Un grupo de científicos del Conicet Rosario y de la UNR descubrieron a principios del año pasado una bacteria probiótica bacillus subtilis que era consumida desde tiempos milenarios en alimentos de países asiáticos. La misma es beneficiosa para mejorar la calidad de vida de las personas: retarda el envejecimiento y alarga la vida. Además, previene el mal de Alzheimer y de Parkinson. Y en el caso de que ya se hayan manifestado este tipo de enfermedades, logra que avancen de manera más lenta. En ese marco, este domingo de 14 a 18, en el Galpón de las Juventudes –avenida Belgrano 950–, la Asociación de Lucha contra el Mal de Alzheimer (Alma), dará una charla sobre el tema. El objetivo es informar sobre la enfermedad y habrá un stand con muestras del probiótico (de forma líquida) para que los interesados lo prueben. La idea es que antes de fin de año el probiótico (que ya está aprobado por la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria) se pueda lanzar al mercado.
“Venimos trabajando con bacterias beneficiosas para el medio ambiente, la agricultura y los seres humanos. Y con respecto a la última, trabajamos los probióticos, que significa pro vida. Son microorganismos, principalmente bacterias, que si llegan vivas a su destino final comienzan a producir efectos beneficiosos sobre la salud de la persona que la consumió”, explicó Roberto Grau, doctor en Bioquímica, profesor de la UNR e investigador del Conicet.
Los investigadores estudiaron la bacteria bacillus subtillis sobre un modelo de animal muy sencillo: un gusano cuya regulación de nivel genético es semejante a la de los seres humanos.
“Es un gusano transparente que mide un milímetro. La regulación genética del envejecimiento de este gusano es similar a la de los seres humanos”, describió.
Y agregó: “Este gusano vive 20 días y con el efecto del probiótico logró vivir 32, más de un 50 por ciento. Claro que los seres humanos somos más complejos que un gusano pero con que podamos obtener el 10 por ciento de los beneficios, es mucho”.
Grau explicó que los probióticos más comunes están en los lácteos, como el yogurt. El inconveniente es que requiere una cadena de frío para poder mantenerse. “Nosotros trabajamos con probióticos que no necesitan refrigeración y son resistentes a las altas temperaturas. A modo de ejemplo, cuando se fabrica una barra de cereal, la llevan a un horno que trabaja a más de 100 grados y las bacterias lácticas mueren”, señaló.
En cambio, el bacillus subtilis, se puede incorporar al café, al agua del mate, galletitas o a una barra de cereal. Es decir, tanto a alimentos sólidos como líquidos. “Este probiótico tiene efecto en personas sanas, no solo en aquellas que tienen algún tipo de enfermedad”, destacó el investigador.
El bacillus subtilis protege contra las dos principales causas de muerte: las enfermedades, y el envejecimiento de células, tejidos y órganos.
El científico contó que el objetivo es que antes de fin de año el probiótico bacillus subtilis se pueda lanzar al mercado, que ya está aprobado por la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria, (Assal).
“La alimentación sana tiene que ser la mejor medicina. No sólo es importante cumplir más años sino transitar la tercera edad con salud”, advirtió Grau.
La bacteria bacillus subtilis tiene la particularidad de formar esporas –células en reposo altamente resistentes– que al llegar al intestino del hospedador (del nematodo o del ser humano) germinan dando lugar a la bacteria activa que forma un biofilm sobre la mucosa intestinal que es responsable de un incremento de la inmunidad innata del hospedador, la neuroprotección y aumento de la longevidad.
“Nuestro trabajo demuestra también la importancia de la flora intestinal –conjunto de bacterias que viven en el intestino- en la salud de las personas por su posibilidad de comunicarse (quorum sensing) de forma eficiente, a través de la formación de un biofilm con el sistema inmunológico y nervioso de su hospedador”, resaltó el investigador.
Grau destacó además que la capacidad de esta bacteria para formar esporas hace que sea sencillamente incorporable a cualquier tipo de alimento o bebida que al ser consumidos de manera regular producirán los efectos buscados.
“Puedo incorporar el probiótico en el alimento o bebida que más me guste o que esté más accesible según mi nivel económico o gustos culturales. Este es otro plus de nuestro trabajo ya que puede traducirse en un futuro cercano en una manera de mejorar la calidad y la duración de la vida de todas las personas de la sociedad”, concluyó.