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Rodrigo Villegas, con el glamour del music hall, desde una terraza de Echesortu

Con un amplio recorrido en el teatro de revista local, como cantante y productor, y un repertorio de clásicos de todos los géneros, el artista que amenizó la cuarentena desde su casa buscando enfrentar la crisis económica suscitada por el aislamiento social, cuenta su historia

Rodrigo Villegas canta, baila, actúa. Formó parte del teatro de revistas local como parte de las producciones de Pecky Land y Manuel Cansino. Cantó en bares, restaurantes, cruceros, fue animador en Década, en Asia de Cuba, montó su propia revista que, como la concreción de un anhelo, se tituló Un sueño de revista. Viajó a Cuba, a Punta Cana, armó su repertorio con clásicos melódicos y bailables, y temas propios que todos los fines de semana se escuchan (en vivo para los vecinos y  por streaming para los que viven más lejos) desde su casa, y que este jueves se podrán disfrutar en un show vía streaming que brindará a partir de las 19.30 a través de las redes sociales de la Bolsa de Comercio de Rosario.

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Publicado por Rodrigo Villegas en Sábado, 13 de junio de 2020

 

Hace algunas semanas, el nombre de este artista tuvo un rebote en los medios porque su pareja escribió una carta contando la difícil situación que estaban atravesando. Él, que hacía años que vivía cien por ciento de su arte, que había sido declarado Artista Distinguido de la ciudad, veía su mundo en pausa. El aislamiento social había cerrado bares, restaurantes y centros culturales, lo había dejado, como ocurrió con todos los artistas independientes, sin trabajo.

Ante esa circunstancia, y a poco tiempo de haber iniciado la cuarentena, Rodrigo empezó a dar shows en su terraza, poniendo a bailar y haciendo reír a los vecinos de su cuadra en el corazón de barrio Echesortu. “Mi pareja es un cantante de la ciudad de rosario. Es uno de los pocos artistas de esta ciudad que vive, o vivía, 100 por ciento de lo que hace, de su arte, de transmitir por medio de la voz alegrías, emociones, bailes, recuerdos. Hoy se encuentra con que hace más de dos meses que no puede trabajar por la pandemia, más de dos meses en los que todos los días son preocupaciones, angustia e incertidumbre por no saber cómo seguir”, escribió Rodrigo de Moya desde la misma terraza en la que Villegas sigue dando sus shows.

“Ese día estaba muy mal, con el texto proyectó todo lo que verdaderamente vivimos. Lo que era levantarnos a la mañana, tomar mate, ir temprano, limpiar la terraza. Baldear todo. Subir todos los equipos, vocalizar dos o tres horas antes. Todo eso para, en una hora, poder hacer lo que sé hacer en vivo y que la gente pueda colaborar. Porque del Estado no recibía nada”, apuntó el cantante que comenzó en marzo con la modalidad de shows a la gorra y vía streaming.

Un show diario en la terraza a la gorra para llevar alegría a los vecinos de Echesortu

Siempre alzando la voz

Rodrigo sabía que quería ser cantante desde muy chico. A los tres años empezó viendo tocar a los alumnos de su mamá. Pero más allá de esa docente de piano que introdujo la música en su infancia, quien más lo acercó al arte fue su Nono Carlos, un apasionado del tango. “Cuando tenía seis años, vivíamos con ellos, él todos los días nos relataba historias, nos cantaba. La verdad es que todos los días era más escucharlo a él que escuchar a mi mamá tocar el piano. Ahí arrancó mi fascinación”, recordó Rodrigo.

Escuchar a Carlos cantar en el living de su casa composiciones de Julio Sosa, Goyeneche o Jorge Falcón lo marcaron. Pero el Nono fue más que eso. “Un día estaba en la pieza, ensayando para un acto de la escuela un tema de Freddie Mercury. Mi abuelo se acercó enojado porque cantaba en inglés, pero la miró a mi abuela y le dijo: «Pocha, mirá como canta Rodrigo». Se sentaron conmigo y me preguntaron que me gustaba. Con miedo les dije que cantar y patinar. Mi abuelo abrió los ojos pensando la que se le venía. Pero habló con mi mamá y le dijo que le gustaría llevarme a aprender. Sin que se enteré mi papá, comenzó la gran complicidad entre mis abuelos y yo. Mi abuela me compró los patines y me llevó a aprender. Dejé de patinar en 2015, fui campeón nacional en pareja. Y mi abuelo me llevó con Clarita Verri (Conservatorio Verri), un lugar para aprender canto que estaba a cuatro cuadras de mi casa. Esa mujer le había enseñado piano a mi mamá; hasta a Fito (Páez) le enseñó piano. Ahí empece a aprender a respirar y todo lo que conlleva empezar a cantar”.

Después de algunos años y tras una difícil situación familiar, Rodrigo vendió los patines y dejó de cantar. “Fue un momento muy difícil. Un día me fui a vivir a la casa de una compañera de canto. Empecé a trabajar en un bar. Seguí estudiando. Trabajaba para pagarme el conservatorio”, relató.

Los días de Rodrigo se dividían entre el bar, donde era bandejero, una agencia de quiniela y el estudio. “Un día le pedí al dueño del bar si me dejaba cantar. Se río un poco pero me dejó. Me consiguió los equipos e hice un show al sobre. Fui con un amigo que toca el saxo. Tocamos a dúo. No había Facebook, no había internet. No fue nadie”, recordó entre risas.

“Ahí me dije: «Listo, esto no es para mi». Pero el dueño del bar me invitó a cantar en su cumpleaños y me iluminó otra vez”, dijo agradecido.

Su carrera dio un giro. Trabajó en una producción de Pecky Land y lo contrató Manuel Cansino para formar parte de Las divas de Squillaci. “Donde fui el último cantante», recordó. Empezó a trabajar en otros proyectos con Vanessa Squillaci. “Y una mañana, sonó el teléfono y me habló un hombre que se presentó como el dueño del Mariachi Veracruz. Yo no entendía nada. Le habían hablado de mí. No me veía como Mariachi pero me dijo de ir y probar y yo nunca digo que no. Y me encantó. De tal manera que estuve cuatro años en el Mariachi Veracruz”.

El camino de Rodrigo empezó a ganar popularidad. “Mariachi Veracruz me dio la fuerza y la garra de enfrentar al publico; sacarme el miedo por completo. Me empecé a afianzar en cantar en eventos privados, en obras de teatro. En un momento me empezó a ir muy bien. Seguía en la agencia de quiniela, les debo la vida a ellos, pero en un momento decidí abocarme a lo mio. En restaurantes fijos, en supermercados. Soy el animador de Década, de Asia de Cuba. Cuando me di cuenta estaba viviendo bien, de ésto”, dijo orgulloso.

También llevó su voz a otras latitudes. “Mande un currículum y me contrataron de cruceros. Hace dos años canté en La Habana en los Tradicionales de los 50 y en El Gato Tuerto. Trabajé en hoteles en Punta Cana”, enumeró quien tiene un amplió repertorio que contiene tangos, baladas, cumbias, reggaetones y dos temas propios titulados “Cómo hacer” y “Tu canción”.

El sueño

El año pasado, con todo ese recorrido, Villegas decidió lanzarse a cumplir un nuevo sueño: su propia revista. Fue así que Un sueño de revista debutó en el Teatro Broadway con más de mil espectadores. “Yo quería hacer una comedia musical española que se llamaba Un chico de revista. Pero decidí ser el anfitrión y no el protagonista. Venia haciendo talleres con chicos y chicas con sindrome de down. Ahí la conocí a Luci. Ella me va a ver a todos los shows, baila y actúa increíble, así que le propuse que sea la protagonista de este sueño. La obra empieza con ella muy aburrida en una plaza, no quiere jugar ni a la pelota, ni a los juegos; ella quiere ser una estrella entonces crea con su imaginación todo este «sueño de revista»”, puntualizó sobre la trama de la obra.

Para este año, Villegas tenía algunos proyectos, pero la pandemia mundial cambió los planes. A lo largo de su carrera, el artista recibió contrataciones y premios, pero para él, el mayor mimo se lo da la gente, esa que también salió a apoyarlo en tiempos de crisis y pandemia.

Para agendar:

Rodrigo Villegas realizará este jueves, a partir de las 19.30, un show vía streaming a través de las redes sociales de la Bolsa de Comercio de Rosario.

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