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Riestra y Comunicaciones: 5 minutos para definir cuál de los dos asciende

Los lectores mundiales de uno de los cuentos inolvidables de Osvaldo Soriano, “El penal más largo del mundo”, habrán de saber que la usina inagotable de esas obras fantásticas no es otra que la Asociación del Fútbol Argentino. Que un penal sea sancionado un domingo y que -escándalo de por medio- sea ejecutado una semana después está en la misma línea de los cinco minutos que jugarán Riestra y Comunicaciones.

Tal vez el fallo disparatado y absurdo del Tribunal de Disciplina de la AFA inspire a nuevas camadas de escritores en el creciente campo de la literatura futbolera, y este dislate de ignorar el reglamento que está escrito y vigente para fabricar un parche en lugar de una solución, alimente la pluma de nuevos escritores.

Y también está invitado al juego el gran Roberto Negro Fontanarrosa: ni en su maravillosa historieta “Semblanzas deportivas” llegó a imaginar que un club de barrio que recibe inyecciones millonarias de un abogado mediático -como Víctor Stinfale- llegaría a agrandar la medida de las áreas con la idea de beneficiarse con un penal.

En ninguna parte del reglamento (artículo 106) de penas y sanciones de la AFA dice que un encuentro plagado de irregularidades y que sufrió invasión del campo de juego por parte de “jugadores, suplentes, dirigentes, allegados” (inciso G) deba continuar una vez que fue suspendido por el árbitro. Lo que dice el reglamento es que al equipo que incurra en esas inconductas (y Deportivo Riestra lo hizo) se le dará por perdido el partido.

En el terreno pantanoso de la AFA (la vieja, la nueva, la de siempre) la ficción crece al ritmo de los despropósitos. Y los reglamentos no se aplican: se debaten, se estiran las discusiones, se inventan recovecos y se instruyen laberintos. Y por ende, los fallos son absurdos.

“Es un fallo bastante duro pero ejemplificador”, dijo el martes a Télam el titular de la AFA, Claudio Chiqui Tapia, al referirse a la decisión del Tribunal de Disciplina referido a la final de Reducido de la Primera B Metropolitana. Y prometió “severidad” con los clubes que incurran en hechos de violencia.

Ni duro, ni ejemplificador ni severo. El fallo ignoró el reglamento, que debe ser aplicado a Riestra, a Boca, a River y al que fuere el responsable de incidentes que remiten a trampa, a ruindad, al todo vale en pos del negocio.

Ya lo saben ahora todos los clubes del golpeado fútbol argentino: pueden agrandar las áreas tranquilos y empujar gente al campo de juego cuando vayan ganando y peligre el resultado. Habrá debate posterior, y el penoso “vemos cómo lo arreglamos” decorará algún otro capítulo de fantasía.

Los cinco minutos que en el colmo del absurdo se dividirán en dos tiempos de 120 y 180 segundos, ya no serán los cinco minutos que debían jugarse el domingo último, con los dos equipos cansados por el desgaste de una final disputada y caliente, en los cuales el “cartero” pugnaba en forma desesperada por conseguir el gol que lo llevara a los penales contra el “guapo de Pompeya”. Serán cinco minutos de otro partido y de otro contexto.

Pero también serán cinco minutos de un partido que a esta altura adquieren viso de clamor, ante la injusticia del fallo que benefició a Riestra: “Dale, Comu, hacé un gol”. Y que haya penales para que algún nuevo Osvaldo Soriano lo cuente para la posteridad.

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