La moneda oficial de Qatar es el riyal y, como a todo dinero de país petrolero, se lo considera poderoso y, en general, sobrevaluado, aun en épocas como las actuales, de caída del precio del crudo. La cotización de cierre del martes último fue de 3,64 riyales por dólar, aunque se trata de un dato simbólico. Como en la mayoría de los casos de los Estados (más bien reinos y sultanatos) del Golfo Pérsico, la moneda con la que se manejan internamente sirve únicamente para operaciones dentro de los países. Y está prohibida su circulación comercial fuera de las fronteras.
Sólo hay una forma en que el dinero salga de Qatar: por la vía ilegal. Así, una de las muy pocas maneras en que alguien pueda tener riyales es por haber recibido algún pago turbio. El problema en estos casos es que en los bancos o financieras de los países occidentales u orientales, cambiar riyales por otras divisas (dólares, euros, francos…) es imposible. Es ilegal hacerlo abiertamente, y se trata de una moneda de muy escasa demanda como para que haya interés en desarrollar un mercado en negro. Queda una sola forma: pagar comisiones altísimas para que algún “experto” haga el cambio, o viajar personalmente a Qatar.
Por otro lado, se dice entre muros que los árabes son complicados para los pagos de “favores” porque lo hacen en sus propias y complicadas monedas, ya que es la manera de no tener que dar explicaciones sobre dineros faltantes o “en negro” fuera de sus sistemas monetarios. Lo que garantizan es que en el propio país y dentro del esquema financiero local no hay problemas para hacer los cambios a la moneda que el cliente desee, y que los servicios comprenden también la transferencia a cualquier entidad internacional. Incluyendo paraísos fiscales. Pero, para esto, otra vez, hay que llevar el dinero a Qatar.
La Argentina hizo un solo negocio importante con el estado árabe en los últimos tiempos.
Fue cuando en enero de 2011 ambos países firmaron el Convenio marco para el desarrollo e implementación de proyectos de integración energética bilateral, basado fundamentalmente en el compromiso argentino de importar gas, negociado por el Ministerio de Planificación de Julio De Vido y su entonces par de Energía e Industria qatarí, Abdullah Bin Hamad Al-Attiyah.
Una curiosidad. El ministro qatarí es el padre del piloto de rally Nasser Al-Attiyah, que todos los años es protagonista del Dakar local y ganador en 2015 de la competencia.
El propio Ministerio de Planificación presentó el proyecto como “estratégico” y aseguró: “Nos va a permitir contar, en forma sostenida y ordenada, con mayores volúmenes de gas de los que ya vamos contando, producto de las importaciones de Bolivia y del desarrollo de reservas propias, que son estratégicamente las más importantes”.
“Si uno hiciera una cuenta muy elemental, parecería que este gas sobra, pero lo vamos a estar necesitando de acá a dos años, y queremos brindar todas las garantías necesarias para aquellos que desarrollan proyectos industriales en la Argentina”, declaraba De Vido desde Qatar. La idea era garantizar la importación del muy caro gas qatarí, el mayor exportador mundial de Gas Natural Licuado (GNL) con una producción de más de 77 millones de toneladas. La Argentina compraría unos 5 millones anuales, y cubriría el 16 por ciento de la demanda anual. El contrato fue cerrado por 20 años, algo poco lógico si se tiene en cuenta que la idea es que en menos de 10 años el proyecto de Vaca Muerta debería estar abasteciendo la demanda local. Al menos, eso es lo que había prometido De Vido.
Denunciaban, además, que la oferta realizada por el gobierno de Qatar es un paquete cerrado: ellos se hacían cargo de la inversión que requiere la infraestructura para tratar el gas, los servicios de transporte y los plazos de pago. Se cuestionó además haberlo hecho de manera directa, y se le pidió al gobierno de Cristina de Kirchner que se licitara al mejor postor.
No hubo manera. El contrato quedó firme.
El martes, José Francisco López, en su bizarro intento por “depositar” más de 8,5 millones de dólares, euros y yuanes en un convento de General Rodríguez, incluyó cuatro fajos de riyales. La moneda causó curiosidad en los policías que hicieron el primer acercamiento a los bolsos del ex secretario de Obras Públicas, y sólo alcanzaron a decir que había dos o tres fajos “de un dinero que parece árabe”. Fue el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires el que advirtió que la moneda extraña que aparecía en los bolsos de López era “una moneda qatarí. La Policía de la provincia de Buenos Aires no hizo los cálculos finales sobre cuántos riyales estaban en el baúl de la Meriva de López a punto de ser lanzados al oratorio de las monjas “misioneras, orantes y penitentes”, pero se calcula que el dinero equivaldría a unos 100.000 dólares. Los billetes estaban en mal estado, humedecidos, lo que demuestra que no fueron bien mantenidos. Esto da una pista: si los riyales hubieran estado más de cinco años en el mismo estado, ya tendrían hongos. Se puede calcular entonces el tiempo que estaban fuera de Qatar: más de cinco años.