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Rody Bertol: “Volver a Strindberg es volver al corazón del teatro”

El reconocido dramaturgo, director y maestro local adelanta detalles de su versión del clásico “Danza macabra”, del gran dramaturgo sueco, que dará a conocer este sábado en el CET, al frente del Centro Experimental Rosario Imagina y bajo la dirección de Mariana Pevi y Natalia Trejo

“Volver a Strindberg es para mí como volver al corazón del teatro, porque fue el autor que más me voló la cabeza desde siempre y me hizo repensar el oficio hace muchos años. Hay que decir también que descubrí a Strindberg a través de la mano del maestro Alberto Ure. Es por eso que volver a este autor es como volver a un cierto origen”, dice de antemano el dramaturgo, director y maestro local Rody Bertol acerca de su conocido interés por el icónico y siempre polémico dramaturgo sueco, de quien aún se recuerdan sus potentes, poéticas y políticas versiones de El Sueño y La sonata de los fantasmas, de los años 90, una especie de trilogía del desencanto sobre el mundo contemporáneo que comenzará a cerrar este sábado por la noche con el estreno de Danza macabra. Se trata de otra gema, escrita a comienzos del siglo XX, que siempre estuvo ahí y que, como era tiempo de volver a los clásicos, Bertol terminó echándole mano junto a su equipo del Centro Experimental Rosario Imagina con el que está cumpliendo un cuarto de siglo.

De este modo, uno de los grupos emblemáticos de la producción teatral rosarina presenta este sábado Danza macabra, a poco más de un siglo de su estreno original y a partir de una versión y con la coordinación general de Rody Bertol, la dirección de Mariana Pevi y Natalia Trejo, y las actuaciones de María Eugenia Ledesma, Alejandro Chavo Ghirlanda, Germán Capomassi, Gisela Sogne, Diego Bollero, Adrián Moriconi, Pamela Di Lorenzo y Gabriela Soverchia, con un cuidado trabajo de plástica escénica de Ignacio Almeyda, quien también tuvo a su cargo el diseño lumínico junto a Chavo Ghirlanda, con fotografía de Simonel Piancatelli, asesoramiento de vestuario de Cristian Ayala y de maquillaje de Jorge De la Rosa.

En ciernes, Strindberg escribe esta obra a partir de los claroscuros de sus vaivenes amorosos y sus sucesivos fracasos matrimoniales, una especie de tragedia que parecía arrastrar desde su infancia y la tortuosa relación matrimonial de sus padres. Alice y Edgard, los protagonistas de esta historia que aquí palpitan en una serie de alter egos, conviven sumergidos en una relación llena de paradojas, marcadas por el odio, el amor, el resentimiento, la rutina y el deseo de venganza, dando paso “a un ring interminable de un amor retorcido que los envuelve y los mortifica”, escribe el equipo creativo de Danza macabra, una sutil indagación de las relaciones interpersonales a través de esos seres que chocan y se humillan incesantemente para finalmente volver al apego.

Poéticas del origen

Una vez más, para hablar de su poética, Bertol retoma fragmentos de esa biblia del teatro contemporáneo que es Sacate la careta, sobre los ensayos de su maestro y amigo Alberto Ure, un libro compilado por Cristina Banegas. “Me apropio de las palabras de Ure cuando dice: «Ojo: Strindberg es el teatro. Si él no hubiera existido, lo que hoy llamamos teatro sería otra cosa, mucho más estúpida, y todos nosotros seríamos más tarados todavía. Él es el teatro puro, el salvajismo de la representación, el horror de lo artificial que se muestra verdadero»”, repasa Bertol. Y completa: “A mí me encanta cuando Ure, en relación a Ibsen, para muchos un dramaturgo de mayor envergadura incluso que Strindberg plantea esa relación metafórica para que se entienda que Ibsen sería inapreciable sin Strindberg. Y plantea que es como «el Mercante de Perón, el Engels de Marx, el Trotsky de Lenin, el tío que sabe la verdad que el padre arrogante oculta». Para mí esa es la mejor definición, y ese ha sido el objetivo: volver a este autor, a esa materia. Es más: mientras pueda seguir haciendo teatro voy a volver cada tanto a Strindberg, incluso pronto, porque siento que tengo como una gran necesidad y una gran deuda de hacer, por ejemplo, alguna de las partes de Camino a Damasco (trilogía publicada entre 1898 y 1904), que quizás sea de sus obras la que más adoro y la que aún no he podido concretar”.

Socialización de roles

“Estrenar Danza macabra –dijo Bertol–, en la que yo participo en la idea y adaptación del texto dado que es una versión, permite que el equipo de Rosario Imagina pueda trabajar sin mi dirección y que en todo caso ese rol se vaya rotando; de hecho ya lo hicimos con Enter Dylan y Heroínas, con Juan Nemirovsky, y ahora dirigen Mariana Pevi y Natalia Trejo, que también hace unos años que integran Rosario Imagina. Quizás esto tenga que ver con que he sido formado por maestros setentistas y creo en el trasvasamiento generacional en todos los grupos de trabajo, en la socialización de roles e incluso en la conducción y dirección de una obra o de cualquier proceso creativo”.

Fatalidad concertada

“Esta versión está puesta sobre una base musical –continuó el director–; se trata de «Serenade» de Schubert, que es de una gran belleza y sobre la cual fui armando la versión: con su cadencia y ritmo, con una cierta melancolía que es inevitable, y por otro lado con una melodía que hasta puede ser bailable en una velada, incluso en un encuentro social. «Serenade» tiene todas esas características, incluso investigué en Schubert porque a Strindberg le encantaba su música. Creo que esa idea de una «fatalidad concertada» es la que prima: el autor considera al matrimonio como el infierno en la tierra, que puede tener a veces la apariencia de un paraíso pero que siempre se transforma en el infierno”.

Tiempo y espacio

“La obra está adaptada en un pasado atemporal, y con una mirada contemporánea pero hice una condensación a mi modo de entender y respetando el texto, para que tenga un ritmo que he buscado casi como si se tratara de una comedia, dado que Strindberg se burlaba mucho del tema del matrimonio, incluso se solía quejar cuando veía alguna de sus versiones en las que no se lo entendía. De todos modos, tampoco estoy diciendo que yo lo entienda pero he intentado que en estos tiempos la obra tenga no sólo esa condensación que implica un ritmo sino a través del texto. En el original la obra tiene una pareja y un tercero en discordia y yo la multiplico en tres parejas manteniendo ese tercero en discordia y le agregó un personaje del mismo Strindberg que aparece en otras tres obras: tanto en El Sueño como en Camino a Damasco y El Pelícano esta esa madre que la incluyo en algunos pasajes en esta versión”, evaluó el creador.

Alter egos

“Con el hilo y el orden del cuento de Strindberg, la trama y las secuencias, la obra se va contando a través de estas tres parejas multiplicadas, de algún modo como buscando contar que esos problemas en el matrimonio se van a seguir repitiendo una y otra vez por más que se cambie de pareja. Estas parejas que van cambiando se miran unas con otras, se compadecen, pero hacen lo mismo. Al mismo tiempo esa multiplicación me permite contar esa idea de la repetición. Esta obra, escrita en 1901, tiene la particularidad de ser la última de su etapa de realismo, porque a partir de allí empieza a escribir comedias y dramas oníricos, entonces me pareció interesante como pasaje de una etapa a la otra poner un par de esos momentos oníricos”, analizó el director.

Y completó: “En la adaptación, y vuelvo a pensar en Ure, hay algo muy nuestro en relación con la metabolización de este texto desde nuestros propios registros de actuación, lugares históricos y contextos, incluso momentos olmedianos (por Alberto Olmedo), otros de impronta criolla, y esa madre que es muy argentina, pero sin modificar el texto”

“Esta es un versión de un Strindberg para un teatro de cámara que es muy diferente a los dos anteriores que dirigí: El Sueño (1993) y La sonata de los fantasmas (1998), que eran obras expansivas, puestas en grandes espacios. Por el contrario, la idea de este Strindberg es de cámara, un lugar muy pequeño, en el CET, que lo buscamos especialmente por su disposición especial, por eso no hay una relación en términos de puesta con los montajes anteriores, además de dos directoras descubriendo a Strindberg, y más allá de que se trata de mi adaptación, en ese descubrimiento no me he metido”.

Ficción y realidad

“Me gusta mucho esta idea de ficción y realidad en un mismo territorio, es algo que me lleva a pensar en lo que voy a empezar a montar ahora: la segunda y tercera parte de una trilogía denominada Ángeles, demonios y fantasmas que arrancó con El arbolito rojo, a la que le seguirá Cuando nadie me nombre, para cerrar con Siete mares: una sucesión de fragmentos que nos unen”, adelantó el creador.

Y cerró: “En el material ahondo en esta cuestión de escribir a partir de las relaciones entre ficción y realidad, tomando cosas que me han pasado y sobre todo las que me están pasando. El inconsciente nos lleva a hacer cosas que no sabemos, de hecho, en una de esas obras digo «somos lo que no sabemos». Antes de entrar en las últimas dos etapas de la trilogía hago como un corte, un descanso, y vuelvo a esta fuente del teatro que es para mí Strindberg; él también escribía muy en relación con lo que estaba viviendo. En el momento en el que escribe Danza macabra, estaba terminado con el último matrimonio que tuvo, creo que el sexto. En ese sentido yo trato de ser un poco más optimista que él; pero es cierto: el matrimonio es el paraíso y el infierno en la tierra, a veces uno y a veces otro, y a veces un poco de cada cosa”.

Para agendar 

La versión del Centro Experimental Rosario Imagina de Danza macabra se conocerá este sábado, a las 22, en el Centro de Estudios Teatrales (CET), de San Juan 842, donde seguirá en cartel todos los sábados de mayo y junio con entradas populares

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