Consagrado en su país como uno de los mejores actores de su generación, y con un presente dedicado a la actuación en el cine y a la dirección teatral, el destacado actor uruguayo Roberto Suárez (Montevideo, 1970), formado como actor en la emblemática escuela del Teatro Circular de Montevideo y dueño de una carrera cargada de logros pero sin estridencias, pasó por Rosario en los últimos días para jugar en cancha ajena y ponerle el cuerpo a José María, uno de los personajes protagónicos de Perros del viento, la película que el rosarino radicado en Buenos Aires Hugo Grosso (Negasegro, La Salvaje, A cada lado) filma por estos días en la ciudad. Allí, Suárez es el amigo de Ariel, encarnado por el rosarino Luis Machín, y marido de Laura, a cargo de Gilda Scarpetta, a instancias de una especie de triángulo amoroso del pasado que regresa en el presente para poner luz sobre cosas que quedaron sin decir ni aclarar.
“Estoy muy contento con este trabajo, fue un gran momento junto a la gente de Rosario y una gran producción, en todos los sentidos; muy profesionales en todos los rubros artísticos y me sentí como en mi casa, quizás porque como les pasa a muchos encuentro muy parecida Rosario a Montevideo”, dijo Suárez de entrada acerca de su paso por la ciudad donde la película transita su tercera semana de rodaje, convertida en la primera que, protocolos mediante, se pudo concretar, con un elenco muy importante que completan Carlos Portaluppi, la española Estrella Zapatero y Lorenzo Machín, además de un seleccionado de actores y actrices locales.
“Mi personaje, José María, es un íntimo amigo de Ariel, que es el personaje de Luis; esta amistad tiene un gran secreto guardado: es algo que nunca se dijeron por algo que sucedió entre ellos, que está vinculado con una infidelidad, y que en este reencuentro, con la vuelta de Ariel a Rosario después de muchos años de vivir en España, hace que entre ellos se genere una enorme tensión que se traslada al clima de toda la película”, expresó el actor acerca de estos dos hombres enamorados de la misma mujer.
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“Hay una característica que tiene esta película y creo yo que es lo que quiere trabajar Hugo, que va precisamente por el lado de aquello que no se dice; es muy interesante lo que pasa con los vínculos de estos personajes porque da la sensación que están todo el tiempo por explotar, y creo que ése es uno de los grandes atractivos que va a tener la película una vez estrenada”, expresó el actor que de regreso a su país se apresta por estas horas a volver con sus proyectos teatrales a instancias de una gira internacional que quedó trunca con la pandemia y con algunos estrenos cinematográficos en carpeta, como la coproducción internacional El año de la furia, recientemente estrenada en España, acerca de la dictadura en Uruguay.
Perros del viento dirime sobre una cuestión que lleva más de dos décadas en el imaginario rosarino acerca de algo de lo que no se sabe demasiado y que mezcla la leyenda urbana con alguna que otra explicación científica: los perros que saltan las barandas del complejo Centro Cultural Parque de España con forma de terraza y caen al vacío. Ése es precisamente el tema que trae a Ariel a Rosario desde España, donde vive hace más de quince años, y que lo revincula, en cierto modo de forma azarosa, con ese pasado que siempre estuvo ahí. “En un principio, esto de los perros, cuando leí el guión, pensé que era ficción. Luego pensé «estos rosarinos son unos mentirosos» y estuve un largo tiempo sospechando que me estaban jodiendo; estaba convencido que era una complot contra mí (risas). Incluso hasta pensé que podía ser una forma de promocionar la película, pero resultó que era real y lo pude confirmar cuando estuve en el lugar, cuando fui a esa terraza, vi esa estructura y esas escaleras que tienen algo ominoso; también esas dos columnas muy grandes, es una construcción que me llamó mucho la atención porque es muy rara. Y no digo que sea fea, digo que yo llegué allí cargado con la energía de haber leído el guión y la historia de los perros que se arrojan al vacío”, dijo el actor sobre este mito clásico local que algunos aseguran que ya se cargó más de treinta mascotas y otros sostienen que en realidad son cerca de cien.
Actuar, esa es la cuestión
Conocido en su país en los comienzos de su carrera por su trabajo junto a otro talento uruguayo, el actor César Troncoso, como parte de del dúo performático-humorístico Suárez-Troncoso con el que transitaron el under de los 90, el actor acredita una vasta producción como dramaturgo y director, con trabajos destacados como El bosque de Sasha o Bienvenido a casa, y la reciente Chacabuco, entre varios otros. “En el teatro, yo me dedico más a dirigir; he actuado en muy pocas obras últimamente y estoy abocado a la dirección de teatro desde hace muchos años, al mismo tiempo que me dedico más actuar en cine”, dijo Suárez, quien a la hora de hablar de la actuación marcó las diferencias entre actuar en cine y hacerlo en teatro.
“La diferencia es abismal; tan abismal que si lo pensáramos desde una profesión, podría decir que es la misma diferencia que hay entre un abogado y un arquitecto. Obviamente que tienen puntos en común pero la actuación se encara desde lugares absolutamente opuestos. Y si bien lo que nos da oficio a los actores es el teatro, uno no puede usar o trasladar ese oficio a pleno en el cine porque son otras las características. En primer lugar, porque la belleza del teatro radica en su esencia que es lo vivo y con el público jugando allí, en ese presente, y lo mejor, al menos para mí, es que eso que está pasando es irrepetible más allá de que después las funciones se repitan”, reflexionó el actor acerca de la actuación en teatro, su lugar de pertenencia, porque asegura “soy un bicho del teatro”.
Y sobre el trabajo en cine, aportó: “Actuar en cine tiene otros condimentos, no actuás para personas, lo hacés para una cámara; esa máquina es tu interlocutor en ese momento. Es otro el fenómeno, son otros los resultados, hay un filtro en el medio, no es algo directo; ni mejor ni peor, pero actuar en cine es otra cosa”.
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Volver al ruedo
“Estamos en un brete, sin poder hacer teatro en todo este tiempo”, expresó el actor en relación con las restricciones que impuso la pandemia que frenaron una serie de proyectos que preparaba con sus compañeros de Pequeño Teatro de Morondanga.
Y siguió: “Somos una compañía de actores y actrices que no conformes con hacer teatro, nuestras obras, se nos ocurrió construir y reconstruir espacios teatrales. Con este grupo, hace tres años que estamos preparando una obra que se llama Chacabuco y que próximamente va a estar nuevamente en cartel en Montevideo; es una obra con la que íbamos a venir a la Argentina para después seguir de gira. En ese tiempo de ensayos también reconstruimos un teatro que se había prendido fuego en 1996, se trata del Teatro Odeón de Montevideo, un espacio histórico, que reabrió sus puertas a fines de 2019. Tuvimos que recuperar todo: escenario, platea, baños, paredes, eléctrica. En ése diciembre tuvimos la suerte de estrenar y hacer cinco funciones; después nos fuimos a Chile desde donde planeábamos irnos a Europa con la obra pero llegó la pandemia y se nos detuvo el mundo. Recién retomamos a fines del año pasado, luego volvimos a parar, y por el momento no podemos hacer nada”.
De todos modos, con un dejo de optimismo por recuperar la presencialidad y teniendo claro que la llamada “nueva normalidad” exigirá un cierto período de adaptación para los espectadores, Suárez expresó finalmente: “Confiamos en que esto va a pasar, estamos retomando los ensayos, y quizás en poco más de un mes podamos volver a escena, más allá de que todos somos conscientes de lo que nos deja esta tragedia y la gran incertidumbre que nos generó de cara al futuro. Pero para nada es el fin del teatro ni mucho menos: Shakespeare escribió algunas de sus obras en medio de la peste negra; nada podrá con la magia que tiene el teatro que es algo único”.
La historia de un reencuentro inesperado a instancias de los perros suicidas del Parque de España