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Rosalía Jara, la joven asesinada que ya es faro para un nunca más femicidios en el norte santafesino

Este lunes se conocerá el veredicto en el juicio que tiene como único acusado a Juan Valdez, un profesor de gimnasia que la abusó cuando él tenía 32 años y ella 11 o 12. Con una hija en común -no reconocida por él- a los 15, los alegatos finales reconstruyeron una historia sórdida, pero no única

Este lunes, durante el mediodía, finalmente se dará a conocer el veredicto por el femicidio de Rosalía Jara, para un caso emblemático, uno de los más sórdidos que se tenga memoria, en el norte de Santa Fe, aunque la sospecha deslizada a lo largo del juicio es que, aún con todas sus aristas, no es más que el emergente público de otros tantos que se cometieron y se siguen cometiendo, y que no sólo permanecen impunes sino que ni siquiera llegan a denunciarse.

El pasado jueves 30 tuvo lugar en los Tribunales de Vera, la última audiencia previa a la sentencia de este lunes, los alegados finales de las partes en el juicio que arrancó el pasado 7 de julio por el femicidio de Rosalía Jara, de 19 años. La declaraciones resultan ilustradoras de parte del recorrido que transitó ella hasta su temprana muerte y, en forma horrenda, después de que exhalara su último hálito de vida. Esta es la historia.

Rosalía, nacida y criada en Fortín Olmos, en el centro geográfico del departamento Vera, fue vista con vida por última vez el 1º de julio de 2017 y permaneció desaparecida durante un año y casi dos meses, hasta que su cuerpo fue encontrado por dos cazadores el 26 de de agosto de 2018 en una zona de monte, a 150 metros de la ruta 98, a 34 kilómetros del lugar donde vivía.

Quien en vida fuera Rosalía había sido dejada en posición de sentada, con la espalda apoyada sobre un árbol. Por su desaparición primero –y por su asesinato cuando se encontró el cuerpo– desde hace tres años está detenido Juan Oscar Valdez, un profesor de educación física que hoy tiene 40 años, y que había mantenido una relación clandestina con ella durante largo tiempo: según se fue develando, el acercamiento había comenzado cuando era una niña que cursaba el 4º o el 5º grado de la primaria en la escuela San José Obrero, donde donde él llegó para hacer reemplazos. El vínculo la convirtió a ella en madre adolescente de una niña, cuando tenía 15 años, y desembocó cuatro años más tarde en el crimen que tiene a Valdez sentado en el banquillo como único acusado.

La extensa jornada de alegatos transcurrió por más de siete horas. Pasadas las 10 en un pequeño recinto de la Oficina de Gestión Judicial de Vera, reacondicionado por la pandemia de coronavirus pero que no parecía garantizar el suficiente resguardo, el tribunal integrado por los jueces Mauricio Martelossi y Norma Senn, bajo la presidencia de Gonzalo Basualdo, dio inicio a la ronda de alegatos de cierre, en lo que será el último paso judicial hasta el dictado de la sentencia, este lunes 3 de agosto.

La sucesión de alocuciones se inició con el repaso de todo lo acontecido por parte del fiscal Gustavo Latorre, en representación del Ministerio Público de la Acusación; continuó con la alocución de la abogada Carolina Walker, que integra la querella en representación de la familia Jara, para luego dar lugar al turno de la defensa, exposición que hizo el abogado Jorge Faisal –los otros defensores del acusado, Jorge Bedouret y Bárbara Reynoso, dimitieron un día antes del inicio del juicio– para después dar espacio a la réplica de argumentos entre las partes. En el cierre y con la advertencia de que no iba a contestar preguntas –aunque no cabían en esta instancia– el propio Valdez hizo uso del derecho de hablar en su propia defensa.

Acusación del Ministerio Público

El fiscal Latorre, ensayó una síntesis de testimonios de distintas personas, entre ellas familiares directos de Rosalía, ex parejas, amigas, docentes y directivos de las escuelas de Fortín Olmos, cuyas declaraciones se fueron volcando en el marco de la causa. También hilvanó testimonios técnicos, los de funcionarios policiales, de un jerárquico de Telecom Personal, de peritos que intervinieron en diferentes etapas. Y citó a quienes habían visto a Rosalía en la noche del sábado 1º de julio de 2017, cuando ella salió del bar Vázquez y caminó mientras hablaba por teléfono hacia un punto, donde la tapó la oscuridad. Eran algo más de las 22 y fue el último instante en el que la vieron con vida en el pueblo de poco más de 3 mil habitantes.

“Podemos afirmar que se ha logrado acreditar, con las particularidades del caso, la autoría de Juan Oscar Valdez en la comisión del femicidio en perjuicio de Rosalía Daniela Jara”, sostuvo el fiscal Latorre casi en el inicio de su alegato.

El representante del MPA eligió así comenzar por la conclusión, con lo que abrió paso a un sinuoso repaso por algunos aspectos de la vida de Rosalía, los que reconstruyó apoyado sobre testimonios que obran en la causa.

Así repasó que Valdez y Rosalía se conocieron cuando él era profesor reemplazante en la San José Obrero y ella cursaba la primaria: “Se pudo probar la relación amorosa entre Valdez y Rosalía, también que esa relación comenzó cuando ella era menor de edad y también que atravesó un embarazo, al termino del cual dio a luz a su hija, cuyo padre es Valdez, quien “le tiraba 300 pesos de vez en cuando”.

El fiscal se centró en el testimonio de la madre y la hermana de Rosalía. Esta última, Irina, era su confidente, y apuntó que Rosalía le contó sobre la relación que mantenía cuando ella cursaba 6º grado, y que se escapaba en secreto para encontrarse y mantener relaciones sexuales con Valdez, quien también se movía en forma clandestina, ya que era casado.

El testimonio que expuso el fiscal se detuvo en algunos detalles, como que se veían más seguido los fines de semana, que él le daba dinero “de vez en cuando”, y que la pasaba a buscar en su auto, pero de manera oculta: detrás de la casa del padrastro de Rosalía o en calles “solitarias” donde no hay casas.

Otro testigo referido por el fiscal fue Elbio Oviedo, quien tiempo después mantuvo una relación con Rosalía. Dijo que se encontraban generalmente los fines de semana, “y que siempre Rosalía le quería dar celos con Valdez”, recordó Latorre.

El fiscal también repasó otros testimonios que confirmaron la existencia de una relación, entre ellos los de un tío y de amigas de Rosalía. Y que además corría el rumor por el pueblo: “Todo esto corroborado por el estudio de ADN realizado por el Instituto Médico Legal de Rosario, donde se confirma la paternidad de Valdez con respecto a la hija de Rosalía”, marcó Latorre.

También que otra pareja de Rosalía, con la que transitó una convivencia, hizo los trámites para reconocer como suya a la hija de Rosalía y Valdez. Empero, cuando la pareja se separó, este último inició un juicio de impugnación de paternidad.

En esa situación estaba Rosalía cuando, según el racconto del fiscal, estaba en el bar de Fortín Olmos, entre las 21.30 y aproximadamente las 22: pasada esa hora, le entró una llamada, la última de varias, a su teléfono celular. Fue la que la hizo salir del lugar y alejarse caminando hacia una zona sin iluminación, sin temer que nunca más volvería. Esa llamada, marcó el fiscal, coincide en la hora con la que le cruzó Valdez.

Rosalía caminó hacia la garita de colectivos. Otros testigos que daban vueltas por el pueblo, dijeron haber visto detrás a un “auto grande, nuevo y de color blanco”, recordó Latorre. Valdez tenía un Toyota Corolla, nuevo, y de ese color.

El fiscal abundó en otros testimonios, numerosos, que mencionaron hora aproximada, lugar y vehículo, pero no otros detalles. Y pasó a otros testimonios que representa un salto de tiempo y distancia: horas después, ya entre las dos y las tres la madrugada un vehículo que transitaba por la ruta 40 en el que varios jóvenes se desplazaban en dirección a Vera, es sobrepasado a alta velocidad por el Corolla blanco y con vidrios polarizados.

A los investigadores no les costó mucho vincular al vehículo descripto con Valdez: sólo había dos de ese tipo en el pueblo, así que cuando lo veían, o era uno o era el otro.

El fiscal repasó luego las circunstancias en las que Valdez se encontraba en los momentos previos y posteriores a las 22. Otros testimonios, como los de su pareja de entonces, su hijastra y amigas: todos lo ubican tomando las llaves del auto y saliendo, mientras las chicas se preparaban para un encuentro de pizzas ese sábado a la noche. La confluencia de las declaraciones ubican al acusado fuera de la vista en un lapso coincidente con el posible encuentro con Rosalía en otro sector del pueblo. Para Latorre era el mismo vehículo el que pasó por delante del bar, en dirección a la garita, y que se estacionó detrás; y es el vehículo que le pertenecía a Valdez y en el que se fue de su casa para encontrarse con alguien con quien –así lo señalan otros testimonios– esa noche no estuvo.

El fiscal Latorre repasó de inmediato otro testimonio, al que situó como clave: el del comisario Julio Blanc, jefe de Bomberos Zapadores de Santa Fe y de la Brigada Canina, que integra el cuerpo. Uno de lo perros que la integran, puntualizó el funcionario, hizo todo el recorrido y situó a Rosalía dentro del auto de Vázquez el 4 de julio de 2017, cuando la joven llevaba tres días en condición de desaparecida.

Tras dar pormenores y detalles de lo actuado en Fortín Olmos y en otros operativos por los canes de búsqueda y rescate de personas vivas y de rastreo y ubicación de cadáveres para exponer por qué esa prueba resultaba concluyente, el funcionario judicial volvió hacia atrás para recordar otro episodio de Rosalía que involucraba a Vázquez.

Se trata de una serie de llamadas cortas, certificadas por Telecom Personal, que ella cruzó el viernes 9 de junio dos semanas y media antes de su desaparición, en una serie en la que la mayor parte –9 llamadas de 13– él no atendió. Al día siguiente, el sábado 10, intentó suicidarse, reveló el fiscal.

Con la misma certificación, Latorre dio cuenta que el 1º de julio de 2017, el día de su desaparición, hubo 14 llamadas entre los teléfonos celulares de Rosalía y de Vázquez. De ellas, las tres últimas, todas discadas por Juan Valdez, coincidieron con el lapso en que ella estaba y salió del bar, y que él estaba y salió de su casa. Y que después de la noche del ese sábado no volvió a haber comunicación alguna entre ambos números, y todas las llamadas que se hicieron al teléfono de Rosalía, cuando ya no estaba, automáticamente entraron al buzón de voz.

El fiscal también hizo foco en el viernes 30 de junio de 2017, un día antes de la desaparición de Rosalía. En esa jornada, durante la mañana, ella recibió una notificación judicial, la que le informaba que su hija debía someterse a una extracción de sangre para un examen, en el marco de la impugnación de paternidad que había presentado su ex pareja, que le había dado su apellido a la nena cuyo padre es en realidad Valdez.

Tras la notificación, Rosalía llamó a su madre, y después a Valdez.

Demostrada la comunicación frecuente entre ambos, el fiscal no dudó: “Estoy convencido, en virtud de lo hasta aquí analizado, de que el motivo por el cual Valdez no intentó llamarla ni comunicarse por ningún medio, era porque sabía perfectamente que Rosalía no podía contestar”.

El fiscal Latorre también se centró en testimonios de diferentes personas que corroboraron que un efectivo policial fue a ver a Valdez, pocos días después de la desaparición de Rosalía, al gimnasio privado en el que daba clases y era uno de los propietarios. Le fue a avisar –lo admitió el propio agente, aludiendo de que lo había hecho por orden de su superior– que le iban a secuestrar el teléfono y el auto. Era el martes 4 de julio de 2017, Rosalía faltaba desde hacía tres días y Valdez dedicó horas esa noche a borrar datos de su celular, al que reseteó dejándolo a modo de salida de fábrica, y a cerrar y abrir nuevas cuentas de correo electrónico y redes sociales. Así lo certificaron diferentes peritos e investigadores –los que extraen la información y los que analizan lo extraído– tanto de la Policía de Investigaciones de Santa Fe y de la actual Agencia de Investigación Criminal como de la Policía Federal, y las propias compañías de comunicaciones, que precisaron con exactitud digital el momento en que Valdez hacía cada operación informática.

El repaso del fiscal sobre ese tramo se completó con un párrafo de la declaración de Lorena Faisal, esposa en ese entonces de Valdez: admitió que un jefe policial le había recomendado que borrara su teléfono.

En cada servidor remoto de las diferentes redes quedó el registro de lo que había estado haciendo, del mismo modo que en los reportes de cada antena y celda de telefonía celular permanece la huella de la ubicación de los aparatos activos. No se puede precisar que en la noche de la desaparición de Rosalía su teléfono y el de Valdez estuvieran a pocos centímetros o a varios metros de distancia, pero sí que estaban en la misma área al mismo tiempo, y lo siguieron estando en la madrugada, cuando fueron captados ambos teléfonos por otra celda, compatible con un punto determinado de la ruta 40: el lugar donde testigos que iban en un vehículo refirieron que los sobrepasó otro a gran velocidad, y que por la descripción se parecía demasiado al auto de Valdez, si es que no lo era.

Finalmente, el fiscal Latorre se centró en el hallazgo de los restos y prendas de vestir que después serían identificados como los de Rosalía Jara. A un año y casi dos meses de su desaparición, uno de los forenses detectó la huella de un fuerte golpe en la cabeza, con fractura y hundimiento del cráneo. Pero aclaró que un golpe semejante hubiera producido en la víctima mareos y probablemente un desmayo, pero no la muerte.

También concluyó con causa de fallecimiento indeterminada el estudio del Equipo Argentino de Antropología Forense, que cotejó los restos certificando, en conjunto con análisis de piezas dentarias, que pertenecían a una hija de Liliana Jara –y a la madre de la hija de Rosalía– con un 99,99% de probabilidad. A la misma conclusión llegó el estudio de compatibilidad genética que, a pedido de la defensa del acusado, hizo el Instituto Médico Legal de Rosario.

El funcionario del MPA también mencionó que en el momento de la desaparición de Rosalía, el acusado Valdez transitaba por otro problema personal y económico: un reclamo por paternidad y alimentos de otra mujer, la niñera que había trabajado en su casa.

Con todo, para el fiscal hubo móvil, posibilidades, recursos y oportunidad –su pareja no se encontraba en Fortín Olmos– para que Juan Valdez cometiera el crimen por el que se lo acusa. Y quedó demostrado que ocupó de concretar maniobras para entorpecer la investigación, la misma que habría contribuido a exculparlo en caso de inocencia. Por caso, como extra mencionó que la defensa de Valdez, durante la investigación penal preparatoria, apuntó a los peritos que intervinieron en los análisis de su teléfono celular sosteniendo que manipularon los peritajes para inculparlo; y que al quedar demostrado que las operaciones se realizaron cuando Valdez tenía todavía el aparato en su poder, se alegó que había borrado todo para ocultar una infidelidad de pareja.

“Toda la prueba indiciaria que fuera producida ante estos estrados nos conducen a Juan Valdez”, sostuvo en el tramo final de su alegato el fiscal Latorre, tras pedir al tribunal que valore los elementos en forma integral y no fragmentada o aislada, ya que en rigor no hay una prueba directa del femicidio de Rosalía Jara, ni testigos presenciales, ni menos cámaras de seguridad: ni siquiera hay alumbrado público en la periferia de Fortín Olmos, donde basta desplazarse a un par de metros de sus límites para perderse en la oscuridad.

“Entendemos que la conducta desplegada por el imputado es típica, antijurídica y culpable, y que los hechos se adecúan perfectamente al delito de homicidio doblemente agravado por el vínculo, atento a la relación de pareja sin convivencia, y por haber mediado violencia de género, atento a que la acción típica consistió en matar a una mujer y el hecho fue perpetrado por un hombre mediante violencia de género. Y pidió condenar a Juan Valdez a prisión perpetua.

Yo acuso

Tras el resumen del representante del Ministerio Público de la Acusación llegó el turno de la querella, representada por la abogada Carolina Walker. De inmediato planteó una marcada distancia con la Fiscalía, aunque el camino que trazó resultó convergente en el punto central: “Propiciamos que se condene a Juan Valdez a la pena de prisión perpetua por considerar que es autor penalmente responsable del delito de homicidio doblemente calificado por el vínculo y por ser cometido por un varón contara una mujer mediando violencia de género”, planteó la abogada casi al concluir su alegato.

Aunque la letrada se aproximó allí al fiscal Latorre, por momentos sus alegatos estuvieron a enorme distancia. Walker, quien llegó a la representación de la familia Jara a través de organizaciones de mujeres de las ciudades de Vera y Reconquista, que desde el inicio vienen reclamando justicia por Rosalía, y de organismos de derechos humanos como del norte santafesino, como el Movimiento Ecuménico (Medh) expuso que exactamente esa era la situación: los Jara son una más de un gigantesco número de familias vulnerables de la región, que a través de la historia han sufrido todas las humillaciones posibles en manos de los que ocupan un escalón social superior, en una escalera que allí se acorta, y mucho.

En esa línea, Walker describió en su alegato que la relación amorosa entre Rosalía y Valdez no era tal cosa ni nunca lo había sido, sino que se trató de un “claro abuso sexual infantil”.

“La niña tenía entre 11 y 12 años y provenía de una familia muy pobre cuando el docente entabló contacto con ella”, repasó. Y en esa línea planteó que “no quedan dudas, por los testimonios recogidos, de que él llegó a pagarle para mantener relaciones sexuales”.

Walker recordó que el vínculo que se mantuvo por al menos ocho años, transitó por el embarazo de ella cuando tenía 15 años, que llevó a término y gestó una nena que no fue reconocida por quien la engendró.

Así, la abogada tomó distancia incluso de quienes la precedieron en la representación, y que dejaron el caso cuando la familia Jara ya no pudo pagarles por su trabajo. En su labor ensayaron una línea que Walker no compartió: “No se tomó en cuenta el abuso configurado por el marcado desequilibrio de edad y recursos entre Valdez y Rosalía, pero más todavía porque refirió que existen «al menos» otros cuatro casos análogos, cuyas víctimas fueron también niñas y adolescentes”, repasó la abogada, para concluir que el acusado Valdez “tiene un claro perfil de abusador sexual infantil, que nunca fue profundizado por la Justicia”.

Walker, como el fiscal, también atravesó en su alegato por los peritajes y las declaraciones de técnicos e investigadores de las fuerzas policiales santafesina y Federal, ratificó la importancia de haber quedado certificado y sin lugar a dudas que el acusado había borrado todos los datos de su teléfono, cancelado y cambiado su cuenta de correo electrónico, y más operaciones informáticas que borraron datos claves que en última instancia hubieran contribuido a sostener la inocencia alegada por el acusado Valdez, pero que comprobadamente obstruyeron la investigación.

Walker denunció en esa línea, el paso inmediato anterior que lo provocó: el aviso por parte de policías que le iba a ser requisado su teléfono. Y denunció que no fue el único episodio ilegal en la investigación de la, por entonces, desaparición de Rosalía: la abogada habló de aprietes a testigos, de familiares que urdieron falsas declaraciones para exculpar a Valdez, de una construcción artificial de coartada. Y pidió entonces que se corra vista al Ministerio Público de la Acusación para que se formulen los cargos correspondientes a quienes dieron falso testimonio y a uniformados que protagonizaron una trama de complicidad policial con el acusado.

En otro tramo de su alegato, Walker resaltó el trabajo de la Brigada Canina, cuyos perros pudieron reconocer trazas del paso de Rosalía por diferentes lugares, uno de ellos el auto de Valdez. Y recordó que uno de los perros había trabajado en la tragedia de calle Salta, en Rosario, en la búsqueda de personas sepultadas bajo los escombros de los edificios que se destruyeron por completo con la explosión del 6 de agosto de 2013. Y también en el caso de Julieta Del Pino, de Berabevú, cuyo cuerpo estaba enterrado en el patio de la casa de un conocido de la familia, que había tenido una relación con ella. Julieta y Rosalía, reparó la abogada tenían la misma edad, 19 años, cuando fueron asesinadas.

“¿Cuántas más necesitamos para que se entienda esto que queremos decir? Esto no es cuestión de un asesinato, sino de una matriz cultural para la cual los cuerpos de las mujeres son objetos desechables. Sin voz, sin libertad, sin goce, sin vida”, le dijo la abogada al tribunal, pero la pregunta iba a todos quienes la escucharan, tanto en la otra sala, donde la audiencia se transmitía por circuito cerrado, como en las redes sociales, ya que los jueces no admitieron una televisación pero sí una transmisión en un sitio, el de la Agencia de Noticias eu!

También la abogada Walker se separó, incluso, de la figura del femicidio: para ella lo que cometió el autor –con la plena seguridad de que el autor es Valdez– fue un feminicidio. La diferencia, expuso, es antropológica, social y cultural: “Femicidio es un homicidio cometido por un varón en contra de una mujer, mediando violencia de género. Feminicidio va mucho más allá, y se relaciona con un patrón de violencia de género tolerada por el Estado”.

Y consideró, en esa tolerancia, ejemplos que ocurrieron en todas las instancias de ese caso y en otros, y aun fuera de ellos: mencionó que los fiscales, y un empleado judicial, que fueron los recursos existentes para la investigación llegaron a utilizar sus propios autos particulares e incluso sus ingresos para seguir con investigaciones en curso. “El Estado tiene la obligación de dotar al fiscal de todos los recursos económicos, logísticos, humanos, tecnológicos para que pueda hacer su trabajo diligentemente”, remarcó. Y sostuvo que la impunidad se consagra por la desidia del Estado: “Las dejó solas. A Rosalía, a Rocío, a Gisela, a Julieta y a otras miles”. En ese marco reclamó “políticas de Estado claras para evitar esta pandemia de feminicidios. Políticas publicas, mecanismos de protección, investigación y reparación”.

Y recordó, como ejemplo, que desde que se inició el juicio por Rosalía en Vera, quedó expuesta la emergencia: “Tres feminicidios en 15 días, al norte, al centro y al sur de la provincia”.

“Necesitamos «al menos» justicia”, reclamó.

No tienen nada, nada, nada

Tras los alegatos de Fiscalía y querella, tomó la palabra la defensa. El abogado Jorge Faisal, único que permaneció junto a Valdez de un equipo de tres, arrancó sin ambigüedades: “Sostengo lo que siempre sostuve: Juan Oscar Valdez no tiene nada que ver con el delito que se lo acusa”.

Faisal se dedicó luego a demoler –o al menos intentarlo– las conclusiones que habían hilvanado Fiscalía y querella, e incluso puso en duda la puesta en valor de los datos objetivos sobre las que se basaron. “Nada han podido probar los acusadores, nada”, proclamó y repelió la “obsesión, empecinamiento, fantasía de los acusadores” para con su cliente “injustamente privado de su libertad” y “condenado socialmente” por un delito que no cometió.

El abogado Faisal negó, en uno de los tramos de su alegato, que Rosalía le hubiera hecho un reclamo de paternidad a Valdez: “No existió”, sostuvo.

Y mientras la Fiscalía tomó como ejemplo el caso del femicidio de Érica Soriano, en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, por cuyo caso fue condenada su ex pareja por matarla y hacer desaparecer el cuerpo, que nunca se encontró; Faisal apeló al ejemplo inverso, la desaparición forzada de Paula Perassi en San Lorenzo, para resaltar –incluso erróneamente, como le marcó la abogada de la querella– la actitud “valiente” del tribunal que dejó libres de culpa y cargo a todos los imputados que llegaron a juicio, fallo que después fue revertido parcialmente por la Cámara Penal.

También negó por completo que hubiera existido complicidad o ayuda policial para con el docente de educación física y copropietario de un gimnasio, que además conocía cercanamente a los agentes de Fortín Olmos. En cambio, habló de “reunión de testigos”, y de declaraciones que respondían a un libreto: “Mienten”, disparó y como lo hizo la abogada querellante, también pidió investigar a quienes prestaron declaración. Sostuvo, que “no sabían” de la relación entre Rosalía y Valdez, ni las chicas del pueblo ni la familia de ella, sino que se enteraron porque “salió en todos los medios”.

Y negó incluso que Valdez haya sabido que la hija de Rosalía era también suya, resaltando que el mismo pidió un ADN para comprobarlo. “No han podido demostrar el móvil del homicidio”, sostuvo el abogado, negando con el ejemplo anterior motivación alguna de su defendido para haber provocado la muerte de Rosalía.

También puso en cuestión el hallazgo mismo del cuerpo por parte de dos cazadores, sosteniendo que en la fecha en la que desapareció Rosalía todo el lugar estaba bajo agua por las inundaciones extremas que tuvo toda la provincia en 2017. Como conclusión, pidió la absolución de Valdez, proclamando que “nada ha sido probado”.

No sé, no vi, no hice

La audiencia continuó con la oportunidad de cruzar datos entre Fiscalía, defensa y querella, con todo plantados en sus trece. Las distancias entre las dos partes, la que pedía la condena y la que pugnaba por la exculpación del acusado, no pudieron ser mayores. Y Faisal insistió incluso en que se había referido al tribunal de primera instancia que actuó en el caso de Paula Perassi, repitiendo que sus integrantes tuvieron “el valor, el coraje de absolver a esas personas”.

Y finalmente llegó el turno de Valdez. El acusado, que está en prisión preventiva desde el 20 de julio de 2017, cuando fue detenido en Reconquista, en la casa de sus suegros, fue días después imputado por “retención y ocultamiento de persona”, con fines de coacción. La sospecha, por entonces, era que Rosalía continuaba con vida y que Valdez la podría haber entregado a una red de trata. La investigación continuó por ese andarivel hasta que todo cambió en agosto de 2018, cuando los restos encontrados en pleno monte fueron identificados como los de Rosalía Jara.

Ahora, en la última jornada del juicio, Valdez volvió a clamar total inocencia.

“Yo no tengo ninguna connivencia con la Policía”, dijo casi al comenzar a hablar. Y después comenzó a despotricar contra los uniformados de Fortín Olmos: los que la querella había acusado por ayudarlo, Valdez dijo que le habían manipulado el teléfono, cuando se presentó en la comisaría en la noche anterior a que se hiciera la requisa del dispositivo.

Y dijo tambíén que aunque no tenía ninguna relación profunda, conocía a los uniformados y solía ir al destacamento porque “ahí funcionaba una mesa de poker”.

“Yo sé que voy a tener problemas”, marcó tras prender el ventilador. Y acto seguido hizo responsables a los funcionarios judiciales que ordenaron su detención tres años atrás, 19 días después de la desaparición de Rosalía, y a los policías que presuntamente le dieron aviso que generó la reacción casi inmediata de borrar todo el contenido de su celular. Si así ocurrió, Valdez dejaba en claro, con sus palabras, que el entendimiento estaba ya roto.

Dijo también que no había sido él el último en llamar a Rosalía en la noche de su desaparición, ya que los policías le habían mostrado una lista, antes de que llegara la documentación certificada de la empresa Personal. En esa lista, dijo, él no era el último nombre.

En esa línea se preguntó “a quién defiende Fiscalía, a quién protege Fiscalía”,

al inculparlo a él.

Y recordó también que el entregó el teléfono con todo: “con cuentas de Gmail, con patrones de desbloqueo”. Admitió que borró el contenido del aparato devolviéndolo al estándar de fábrica, pero alegó que reinstaló todo, y lo entregó sin problemas.

Como lo había hecho antes su abogado, cuestionó también la prueba de los canes de rastreo y venteo: “El perro no ladró; al perro lo hicieron ladrar”, sostuvo, en un esfuerzo por despejar la traza detectada de Rosalía en su auto. “El bombero le toca la cabeza al perro, y el perro ladra”, insistió, y deslizó otra vez un presunto complot, ya que aseguró que ese movimiento no está registrado en el video que cubrió el peritaje.

Valdez dijo que en todo momento él actuó de buena fe: “Sin saber que la Policía me estaba armando la causa”.

“No les tengo miedo. Me arruinaron la vida, a mí y a mi familia”, lamentó y destacó: “Siempre, durante todos estos tres años, estuve a derecho. Siempre, Jamás me negué a nada”.

Una por una, y uno por uno, Valdez fue descalificando a cada persona que intervino en su caso, comenzando por los policías que lo detuvieron, los funcionarios judiciales que lo investigaron, los peritos y los testigos. Sensibilizó al tribunal con el “calvario” que sufrió desde el primer momento. Varias veces regresó al planteo de inquirir a quién se estaba protegiendo al apuntarlo a él como quien asesinó a Rosalía.

Valdez dijo que todo el tiempo que pasó en prisión fue amedrentado y violentado, perseguido aun en prisión, que estuvo en un buzón por meses, en Coronda. “Y acá me tienen, de pie, porque soy inocente”, proclamó.

Sólo reconoció al fiscal de juicio, Latorre, a quien realzó como “el único” que fue respetuoso con él.

“Esta corporación durante tres años mintió”, desafió. “Confío en la Justicia, confío en este tribunal”, dijo casi en el tramo final. Y repasó las denuncias que fue haciendo sobre cada amedrentamiento que sufrió. “Yo pedí el ADN porque a mí Rosalía jamás me había dicho que era hija mía”, insistió sobre la hija en común, que hoy tiene cinco años, su mamá muerta y su padre en prisión acusado de haberla asesinado.

Con todo Valdez incluso negó haber borrado cosas de su teléfono, aunque había admitido el reinicio: “Me borraron las conversaciones”, insistió. Incluso sostuvo que ni siquiera la edad de Rosalía era tal: “Le siguen mintiendo a la sociedad”.

Sólo se quebró, en su repaso, cuando recordó a su hija mayor: “Está a tres meses de cumplir 15 años. Y yo le prometí que iba a estar”, dijo.

Y sugirió, una vez más que el cuerpo de Rosalía “fue plantado ahí”, donde se encontró, y que cuando fue visto era el día anterior a una audiencia en la que su defensa iba a solicitar su libertad.

“La Policía me armó la causa”, repitió.

“Voy a colaborar para que se llegue a la verdad, siempre”. “No lo digo, yo, lo dicen las pruebas de este juicio. Que fue vergonzoso, por que lo vendieron como el juicio de la historia en los Tribunales de Vera. Y el fiscal cerró (diciendo) que sobran indicios para pedir la perpetua a una persona”, concluyó.

Así se cerró el debate hasta este lunes a las 12, cuando el tribunal dará a conocer el veredicto.

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