Es 1983 y Rita Colli tiene 25 años. Llega desde Santa Fe hasta Rosario para una reunión en el Sindicato de Luz y Fuerza. Alrededor de una mesa gigante están los cabecillas de los gremios más importantes del sur santafesino. Todos son varones. Ella y la compañera de militancia del Frente de Izquierda Popular (FIP) que la acompaña empiezan a hablar. Explican que quieren formar un sindicato para reconocer el trabajo que hacen las mujeres dentro del hogar: “Es un trabajo que dura toda la vida, que sólo se ve cuando no lo hacemos, que no tiene vacaciones, sueldo, aguinaldo, ni descanso, que cuando es el Día de la Madre es cuando más trabajamos y en las fiestas ni hablar. Por todo eso, las amas de casa merecemos jubilación sin hacer aportes”.
El auditorio queda mudo. Uno hombre de La Bancaria levanta la voz y ensaya un argumento. Trata de correrlas por izquierda. Les dice que reconocer económicamente el trabajo doméstico es encasillar a las mujeres en la casa. Ellas no se achican. “Luchamos por la igualdad de mujeres y varones en todos los planos. Pero mientras vamos cambiando la sociedad para que eso ocurra las que hacemos el trabajo adentro de la casa somos las mujeres, ¿por qué no lo vamos reconociendo mientras logramos la igualdad?”, responde Colli y los deja de nuevo mudos.
Colli tiene 62 años y es la secretaria general del Sindicato de Amas de Casa (Sacra) de Santa Fe. Es 2019 y la frase “Eso que llaman amor es trabajo no pago” de la italiana Silvia Federici se volvió una de las consignas más escuchadas en los feminismos argentinos.
Desde que empezó la lucha del Sacra por el reconocimiento del trabajo doméstico muchas de las banderas que levantaron a principios de los 80 se volvieron una realidad. Primero, formaron el sindicato que en los primeros tres años superó las 500 mil afiliadas en todo el país. Después vino la obra social, con 120 mil personas. En 2005 accedieron a la jubilación a través de la moratoria previsional que permitió a miles de amas de casa entrar en pensión sin aportes. El salario, la madre de todas las banderas, es la tarea pendiente.
“Mucha gente plantea que el trabajo de las amas de casa es amor. Te dicen que cómo vas a cobrar para atender a tus hijos. Y la verdad que no vimos hasta ahora ningún piso que lo mimes y se limpie solo”, dice a más de 30 años de las primeras peleas.
Desde el primer Ni Una Menos de 2015 los feminismos de la Argentina coparon la agenda pública como nunca antes. El caldo de cultivo que se venía tejiendo desde la vuelta de la democracia en los Encuentros Nacionales de Mujeres saltó a la masividad primero contra la violencia de género y los femicidios como su máxima expresión. En 2018 el debate de legalización y despenalización del aborto puso en discusión la autonomía de los cuerpos. Colli ve el momento actual como la oportunidad histórica para dar otro paso: la igualdad en el trabajo.
De lo ideológico a la calle
El Sindicato de Amas de Casa surgió de un debate ideológico que empezó en la última dictadura cívico militar y derramó en organización gremial con la vuelta de la democracia. En 1975 la ONU declaró el 8 de marzo el Día de la Mujer mientras los feminismos daban la discusión sobre el trabajo femenino. A las precursoras del Sacra la discusión les llegó antes del golpe de 1976.
Colli nació en Santa Fe y en la adolescencia empezó a militar en el Colegio Nuestra Señora del Calvario en un momento en el que las monjas pregonaban la Teología de la Liberación y se distanciaban del discurso de la jerarquía de la Iglesia Católica. Poco antes del golpe se acercó al Frente de Izquierda Popular (FIP).
“Me entusiasmó porque incorporaba la emancipación de la mujer a la unidad latinoamericana y las banderas del peronismo. Me sorprendió que un partido político lo hiciera porque no estaba en la agenda de ese momento. El FIP tenía su movimiento feminista y ahí nos fuimos formando. Lo hicimos a puertas cerradas, como militábamos en años de dictadura”, recuerda.
En esas discusiones apareció el rol de la mujer y su vínculo con el mundo de trabajo. “Pensamos a fondo en cuál era la situación que hacía que las mujeres tengamos desigualdad de oportunidades o limitación social para desempeñarnos en los distintos campos de la vida. Y a la conclusión que llegamos fue el peso que tiene el mundo doméstico, esa tensión permanente entre la vida privada y la pública. Lo privado a las mujeres nos come un tiempo precioso que a los varones no”, explica.
En ese entonces las mujeres del FIT entendieron que en la cadena de producción del capitalismo había una fuerza de trabajo que estaba invisibilizada y que no se pagaba. “El capital más valioso que tiene una sociedad es el capital humano. La sociedad llama a ama de casa a la formadora del capital humano y el capitalismo se monta sobre la base de no reconocerlo como trabajo y no pagarlo”, agrega Colli.
Con estas ideas en la cabeza, plantearon que si las tareas de cuidado que hacían las mujeres eran un trabajo debían hacer lo que hacen los trabajadores: formar un sindicato. Con la democracia llevaron el debate a las calles con la consigna “somos trabajadoras sin sueldo, queremos jubilación sin aportes”. En 1983 surgió la primera filial del Sacra en Tucumán, que rápidamente se extendió al resto de las provincias.
La pelea era por igualar. Colli lo explica: “Salimos a dar la discusión de por qué alguien que trabajaba toda la vida en la casa tenía que llegar a los últimos años de su vida desprotegida y a meced de lo que pudiera darle o regalarle un miembro de la familia, fuera su esposo o sus hijos. Las mujeres no tenemos completa la historia previsional porque sigue siendo desigual la participación en el marcado laboral, somos el punto más débil cuando hay que despedir gente, sufrimos los embates de las políticas neoliberales, la desocupación es más alta en mujeres que en varones”.
En tres años se afiliaron más de 500 mil mujeres. Al pedido de jubilación sin aportes se sumó la discusión sobre el salario y la lucha por tener obra social propia. “Nunca pensamos que el Sacra iba a ser lo que fue. Para nosotras el planteo era ideológico pero se concretó masivamente porque era muy convocante la consigna”, recuerda la sindicalista.
La clave para Colli fue la reivindicación del término ama de casa. “Todas lo somos porque todas estamos en el mercado laboral. Algunas más, otras menos, a destajo, registradas, en negro. Y, además, todas hacemos las tareas del cuidado y domésticas. Esas tareas no las deja de hacer ninguna, sea abogada, científica o maestra. Tampoco queremos dejar de ser parte, queremos saber qué pasa con la crianza de los hijos. Lo que no queremos es que sea sólo una responsabilidad nuestra que no es compartida con nadie. Hoy podemos respaldar eso que sabemos hace tiempo con datos, estadísticas, encuestas de uso del tiempo. Lo que militamos como concepto hoy te lo dicen desde la economía feminista y la sociología de todo el mundo”, explica la sindicalista.
Salud propia
Colli tuvo tres hijas mientras el Sacra tomaba forma. Se había casado con un compañero de militancia de FIT, quien hoy también forma parte de la administración del gremio. Para ella la maternidad fue una terea difícil que tuvo que alternar con viajes por todo el país. “La formación ideológica de mi marido ayudó a yo estuviese afuera de la casa. Pero no fue fácil igual porque hay que congeniar lo teórico con lo práctico. Mis hijas lo sufrieron y hoy me comprenden. Son feministas como yo”, cuenta.
Una vez formado el Sacra, Colli fue la encargada de armar la obra social. En los noventa pasó un año y medio yendo todas las semanas a la AFIP para conseguir el permiso. Siempre recibía negativas pero ella no se cansaba y volvía. Un día el jefe de legales la citó en la oficina y puso un expediente sobre el escritorio.
“La hemos citado porque lo que le vamos a entregar a usted no tiene antecedentes. Nos tomó mucho tiempo y no encontramos cómo decirle que no. Acá está la resolución para que la obra social pueda afiliar y recaudar por sí sola. Guárdelo y haga un cuadro”, le dijo y le entregó el permiso.
El salario, un idea de Evita
En los ochenta las integrantes del Sacra llegaron a un texto de Eva Perón, en “La razón de mi vida”, que les resultó revelador. Evita planteaba que el trabajo de las amas de casa debía pagarse porque si no sólo iban a hacerlo las que no pudiesen entrar al mercado laboral. “Con 30 años fue una adelantada en la época. Decía que había que equiparar el trabajo doméstico porque era tan importante como cualquier otro trabajo. Y nos dejó una frase que se volvió una de nuestras banderas: con las mujeres pasa lo mismo que con los pueblos y las naciones, mientras no son económicamente libres nadie les reconoce un derecho”, dice.
Para Colli el concepto fue clave para pensar que el trabajo doméstico no era de naturaleza femenina: “Si el trabajo de ama de casa se pagara como cualquier otro los varones también lo harían. Remunerarlo es quitarle la naturaleza femenina. Pero además, el salario no solo cobra el valor del reconocimiento a un trabajo, sino que da autonomía económica de las mujeres, que sirve para decir basta ante cualquier situación de violencia. Es un elemento liberador”.
Dos medidas para ampliar derechos
En la sede del Sacra de Rosario una pared está ocupada por una foto gigante de Eva Perón. En frente, un cuadro reza “avanti morocha”, mientras la ex presidenta Cristina Fernández camina delante de banderas. Las dos mujeres, dice Colli, sintetizan buena parte de las conquistas de las mujeres en Argentina.
Para ella durante el kirchnerismo hubo dos medidas modulares que ampliaron derechos de las mujeres. La primera fue de Néstor Kirchner en 2005, con el decreto que amplió la moratoria previsional y permitió la jubilación sin aportes. La segunda fue la Asignación Universal por Hijo, durante el gobierno de Cristina Fernández. “Es un derecho que apunta al corazón del trabajo de las mujeres. La asignación es para quienes tienen la tenencia de los hijos, que generalmente son las mujeres. E iguala a trabajadores registrados de no registrados. Reconoce el trabajo doméstico”, explica.
Para ella el gobierno de Mauricio Macri fue de retrocesos pero no de sorpresas. Cuando este año se puso en debate jubilación de las amas de casa por el recorte que hizo el gobierno nacional en las fechas de los aportantes, Colli habló con cautela.
“Sabemos que la prórroga de la moratoria podría ser mejor. Y también sabemos que sirve. Desde antes que este gobierno se hiciera cargo de la administración nacional teníamos claro lo que era y lo que se venía. Por eso peleamos porque no ganara. No podíamos pretender que Macri le dé más derechos a las mujeres”, explica.