Con sus irrenunciables posicionamientos antibelicistas y antiimperialistas en un primer plano, y el foco puesto especialmente en la defensa de los derechos humanos; pero además con la magia sonora intacta de los clásicos de Pink Floyd, Roger Waters brindó este martes por la noche el primero de los dos conciertos en el porteño Estadio de River, en la parada argentina de su gira This is not a Drill.
«Si sos de los que dicen me encanta Pink Floyd pero no soporto las opiniones políticas de Roger, harías bien en irte a la mierda», advirtió en off la voz del mítico artista británico, antes de iniciar el concierto, junto a otras series de recomendaciones más propias de una obra de teatro que de un recital de estadio, como la de apagar los celulares.
La frase que parecía lanzar un desafío, sobre todo a partir de las polémicas que rodearon su visita a Sudamérica, en realidad se trató de un anticipo del espíritu de este show, tal como quedó de inmediato en evidencia cuando maravillosas interpretaciones de clásicos de Pink Floyd se combinaron con las imágenes de bombardeos y de represiones violentas que proyectaban las gráficas.
Como si se tratara de algo indisoluble, la obra de Roger Waters, tanto en la popular banda como en su recorrida como solista, no puede escindirse de sus firmes posicionamientos políticos y sociales; los mismos que lo impulsaron a definirse en torno al conflicto en Gaza.
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Las repercusiones no tardaron en llegar y por las quejas de distintas organizaciones judías, que lo tildaron de antisemita, los hoteles en Montevideo y Buenos Aires en donde preveía alojarse junto a su equipo, le cancelaron las reservas; a la vez que la DAIA realizó una presentación judicial para impedir estos shows, con la excusa de que allí se instaba al odio contra los judíos.
La respuesta de Roger Waters desde el escenario llegó en forma de un conmovedor concierto, en el que no faltaron las diatribas. «La razón por la que no me dejan alojarme es porque creo en los derechos humanos», lanzó en un momento del show, cuando hizo alusión al problema con los hoteles.
Pero si alguien hubiera querido realmente desentenderse del costado político de la obra de Roger Waters, sin dudas tuvo la posibilidad de disfrutar de un gran concierto, en el que los fans locales tomaron contacto una vez más con la esencia de Pink Floyd.
Como gran cerebro creativo de la popular banda, el protagonista de la noche hizo una personalizada recorrida por su historia en el grupo, a partir de tres bloques bien marcados conformados por temas de los discos The Wall, Wish You Were Here y Dark Side of the Moon.
También hubo espacio para hacer paradas en Animals, The Final Cut y algunos mojones de su etapa solista.
Lo curioso es que no ahorró en narrativa para contextualizar muchas de las canciones, además de la presencia de leyendas que iban apareciendo en las pantallas y contaban historias sobre Pink Floyd, la mayoría con Syd Barrett como personaje principal.
Y acaso lo más importante para remarcar es que todo esto sucedió junto a una fenomenal banda que supo evocar con precisión el espíritu sonoro del legendario grupo, fundamentalmente en los temas de corte rockero, en donde podía hacer gala de una arrolladora potencia.
Allí destacaron particularmente el guitarrista Dave Kilminister, quien asumió con solvencia los característicos solos de David Gilmour; y Jon Carin, en teclados y steel guitar. Completaron el combo el guitarrista Jonathan Wilson, quien jugó el rol vocal de Gilmour en «Money» y «Us and Them», el bajista Gus Seyffert, el baterista Joey Waronker, el tecladista Robert Walter, el saxofonista Seamus Blake, y las coristas Amanda Belair y Shanay Johnson.
El inicio del concierto, que se extendió aproximadamente por dos horas y media, fue con un bloque de The Wall, que abrió con una lúgubre versión de «Confortably Numb», explotó con «The Happiest Days of Our Lives» y «Another Brick in the Wall».
Le siguió un conjunto a composiciones de su etapa solista que mantuvo la intensidad con «The Powers That Be», en una de las más destacadas performances de la banda, y bajó los decibeles con «The Bravery of Being Our of Range» y «The Bar».
Por supuesto que como factor común, mientras sonaba cada una de estas creaciones, las pantallas replicaban matanzas, ciudades bombardeadas, escenas de violencia policial y militar, y la cara de todos los presidentes de Estados Unidos desde Ronald Reagan hasta hoy a quienes sin excepción se los presentó como «criminales de guerra», entre otras cosas.
«Vamos a años atrás, cuando intentaba tocar rocanrol en una banda diferente», dijo Waters para poner en escena la etapa del disco Wish You Were Here, con el especial recuerdo a Syd Barrett y una deliberada ausencia de imágenes de Gilmour, su acérrimo rival . «Have a Cigar», «Shine On You, Crazy Diamond» y la canción que da nombre a la placa conformaron este set.
«Cuando pierdes a alguien que amas te das cuenta que esto no es un simulacro», se leyó en un momento, como remate a la evocación de Barrett y dilucidando, a la vez, el disparador del nombre de esta gira.
Representado por la canción «Sheep», el viaje por el mundo sonoro de Pink Floyd prosiguió con el disco Animals, al que caracterizó como un homenaje a George Orwell y Aldous Huxley, responsables de haber advertido con sus novelas acerca de un futuro distópico que pareciera haber llegado para quedarse.
Bajo una enorme gráfica que instaba a resistir al capitalismo, se cerró esta primera parte y dio paso a un intermedio en el que la gran mayoría del publico que colmó el estadio, acaso contagiado por el tono combativo del show, comenzó a corear «el que no salta votó a Milei» y «Nunca más».
Tras el sobrevuelo del icónico cerdo inflable asociado a Pink Floyd, el segundo bloque volvió sobre The Wall con «In the Flesh» y «Run Like Hell»; reposó en los solistas «Deja Vu» e «Is This The Life We Really Want?; y finalmente recaló en repertorio de Dark Side of the Moon, álbum que en 2023 cumplió 50 años y fue regrabado por Waters en solitario.
Entre imágenes de matanzas a civiles en Irak y leyendas que pedían que «paren el genocidio en Gaza» fueron sonando «Money», «Us and Them», «Any Colour You Like», «Brain Damage» y «Eclipse».
La causa Malvinas fue aludida en «Two Sun in the Sunsets», de The Final Cut, durante el final que se terminó de dibujar con una reprise de «El Bar» y «Outside the Wall», que cerró el círculo.
Roger Waters vuelve a presentarse este miércoles, con transmisión directa por Flow, en una jornada en la que acumulará su show número 13 en River con lo que marcará un récord absoluto al sobrepasar los 12 que le daban el podio a Los Rolling Stones. Será otra velada en la que las polémicas volverán a tornarse ridículas entre tanta buena música y mensajes tan claros y contundentes.