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Robo a Tribunales, casi cuatro décadas después: “Estoy segura de que ese material existe”

Adriana Arce es una testigo única en la causa que investiga el golpe comando que se dio en Tribunales Provinciales en 1984. Espera que se ponga fecha de inicio de juicio cuanto antes. El material robado tenía información clave sobre los desaparecidos en Rosario y sobre los represores

“Me tengo que ir del país”. Eso pensó Adriana Arce la mañana del 8 de octubre de 1984. Un oficial de la policía acababa de tocar la puerta de su casa en Rosario y le había comunicado la noticia: el robo de cientos de documentos en Tribunales Provinciales, incluida la declaración que ella había dado unas horas antes. Hacía menos de un año había vuelto la democracia en Argentina, pero en el caso de Arce el fin de la dictadura coincidió con su exilio. Es que, además de haber sido secuestrada por ser militante política y sindical durante el terrorismo de Estado, es una de las pocas personas que vio la documentación robada la madrugada del 8 de octubre, que tenía información clave sobre el destino de los desaparecidos y que incriminaba a varios represores.

La causa por el Robo a Tribunales aún no tiene fecha de juicio. Investiga una Operación Especial de Inteligencia planificada y ejecutada por personal militar del Destacamento de Inteligencia 121, mediante la cual se robaron pruebas fundamentales para la megacausa Feced. Arce estuvo en Rosario en diciembre de 2022 y participó del pedido al Tribunal Oral Federal N° 2 para que “se fije con carácter de extrema urgencia la fecha de juicio”.

A pesar de que el delito se cometió en democracia, la Fiscalía logró que sea considerado de lesa humanidad, es decir que no prescribe. 

En la conversación que mantiene con El Ciudadano Arce se muestra tan paciente como tenaz. Y en todas sus respuestas, cálida. Detrás suyo, en el recuadro de la videollamada que hace desde Marruecos, donde vive desde 2017, se ve una bandera Wiphala -de los pueblos originarios, que tiene siete colores-. Es una mujer de 74 años, que dedicó su vida a la investigación y a la militancia, que supo conjugar estas dos para que se nutran mutuamente.

En mayo de 1978, Arce tenía 30 años, estaba embarazada, ya tenía tres hijos, daba clases, era una de las fundadoras de Ctera y fue secuestrada por una patota. Estuvo detenida en la Fábrica de Armas Domingo Matheu y más tarde en la cárcel de Villa Devoto.

En el medio de su secuestro la llevaron a un departamento en el centro -Entre Ríos entre Urquiza y Tucumán- de Rosario donde le practicaron un aborto sin anestesia. A pesar de las vendas que tenía en sus ojos, una vez liberada logró reconocer el departamento. Eso estaba haciendo la noche previa al robo de documentos: participó de los allanamientos que ordenó el juez Francisco Martínez Fermoselle, eran los inicios de las investigaciones judiciales por los delitos cometidos durante la dictadura.

Ese año, en 1984, se había conformado en Rosario la sede de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas -Conadep- que funcionó en el lugar donde hoy está el Centro Cultural Fontanarrosa. La comisión reunió información y testimonios acerca de las violaciones de derechos humanos cometidas por la dictadura en la ciudad. Gran parte de esos materiales fueron robados la madrugada del 8 de octubre de 1984.

Yo quería ubicar el departamento para poder denunciar y eso hice. Fuimos a denunciarlo con la Conadep, con el juez Fermosellle que ordenó inmediatamente el allanamiento. Ahí cayeron cosas, como por ejemplo, un archivo de todas las casas operativas que tenía el Segundo Cuerpo. Eran alrededor de 18, no una ni dos. Y estaban todos los archivos de quiénes integraban ese grupo de tareas, había un archivo de desaparecidos, había de todo entonces. Siempre pensé que era muy importante  poder recuperar esa información porque nos iba a permitir armar algunos rompecabezas que no tenemos armados”, cuenta.

Arce subraya una y otra vez que el golpe comando a Tribunales se dio en democracia, que esto da cuenta de que el aparato represivo no sólo no estaba desmontado sino que estaba activo. Por eso, la mañana del 8 de octubre cuando le avisan del robo -su propio por ser sobreviviente y testigo en los allanamientos- el miedo volvió con toda su fuerza y decidió irse del país. Pasó los siguientes 20 años en España, donde siguió estudiando y trabajando por causas vinculadas a los derechos humanos.

El fin de la vida del otro lado del charco llegó cuando Néstor Kirchner ya era presidente y convocó a sobrevivientes y exiliados a participar del armado políticas por la Memoria. Fue el primero en hacerlo, Arce lo recuerda. Volvió a Argentina, a Buenos Aires, y trabajó en el Archivo Nacional de la Memoria. La cuestión del archivo, de los documentos, de los rastros del genocidio le parece muy relevante y dice: “Estoy segura de que ese material existe”.

Cuenta que a lo largo de su trabajo como investigadora se han topado con documentos que le hacen pensar que ese tipo de documentos tienen que estar en algún lugar. Por ejemplo, cuando volvió al país encontró el legajo que habían confeccionado los militares donde detallaban todos sus movimientos: sus horarios, los lugares que visitó a lo largo de años. “No habían tirado nada, yo los vi. Era mediados de los 2000 y estoy segura de que no han tirado nada”. 

Arce declaró apenas quedó en libertad y lo sigue haciendo cada vez que es necesario, en causas por su secuestro, por el secuestro de otros y por la causa Robo a Tribunales.

Nunca volvió a vivir en Rosario pero vuelve cuando hay que declarar. Tiene anotado todo lo que le ocurrió y lo que sabe, “Pero tenemos muchas lagunas, muchas cosas que no sabemos y no sé si las llegaremos a saber algún día, ¿sabes? Pero por lo menos tenemos la obligación de intentarlo porque nos vamos haciendo mayores y en cualquier momento no vamos a estar. Ya tengo 74 años, voy a cumplir 75 y soy una privilegiada porque estoy bien, no tengo nada pero tengo una edad. Poco a poco vamos a ir desapareciendo todas las personas que tienen que ver con esto, si no nos apuramos va a llegar un momento en que ya no va a haber testimonios de gente que esté viva. Ese es el tema y lo que más nos preocupa”.

Para ella es fundamental que todos los ciclos escolares incluyan esta temática, la del genocidio y que no haya medias tintas. “No hay nada que se pueda comparar en Argentina con lo que ha sido la dictadura, no se puede comparar con nada: fue un genocidio. Está catalogado así, como el que hubo con los judíos y los nazis. Está definido así por los organismos de derechos humanos.  No somos un par de loquitos que decimos que pasó eso, lo dice la comunidad internacional”.

“Nunca tuvimos la idea ni sentimos la necesidad de vengarnos ni nada de todo eso. Simplemente, yo siempre he dicho lo mismo, pretendo que se aplique la justicia, que se hagan juicios justos donde ellos se puedan defender como no pudimos nosotros. Que tengan respetadas sus garantías constitucionales, que todo sea legal pero que se haga justicia”, puntualiza. Está convencida de que si no se preserva la memoria colectiva y no se termina de avanzar en los juicios, estamos expuestos a que se repitan cosas parecidas, ciertos mecanismos. Al decirlo enumera países del continente americano, desde Estados Unidos a Brasil, desde las gestiones de Trump a Bolsonaro, repasa brevemente qué está pasando en Bolivia, Perú y Colombia. Le preocupa. Nombra también los grupos neo nazis de Alemania y España y le preocupa. 

Su método para soportar la realidad no cambió: estudiar y trabajar sobre aquello que estudió. Fue directora del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos de la Unesco, trabajó con el jurista español Baltasar Garzón, se dedicó al estudio de pueblos originarios y hoy da clases en la universidad de Rabat, en Marruecos. “La prioridad es África hasta 2029, siempre me dediqué mucho a esto y pensé que un lugar para hacer cosas es África. hay que estar aquí para hacer cosas con África, sino es bastante imposible. Al conocer la situación del continente te das cuenta que todos los países tienen problemas post coloniales, su independencia recién fue entre los cincuenta o sesenta, ha pasado muy poco tiempo. Y tienen un déficit de educación universitaria muy grande. Es una región de mucha riqueza natural pero con una población que padece mucha pobreza, falta de alimentos y agua. Es la población más joven de todo el planeta, es un potencial que no podemos desconocer”.

Así es conversar con Arce, del detalle del pasado al detalle del presente, presenta las conexiones una y otra vez. Cuando estuvo en diciembre en Rosario, cuenta, salió de una nota en Radio Nacional por calle Córdoba y ahí, por la peatonal, vio el lugar donde mataron a un joven militante durante el Rosariazo. Cuando vio la galería la reconoció y lo cuenta en la entrevista porque le parece importante recordar ese suceso histórico.

Al terminar la charla, reflexiona sobre lo que hicieron los militares en este país. No sólo habla de su falta de sed de venganza, porque quiere justicia; no sólo habla de la falta de sensibilidad de quienes la tuvieron en cautiverio cuando ella les rogaba que paren con las torturas; habla también de la historia de nuestras fuerzas armadas. Pone en contexto, como lo hizo a lo largo de toda la entrevista: “Los militares robaban. Es tremendo porque analizás nuestra historia, nosotros que tuvimos un ejército liberador de otros países y que buscábamos la independencia de nuestros hermanos latinoamericanos, nosotros que tuvimos hombres como Güemes, San Martín, Belgrano… El ejército libertador se convirtió en un ejército de delincuentes que no solo mataban a otros ciudadanos sino que además se robaban sus pertenencias, pasaron a ser un ejército de bandoleros. Es una cosa denigrante para nuestro propio ejército que tiene detrás una historia brillante ligado a la independencia y estos tipos llenaron de vergüenza nuestras fuerzas armadas y esa es la realidad de lo que hicieron”.

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