Dos improvisados ladrones fueron detenidos anteayer a la tarde, luego de asaltar un par de heladerías con dos armas muy llamativas: un caño y una culata de un arma de fuego.
Los robos fueron en la zona del centro. En uno de los casos los propios clientes se dieron cuenta de que el asaltante no tenía un arma convencional y lo redujeron; mientras que en el restante el muchacho fue arrestado a pocas cuadras de la escena del crimen.
La ocurrencia, el sentido de la oportunidad y la frialdad son armas fundamentales para los ladrones. En el momento y las circunstancias adecuadas la crema de cielo puede ser americana y un pedazo de metal dar tanto miedo como un rifle de asalto. En eso se inspiraron Joel y Rodrigo, dos muchachos que fueron arrestados, luego de asaltar una heladería cada uno ayudados por objetos que simulaban ser armas letales.
El primero de los robos tuvo lugar unos minutos antes de las 19, en una heladería Grido que funciona en Salta al 1800. Allí entró un muchacho y, empuñando un arma metálica brillante que simulaba una tumbera, amenazó a la cajera. La mujer, muerta de miedo, no tuvo otro remedio que acatar lo que le pedía el ladrón y le entregó la recaudación del comercio. El asaltante salió a toda velocidad del comercio, subió a una moto y se fugó.
Pero su huida no duró mucho. Apenas había alcanzado a hacer dos cuadras cuando en la intersección de España y Jujuy, a la vuelta de la heladería, fue detenido por un grupo de policías que patrullaban la zona. Cuando los uniformados lo revisaron, Rodrigo L., de 26 años, llevaba consigo 312 pesos y, en vez de una pistola, un caño cromado doblado en un ángulo de 90º, con forma de L.
Una hora más tarde, otro ocurrente ladrón fue a por la recaudación de otra casa de cremas heladas. Esta vez el blanco era más pretencioso. Joel L., de 32 años, entró al local de Yomo de Juan Manuel de Rosas y Pellegrini. El negocio estaba repleto de gente, pero el hombre no se aplacó y encaró derecho para la caja. Con un objeto que parecía ser una pistola amenazó a la chica que cobra los helados y le exigió que le entregue el dinero de la caja. Sin embargo, mientras la empleada empezaba a sacar la plata de la registradora, uno de los clientes se dio cuenta de que lo que portaba Joel no era ni un revolver, ni una pistola; ni siquiera una de juguete de las que tiran balines de plástico, por lo que comenzó a increparlo y, ayudado por otros hombres que estaban en el lugar, lo redujo.
Unos momentos más tarde un grupo de uniformados de la comisaría 1ª se presentó en el lugar y arrestó a Joel. Cuando los policías revisaron al ladrón se dieron cuenta de que lo que empuñaba era la culata de una réplica de un arma, envuelta en una funda de celular.
Ambos ladrones quedaron a disposición de la Justicia, a la espera de se determine su responsabilidad en los hechos.