Son robos de oportunidad sin logística, ni preparación, ni una organización detrás. El hurto de los medidores del servicio de agua potable en Rosario, con la consiguiente destrucción de parte de las instalaciones, le deja un magro ingreso a quienes lo perpetran: apenas entre 100 y 200 pesos en el mercado ilegal. Seguramente, gratifica con una ganancia considerablemente superior a los que les compran esos aparatos y funden los metales de los que están hechos.
A la estatal Assa le cuesta entre 5 y 6 mil pesos reponer lo dañado en cada hecho. Al vecino, le genera un problema por la interrupción en la prestación de un insumo esencial. Los que caen, a veces, son los del primer eslabón de la cadena, ladrones de ocasión sin más herramientas que una pinza o un martillo. Los de más arriba siguen con el negocio que incentiva la continuidad del vandalismo.
El caso más reciente fue denunciado por vecinos del barrio Abasto este miércoles. Cuando se levantaron, notaron que no salía agua de las canillas. En la cuadra de Dorrego al 2200 habían robado cinco medidores de un tirón durante la madrugada. Dijeron, además, que se trataba de equipos que habían sido repuestos el año pasado a causa, también, de su hurto.
Fuentes de Aguas Santafesinas explicaron a El Ciudadano que para la empresa prestadora de los servicios sanitarios el costo de cada robo depende del daño causado. Es que, en la mayoría de las ocasiones, además de extraer el medidor rompen las cuplas de enlace, de bronce y plástico, y a veces también se llevan las tapas si son de las primeras instaladas, de hierro. En esos casos, tienen que reponer el cajón entero, con un trabajo extra de albañilería. La erogación oscila entre 4 y 5 mil pesos por restitución.
Los mismos interlocutores de ASSA reconocen que es difícil precisar cuánto se paga un medidor destinado a fundir en el mercado ilegal. No le cabe otro destino que ese, el de la fragua, porque sólo lo utiliza la empresa, y no tienen mercado como instrumentos en sí. Igual, arriesgaron que el pago de los reducidores a quienes los roban no debe ser superior a los 100 o a lo sumo 200 pesos.
«Es un robo de oportunidad, porque está a mano», admitieron. Los autores están lejos de ser integrantes de bandas organizadas. En muchos casos, personas en estado de indigencia que apenas encuentran al paso una forma de hacerse pocos pesos sin demasiada complicación ni herramientas.
El material de los medidores es una aleación que contiene bronce, lo mismo que las cuplas de enlace del instrumento con la cañería, tanto desde el lado del conducto principal como del que ingresa a los domicilios. Las carcazas de los medidores más antiguos son de bronce, no así las de los más modernos, que se moldean en plástico.
El destino final de los equipos es el horno de fundición. Después, puede haber un proceso de separación de los diferentes metales. Esta es una fase superior de la cadena de los robos, y sus responsables rara vez caen en manos de la Justicia o las fuerzas de seguridad. Los que terminan detenidos, en algunos casos, son los del primer capítulo de la serie delictiva, los que obtienen un magro rédito.
La parte del león de la cadena sigue en las sombras, y mantiene la demanda de objetos metálicos para fundir y revender. El promedio de denuncias, señalan desde Assa, es de 50 a 60 por mes, aunque hay una amplia variación de casos según los días.
La prestadora del servicio, ahora, comenzó a cementar las cajas de los medidores que repone tras la vandalización. Hace una suerte de cofre de hormigón para que sea más difícil robar los elementos interiores y, aseguran, la estrategia da resultado: no impide en su totalidad los robos, pero los inhibe por la mayor dificultad en perpetrarlos. A la vista, queda sólo el cuadrante que indica el consumo.
La empresa destaca que las consecuencias de estos hechos la pone en un apriete. El stock de medidores asignado para renovación de los equipos o ampliación de la zona medida se está destinando a reemplazar los robados. Por eso, piden denunciar cada hecho al 911 porque así, en algunos casos, se ha conseguido recuperarlos.
Lo que resta, es ir sobre la parte más jugosa del negocio, y más concentrada y organizada: la de los fundidores.