A fines de septiembre un grupo de chicos jugaba en la plaza del barrio abierto Punta Chacra, en Roldán, cuando encontraron un envase vacío de glifosato. El herbicida se usa durante la cosecha de soja y algunos estudios científicos aseguran que es muy peligroso para la salud. Este lunes un vecino de barrio Las Acequias, en la misma localidad, dijo que arrojaron agrotóxicos sobre un campo lindero a su casa. No parece casual; en lo que va del año hubo más de 30 denuncias por uso indebido de agroquímicos. Los vecinos agrupados en la organización Paren de Fumigarnos fueron a golpear las puertas del Concejo. Reclamaron modificar la ordenanza municipal 738/12 que establece una distancia mínima de 100 metros entre la zona a fumigar y la urbana, y pidieron que el municipio respete la legislación provincial, que establece un límite de 500 metros. Después de varias negociaciones, los concejales se comprometieron a tratar el tema, pero los vecinos denuncian que todo sigue sin regularse.
“Las fumigaciones no se adecuan ni a la ordenanza local ni a la ley provincial. El personal de Guardia Urbana desconoce que hay una legislación contra los agrotóxicos y el Ejecutivo no sanciona a los productores que no la cumplen”, dijo a El Ciudadano Pablo Milisenda, uno de los vecinos de Roldán.
Pablo vive en el barrio abierto Las Tardes hace tres años. Su casa está a 150 metros de uno de los campos sojeros. Cada vez que llega la primavera, los motores de las maquinarias interrumpen el silencio y la tranquilidad. Es que con la cosecha, llegan los agroquímicos.
“Te das cuenta de que están fumigando porque usan máquinas específicas. Intenté hablar con los productores, pero no me escucharon”, contó.
Al igual que Pablo, cientos de vecinos de la “Capital del aire puro” denunciaron fumigaciones a menos de 100 metros de sus casas, violando la ordenanza municipal.
La semana pasada lo hizo un habitante de Punta Chacra, y el lunes una mujer de Las Acequias. En las últimas tres semanas hubo dos presentaciones y en lo que va del año un total de 30, todas por uso indebido de agrotóxicos.
Las quejas empezaron en 2015 y a principios de este año los vecinos se organizaron. Formaron el grupo Paren de Fumigarnos, imitando la organización que ya existe en Santa Fe. Los asesoraron abogados, ingenieros agrónomos y médicos de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. Sistematizaron todas las denuncias que se hicieron en la Guardia Urbana y en el Centro Territorial provincial. Contaron 30, pero dijeron que hay más sin registrar. Con los reclamos, fueron hasta el Concejo para pedir la modificación de la ordenanza que establece una distancia mínima de 100 metros entre la zona urbana y el campo a fumigar. Pero los ediles se negaron a avanzar para cambiarla.
Los vecinos insistieron y juntaron firmas para presentar un recurso de amparo. Cuando llegaron a las mil, los concejales los recibieron. Iniciaron una instancia de diálogo y se comprometieron a revisar la constitucionalidad de la normativa. Hasta tanto, prometieron controlar las fumigaciones de los 26 productores que rodean el casco urbano y cuentan con 1.500 hectáreas de la zona.
“La ordenanza es inconstitucional y contradice la ley provincial. Queremos que el Ejecutivo haga un seguimiento de los productores que no respetan la distancia mínima, que los multen y controlen que paguen la multa”, dijo Milisenda.
Modelo tóxico
“Hay trabajos científicos publicados que demuestran que las sustancias químicas son dañinas para los seres humanos. Provocan desde daños superficiales en la piel y la mucosa hasta trastornos endocrinos, cáncer y leucemia”, explicó Damián Verseñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Medicina de la UNR.
Para el especialista hay dos tipos de síntomas: los directos, que aparecen al contacto con los químicos –irritación en vías aéreas, piel o gastrointestinal-, y los crónicos, que se evidencian después de 15 años de estar expuesto a los agrotóxicos.
“Hay malformaciones congénitas, interrupciones del embarazo en los primeros tres meses y problemas de celiaquía que aparecen en personas que estuvieron expuestas a sustancias. También vemos problemas de salud relacionados con adultos mayores, como Alzheimer o Parkinson en personas de 50 años”, contó Verzeñassi, y aclaró que los estudios analizaron las consecuencias de los químicos por separado. “Los productores usan combos de sustancias como el glifosato más surfactante porque tienen mayor impacto. Estimamos que cuando se usan juntas aumenta el daño en las personas”, dijo el médico.
Para Verzeñassi el problema es el modelo agrícola que obliga al uso de agrotóxicos y semillas transgénicas. “Es un modelo que produce commodities agroindustriales y no alimentos. Se sostiene a partir de transgénicos que se aprobaron en 1996 para resistir al veneno. En los últimos 10 años el uso de veneno aumentó un 848 por ciento, cuando el área de producción creció sólo un 50 por ciento”, dijo el especialista.
Una alternativa
Verseñazzi dijo que lo ideal sería implementar progresivamente un modelo de producción agroecológica rentable, donde los productores reemplacen el veneno por sustancias no tóxicas. “Hace falta una decisión política para estimular al productor. Implica más tiempo en el campo, mayor mano de obra y que se tenga en cuenta los ciclos de la tierra”, señaló el especialista, y agregó que existen ejemplos de campos en el norte de la provincia y en las localidades de Zaballa, Chabás y Timbúes donde ya iniciaron la transición.