrer aporta más datos sobre su carrera: “Posteriormente fue campeón santafesino ininterrumpidamente hasta 1930, año en el que tuvo que frenar su carrera, momentáneamente, para cumplir con el servicio militar obligatorio, que en su caso duró dos años, porque le tocó la Marina. El destino le hizo recorrer el mundo a bordo de la histórica Fragata Sarmiento”.

Su espíritu combativo no estuvo reñido nunca con su acción serena en el ring y cuando entraba en acción su técnica atrapaba por lo perfecta, al igual que su juego limpio y su optimismo a toda prueba. En esa etapa era reconocido con el apodo de “El León Manso” y uno de sus grandes combates lo realizó en marzo de 1931, en un torneo organizado por el Gimnasia Boxing Club, en el estadio ubicado en calles Córdoba y Dorrego.

Allí logró consagrarse campeón rosarino veterano en la categoría medio mediano, tras ganarle al “Leñador de Nebrasca”, Ignacio Gómez, un joven púgil que llevaba bien puesto su apodo, ya que había ganado la mayoría de sus combates por la vía del KO en el primer round.

Su carrera profesional

Su debut fue el 10 de enero de 1932, en el estadio de Newell’s, a diez rounds con el experimentado boxeador uruguayo Francisco Versi, al que superó de manera categórica. Posteriormente fue en busca del título argentino, el 27 de marzo de 1932, nuevamente en el reducto del Parque Independencia, enfrentando al destacado Landini, quien se había convertido en una figura consagrada, demostrado a través de su dilatada campaña en distintos rings.

Las expectativas de la conquista del título nacional eran grandes, tanto para Carbonell como para el boxeo rosarino. Pero aunque ambos se comportaron, las tarjetas no favorecieron al rosarino. Igualmente vendieron un buen espectáculo, uno como autentico campeón, mientras que el otro como un legítimo retador. Por otro lado, el fallo fue recibido con manifiesta frialdad por parte del público, quien pensaba que un empate hubiera sido lo más justo.

Luego subió al ring ante otro gran rival, el campeón argentino Félix Spósito, también a diez rounds, pero esta vez no estuvo en juego el título. El encuentro se realizó el 9 de julio de 1934 en el estadio de Gimnasia y con un frío glacial, lo que generó que la concurrencia no fuese numerosa, ya que los termómetros registraron dos grados bajo cero. Hubo que sentirse animado de un gran entusiasmo, para afrontar con alguna entereza la perspectiva de pasarse unas horas en un local abierto y con esa baja temperatura. Los periódicos recuerdan que los boxeadores temblaban de frio entre los intervalos de más de diez minutos entre pelea y pelea, mientras resolvían abandonar los camarines.

El desarrollo del combate tampoco escapó al recuerdo, porque a pesar que la pelea fue toda de Carbonell, Spósito utilizó todo tipo de artilugios e infracciones para escapar de la paliza que le estaba propinando el ídolo rosarino y en el quinto round, de repente, Martínez Carbonell fue doblado contra las cuerdas por un antirreglamentario golpe bajo. Asistido por sus segundos, llegó hasta su rincón donde se le atendió mientras el público protestaba por la actitud repetitiva de Spósito, que intentó justificarse aunque ya eran varias sus transgresiones, de manera que el árbitro le otorga la pelea al rosarino. Pero Carbonell, aunque se le adjudicara el triunfo, no quedaría conforme e intentaría conseguir que se concertara un nuevo encuentro, pero esta vez por el campeonato argentino, aunque Spósito esquivó esa revancha siempre, quitándole de esta manera la posibilidad de poder consagrarse campeón argentino.

El adiós a los guantes

En la etapa final de su carrera le tocó perder con Ponce de León, pelea que está registrada como la última del rosarino, un 4 de diciembre de 1934, aunque posiblemente haya tenido algún combate más, ya que también le dedicó mucho tiempo a otros deportes y actividades, lo que pudo incidir en contra de la concreción de una campaña más nutrida. Ricardo decidió retirarse relativamente joven para instalar la Escuela de Cultura Física “Martínez Carbonell” en calle Córdoba 731 de Rosario. Fue tal su trayectoria que en 1956 se llevó a cabo una selección de valores locales del peso pluma, que en su honor fue denominada con su nombre.

Especial para El Ciudadano de Ever Palermo, ex boxeador amateur y autor de “Rebeldes de uniforme” y “Puños Rosarinos: tierra de campeones”, libro declarado de interés Municipal y Provincial.